El decreto del obispo de Huesca ordena que se eviten lecturas y oraciones que no aparecen en el ritual de la Iglesia.
El obispo de Huesca (España), Julián Ruiz Martorell, ha firmado un decreto que establece una nueva normativa en torno a la celebración litúrgica de las exequias.
En el decreto ordena que se evite “leer cartas de despedida o escritos de agradecimiento” en el funeral. Tampoco se debe “pronunciar discursos o alocuciones laudatorias o biográficas del difunto”. El criterio es claro: “Ni elogios, ni elegías”.
Un tercer punto decreta que se deje de “añadir oraciones o lecturas que no estén contempladas en el ritual de exequias“.
También se hace mención de la música de los funerales. Se decreta que debe evitarse “interpretar música o cantos que no sean los adecuados para las exequias”.
Las medidas adoptadas por este obispo llegan en un momento en que los funerales se van viendo desdibujados por la “creatividad” de personas que no conocen el verdadero sentido de la ceremonia. Se acabaron los poemas, la playlist y el powerpoint con fotos.
“Las exequias cristianas son una celebración litúrgica de la Iglesia. El ministerio de la Iglesia pretende expresar también aquí la comunión eficaz con el difunto, y hacer participar en esa comunión a la asamblea reunida para las exequias y anunciarle la vida eterna”, se lee en el decreto.
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¿Rezamos por el difunto?
“El Concilio Vaticano II -recuerda el documento- pidió que las exequias cristianas manifestaran claramente el sentido pascual de la muerte del cristiano y que el rito respondiera a las circunstancias y tradiciones de cada país”. La finalidad es que los fieles se encuentren en una participación activa, consciente y fructuosa”, aunque eso no implica emplear medios estrafalarios ni despistar al público con acciones que no son propias de un funeral.
“A lo largo de los siglos la forma de dar sepultura a los cristianos ha ido variando y acomodándose a los distintos tiempos y lugares”, se lee, pero “la fe en la resurrección de los muertos ha permanecido invariable“.
De ahí que se insista en unirse a la misa para pedir por el difunto, para que Dios le abra las puertas del cielo y se le acorte el tiempo de purgatorio. Un funeral recuerda siempre nuestra condición de pecadores y no sería tampoco de sentido común elogiar al difunto como si ya fuera un modelo de santidad para los demás.
Cada cosa en su sitio
En cuanto a la música, ciertas melodías resultan apropiadas para recordar al difunto en una reunión familiar (su ópera preferida, la canción que le gustaba más…) pero el funeral no es momento para tararear una canción de amor de Julio Iglesias o poner un éxito de Maná. Tampoco encajan los aplausos a los nietos del fallecido, por ejemplo, cuando han pronunciado un discurso que casi viene a ser una segunda homilía pero con tintes de lloro sin esperanza.
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El ritual (…) vio la luz con la pretensión de mostrar al mundo de hoy que la fe cristiana confiere un profundo sentido a la muerte y que, lejos de una concepción desgarradora, vacía o nihilista, puede llegar a ser vivida como un anuncio gozoso y confiado de la vida eterna y de la esperanza en la resurrección propias de nuestra fe.
Creer en la vida eterna
La norma puede sorprender a alguno, pero con ella se persigue “un mayor sentido litúrgico que muestre el anuncio gozoso y confiado de la vida eterna y de la esperanza en la resurrección propias de nuestra fe”.
Críticas a un “youtuber” que bailó reguetón por su abuelo difunto
En las redes sociales, también se habla estos días del respeto a los difuntos incluso más allá del funeral cristiano.
Recientemente, el “youtuber” Jordi Rodríguez fue criticado por homenajear a su abuelo muerto bailando un reguetón. Le llovieron las críticas por la falta de respeto y tuvo que retirar el vídeo y pedir disculpas.
En cualquier caso, esto formaba parte de su interpretación personal de su cariño por el abuelo. El decreto del obispo de Huesca se refiere estrictamente a las exequias cristianas, es decir, al momento del funeral.