En el municipio de Laxenburg, en Austria, se encuentra el castillo de Franzensburg. Sus jardines y la visita a las estancias deparan numerosas sorpresas
La vida y el amor de la emperatriz Sisí continúa siendo tema de interés para muchos.
En realidad se llamaba Isabel Amalia Eugenia Herzogin de Bayern, pero la historia (y sobre todo Hollywood) la ha hecho llegar hasta nosotros con el apelativo que ya usaba en su familia y entre los súbditos del Imperio Austro-Húngaro.
Sisí (o Sissi, como la llamaron en el cine) no era de origen austríaco. Nació en Múnich (Alemania) el 24 de diciembre de 1837. Era una princesa bávara.
Sin embargo, y contra todo pronóstico, se convirtió en emperatriz de Austria y reina consorte de Hungría, a lo que sumaría los títulos correspondientes de la Casa de Habsburgo-Lorena.
Francisco José, el emperador, se enamoró perdidamente de ella y no obedeció a las influencias familiares, que le orientaban a casarse con otra pretendiente.
Sisí tenía 16 años y había acompañado a su hermana Elena de Baviera a la residencia de verano de la Casa Real de Austria.
Todos querían que Francisco José se fijara en Elena, pero el plan se les torció: la archiduquesa Sofía de Baviera no logró convencer a su hijo y en la primavera del año siguiente se celebraba el matrimonio entre el joven emperador Francisco José I y Sisí.
Un lugar idílico cerca de Viena
La boda se celebró en Viena, en la iglesia de los Agustinos, el 24 de abril de 1854.
Los novios partieron de Viena hacia el Sur para disfrutar de su luna de miel. El lugar escogido era nada menos que el castillo de Franzensburg, situado en un extenso y maravilloso parque de árboles frondosos y centenarios.
Franzensburg está en la localidad de Laxenburg, a unos 20 kilómetros de la capital austríaca.
Eso permitía al Emperador estar al día de las cuestiones de gobierno y al mismo tiempo disfrutar de unas jornadas de mayor intimidad con su esposa, apartados de la corte.
Para Sisí, aquellos fueron unos días felices en comparación con el choque que iba a sufrir al comprobar la rigidez de la etiqueta que imperaba en el protocolo austríaco, algo a lo que ella no estaba acostumbrada.
El castillo de Franzensburgo es de dimensiones reducidas en comparación con otras construcciones de defensa.
Sisí había crecido en un ambiente próximo a la naturaleza y disfrutó de unos días llenos de alegría, junto al lago y en contacto con los animales que vivían en libertad en aquel entorno.
Le gustaba practicar deporte y montar a caballo, cosa que podía hacer en Franzensburg, donde todavía hoy puede verse una pista para ejercicios de equitación.
Los paseos eran largos, por caminos y puentes de piedra, y la flamante emperatriz dedicaba a ello varias horas del día.
Digno de visitar
La visita al castillo de Franzensburg es uno de los atractivos del turista que viaja a Viena.
En su interior, pueden verse muchas estancias donde residieron aquellos días Sisí y Francisco José I: la sala de armas, la capilla, salones…
El dormitorio del matrimonio presenta una curiosidad: una cama de dimensiones más bien reducidas, de madera labrada, en forma de caja de forma que protegía del frío a la pareja.
En una habitación grande, quedaba resguardada en un espacio interior más recoleto.
En el recorrido puede verse una imagen de la “Virgen con el Niño” de Rafael, varios rosarios empleados por la familia, la capilla, la sala de armas, salones de recepción, vidrieras en las que se evocan momentos históricos de Austria como la coronación del emperador…
Lo cierto es que hoy solo se explota turísticamente la imagen de Sisí en la tienda del castillo, pero el recorrido es muy respetuoso con la historia.
El mobiliario es de la época y se completa con tapices, piezas de mármol o cuero repujado.
El conjunto es rico y elegante y muestra el poder sobre el territorio que estaba bajo el mando de Francisco José I.
Pueden verse los escudos de cada área pintados en la pared o grabados sobre varios materiales.
Curiosidades del castillo
Una estancia que sorprende es el calabozo. Con él, el señor del castillo amenazaba a las visitas si eran desleales.
Incluso tenía un muñeco autómata que él accionaba con el pie. El “prisionero” (un muñeco) sigue estando ahí, con unas falsas telas de araña, pero la realidad es que nunca hubo ningún condenado en aquella prisión.
Franzensburg comenzó a levantarse en el siglo XVIII. No es de origen medieval como otros castillos de la zona pero se le quiso dotar de aspecto antiguo y nunca se empleó con finalidad bélica, como otras construcciones de defensa de lugares próximos.
No llegó a terminarse y en la visita se observa un acceso a una sala que nunca llegaría a existir. La historia de Sisí es hoy la que acompaña al castillo y le da vida.
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