En la audiencia general, el Pontífice aseguró que Esteban, mártir y primer diácono de la Iglesia, enseñó que las palabras bonitas valen poco, delante del testimonio: “El diácono en la iglesia no es un sacerdote de segunda”. El papa Francisco afirmó hoy que la calumnia es un “cáncer diabólico” que nace “de la voluntad de destruir la reputación de una persona, agrede al cuerpo eclesial y lo daña gravemente”. Asimismo, predicó sobre el “mal de la murmuración” que se presenta no sólo dentro de la Iglesia, sino también fuera. Lo hizo durante la audiencia general en la Plaza de San Pedro, este miércoles 25 de septiembre de 2019.
En especial, se refirió al remedio contra este cáncer: el testimonio de amor, de mansedumbre y de abandono a Dios por parte de los mártires de la Iglesia, así recordó a Felipe y Esteban. Esteban fue un diácono de la Iglesia primigenia de Jerusalén y protomártir (de los primeros mártires).
Francisco explicó que “los enemigos de este último, no teniendo cómo atacarle, lo calumniaron y dieron falso testimonio contra él”. De esta manera, sus “enemigos eligen la solución más mezquina para aniquilar a un ser humano: la calumnia o el falso testimonio”.
El Papa continuó la serie de catequesis sobre el libro de los Hechos de los Apóstoles y centró su meditación en el tema: “Esteban” lleno del Espíritu Santo “(Hechos 7.55). Entre los primeros siete “diáconos” escogidos por los apóstoles, rememoró a Esteban y Filippo, que se destacan de una manera particular. “Esteban evangeliza con fuerza y parresia, pero su palabra se encuentra con la resistencia más obstinada.”
Testimonio
El Papa indicó que Esteban fue directo con sus palabras para responder al mal de la murmuración, a los “reproches contra los nuevos diáconos” y en testimoniar a Jesús: “hablaba claro, con la verdad”. Esto provoca la reacción violenta de los adversarios de la fe, y Estaban es sentenciado a lapidación.
“Esteban ante el Sanedrín fue testigo de Cristo, quien ilumina toda la historia de la salvación, y denunció la hipocresía de quienes han perseguido siempre a los profetas enviados por Dios y crucificaron a su propio Hijo”.
“El tribunal decretó su muerte y, como otro Cristo, Esteban la afrontó abandonándose en las manos de Jesús y perdonando a sus agresores”, añadió. El Papa destacó la belleza de la oración de Estaban antes de su martirio: ”Señor Jesús, recibe mi espíritu” (Hechos 7:59) – y muere como un hijo de Dios perdonado: “Señor, no les imputes este pecado” (Hechos 7,60).
“Estas palabras de Esteban, nos enseñan que no son los buenos discursos los que revelan nuestra identidad como hijos de Dios, sino solo el abandono de la propia vida en las manos del Padre y el perdón por aquellos que nos ofenden”.
Mártires
Francisco insistió que la figura de Estaban demuestra la verdadera “naturaleza del discípulo de Cristo”. Pues, él “no busca escapatorias, no recurre a personalidades que pueden salvarlo, sino que encomienda su vida a las manos del Señor”.
“La Iglesia de hoy esta llena de mártires así como en los tiempos del inicio de la Iglesia y están en varios lugares”. La Iglesia de hoy es rica en mártires, está irrigada por su sangre que es “semilla de nuevos cristianos” y asegura el crecimiento y la fecundidad del pueblo de Dios.
“Los mártires no son “santitos”, sino hombres y mujeres en carne y hueso que, como dice el Apocalipsis, “han lavado sus vestiduras, haciéndolas blancas en la sangre del Cordero” (7,14). Ellos son los verdaderos ganadores”, expresó.
Diferencias
También reflexionó sobre algunos problemas que surgieron dentro de la primera comunidad cristiana. “Las diferencias de cultura y sensibilidad fueron caldo de cultivo para la cizaña de la murmuración y los apóstoles respondieron individuando las dificultades y buscando juntos soluciones”.
Francisco dijo que los apóstoles encontraron soluciones creativas para evitar la cizaña. “Distribuyeron las tareas de modo que ni la predicación del Evangelio ni la atención a los pobres se vieran mermadas”.
Diácono
En su predicación, contó además cómo nació en la Iglesia “el ministerio de los diáconos que devolvió la armonía entre el servicio de la caridad y de la Palabra”.
“Los diáconos fueron creados por los apóstoles para el servicio, indicó el Papa. “El diácono en la iglesia no es un sacerdote de segunda. Es otra cosa: el diácono no es para el altar es para el servicio. El diácono es el custodio del servicio dentro de la Iglesia, cuando a un diácono le gusta mucho subir al altar se equivoca, este no es el camino”.
“Los apóstoles crean a los diáconos. Esta armonía entre el servicio a la Palabra y el servicio a la caridad es la levadura que hace crecer el cuerpo eclesial”, expresó.
Por último, el Papa saludó a los 12.000 peregrinos y fieles presentes en la Plaza de San Pedro: “Pidamos de forma constante la fuerza del Espíritu Santo para poder dar la vida cotidianamente, testimoniando hasta el final el amor de Dios con plena libertad y sin miedo, como lo han hecho tantos mártires en la historia y lo siguen haciendo tantos hermanos nuestros todavía hoy”. La audiencia general concluyó con el canto del Pater Noster y la bendición apostólica.