Todo importa al empezar un nuevo tiempo
Un curso nuevo se despliega ante mis ojos. Una nueva oportunidad para escribir mi historia santa. ¿Cómo quiero hacerlo? Me da miedo caer en la rutina después del descanso. ¿O tal vez la echo de menos después de tanta vida desordenada en medio del ocio?
Una rutina de horas, de hábitos, de deberes cumplidos. De horarios más fijos, más estables. Una rutina en la que Dios tiene su lugar en mi vida y yo el mío en su corazón de Padre. Una rutina santa en el que todo encaja mejor que cuando vivo de vacaciones despistado, algo perdido.
La rutina de la vida me parece tan importante… Cuando la pierdo la necesito. Y cuando la vivo intensamente quisiera respirar aires más libres.
Es como esa costumbre de levantarme con plan marcado. Con un rumbo fijo. Sin tiempo para despistarme perdido en pensamientos superfluos. Parece todo tan importante. No logro perder el tiempo, porque se me escapa entre los dedos.
Sé, lo tengo claro, que quiero vivir feliz tanto en el desorden de las vacaciones como en la exigencia de las rutinas exigidas y programadas. Tanto con la agenda libre como con en mis días llenos de compromisos. Igual de feliz, igual de libre.
No me quejo ni de la excesiva libertad, ni de la excesiva responsabilidad. La rutina del curso me centra. La libertad del verano me ensancha el alma.
Las dos son necesarias cuando mi vida va del orden de la semana al descanso desordenado del fin de semana. Del trabajo exigente al descanso necesario.
Los dos momentos son sagrados. En los dos momentos soy yo mismo. No soy menos cuando me agoto en obligaciones. No soy más cuando siento que tengo horas de libertad por delante. En ambos momentos se juega mi santidad en mi forma de enfrentar la vida. Con la sonrisa ancha. Con el alma libre. Como dice el papa Francisco:
“No es sano amar el silencio y rehuir el encuentro con el otro, desear el descanso y rechazar la actividad, buscar la oración y menospreciar el servicio. Todo puede ser aceptado e integrado como parte de la propia existencia en este mundo, y se incorpora en el camino de santificación”.
Mi vida se juega en esa alternancia. De un extremo al otro. Del cansancio al descanso. Del descanso a la entrega. De perder el tiempo a aprovecharlo al máximo. De sentir el aburrimiento a pensar que no tengo tiempo para nada.
No quiero rehuir el trabajo. No quiero vivir todo el día pensando en lo que debo hacer. Me viene bien descansar. Y me viene bien volver a la rutina. Volver a empezar con mano firme.
Un nuevo curso que se abre desnudo ante mis ojos. Tanto por hacer… Y aquí 4 preguntas clave:
¿Cómo son mis sueños al comenzar este nuevo curso?
¿Qué desafíos tengo por delante?
¿Cómo quiero enfrentar los cambios que van a tener lugar?
¿Cómo miro a la cara la enfermedad, el fracaso, la soledad?
Sé que la única manera de ser feliz es enfrentar con una mirada franca y en paz los desafíos que me plantea la vida. Las consecuencias de mis decisiones. Los imprevistos con los que no contaba.
Todo importa al empezar un nuevo tiempo.
¿Cómo quiero mirar a Dios en este curso?
¿Qué siento que me pide?
¿Qué espera de mí?
¿Qué espero yo de Él, qué le pido?
Miro este comienzo de la mano de María.
Sé que Ella no va a dejar de caminar al ritmo de mis pasos. No va a dejar de mirarme cuanto esté turbado o triste. No va a querer que permanezca pesimista en mis angustias.
Ella va a ir conmigo donde yo quiera ir, donde me lleven los nuevos rumbos que sigue mi camino. Ella no desconfía de mis fuerzas. Me mira con alegría. Sabe que puedo dar siempre más. Y va a estar siempre junto a mí cuando me falten las fuerzas.
El descanso me sirve para recargar el alma de esperanza. Para llenarme de sueños nuevos. Para mirar con optimismo mi vida desde la distancia. Y darle gracias a Dios por todo lo que me ha dado. Por lo que me da cada día.
Le pido a Él, le pido a María que no me dejen caer cuando esté cansado. Que no deje de luchar cuando parezca todo difícil. Quiero confiar después del descanso en lo importante de mi entrega diaria. Dios sabrá cómo hacerme descansar cada día en su regazo. En ese abrazo que me espera al final del camino.