La tuberculosis que terminó con ella a los treinta y siete años no impidió que Edel Quinn pudiera realizar sus proyectos en el continente africano. Durante años se volcó en ayudar a los más necesitados en su Irlanda natal y en distintos países de África. Porque su profunda fe fue mucho más fuerte que su enfermedad. En la actualidad se encuentra en proceso de beatificación.
Edel Mary Quinn nació el 14 de septiembre de 1907 en Kanturk, una localidad del condado irlandés de Cork. Louisa Burke Browne y su esposo, un empleado de banco llamado Charles Quinn, tuvieron cuatro hijas y un hijo. Juntos se trasladaron una y otra vez por causa del trabajo del señor Quinn, hasta que se establecieron definitivamente cerca de Dublín.
Edel tuvo una infancia feliz, le encantaba practicar deportes como el cricket o el tennis, tocaba el piano y el violín y disfrutaba con el baile. Durante su época de estudiante pasó un tiempo en Inglaterra hasta que regresó a Irlanda donde encontró un trabajo de secretaria. Tenía entonces veinte años y hacía tiempo que sabía que su fe iba a ser el centro de su existencia. En aquella época se acercó a una joven organización católica conocida como Legión de María, que había sido fundada por Frank Duff, en la actualidad en proceso de beatificación.
Con su fe cada vez más fuerte en su vida, Edel decidió en 1932 ingresar en el convento de clarisas de Belfast pero una grave tuberculosis la obligó a permanecer durante dieciocho meses en un sanatorio. Cuando volvió a casa, nunca llegó a recuperarse del todo, pero regresó a su trabajo y se involucró intensamente en labores de ayuda a enfermos y necesitados.
En 1936, decidió embarcarse en una aventura que cambiaría su vida. A pesar de que sus familiares y amigos temían por ella, decidió marchar a África para iniciar un proyecto misionero impulsado por la Legión de María. Edel no regresaría nunca más a su Irlanda natal. Desde entonces y hasta su muerte, permaneció ocho años volcada en llevar a distintos países africanos la palabra de Dios y a ayudar a los pobres. Su frágil salud no fue impedimento para que Edel viajara con un viejo coche por aquellas tierras lejanas y trabajara intensamente para construir distintos centros en países como Tanzania, Kenia, Uganda o Malaui.
Además de su labor humanitaria, Edel no se olvidó de su fe y, para llevar a cabo su misión evangelizadora, elaboró traducciones de oraciones en distintos idiomas y dialectos locales. Nada parecía frenar a Edel, ni la enfermedad, ni el cansancio ni las vicisitudes de la vida. Una vida que, sin embargo, se truncó prematuramente a causa de la tuberculosis el 12 de mayo de 1944, cuando apenas tenía treinta y seis años de edad. Su cuerpo descansa eternamente en Nairobi.
Pocos años después de su muerte, se inició el proceso de beatificación de Edel Quinn, quien el 15 de diciembre de 1994 el Papa Juan Pablo II la declaró venerable.