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Con tus hijos, no caigas en esta trampa

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María Verónica Degwitz - publicado el 06/10/19
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Qué niño no ha dicho a sus padres: “¡Pero si todos lo hacen!”

Una frase muy cierta es aquella que dice que educar es un proceso artesanal y no un proceso en serie. Cada niño necesita una educación diferente según su personalidad, sus virtudes, sus defectos y su manera de aprender. Los padres debemos ser conscientes de esto y saber que, hasta las reglas de la casa pueden ser flexibles a la hora de educar a hijos que son muy diferentes.

Esta visión educativa puede ser difícil de entender para nuestros hijos que están sumergidos en la cultura de la igualdad. Para ellos es una injusticia el hecho de que algunos tengan permiso de salir y otros no, o que algunos puedan tener acceso a cosas que otros no tienen. Sobre todo en la edad adolescente, los jóvenes pueden sentir que son parte de una “comunidad” en la que todos deberían tener los mismos privilegios.

Es entonces cuando surgen las quejas del tipo: “Todos mis amigos lo hacen”; “A mi amiga si le dieron permiso de salir”; “Todos en mi escuela lo tienen”. Y así tratan de negociar con sus padres cualquier regla o norma que les parezca injusta.

Muchos padres caen en la tentación de ceder, pues se sienten desorientados en cómo educar, y sienten que si van con la mayoría hay menos probabilidades de equivocarse. Sin darnos cuenta estamos poniendo en manos de una mayoría el futuro de nuestros hijos.

En estos casos sería conveniente tener en cuenta algunas cosas:

  1. Muchas veces el “todos lo hacen” no es verdad: A veces cuando nos ponemos a investigar nos damos cuenta de que esa frase es una manera de decirlo, pero seguramente hay muchos jóvenes que no están en esa onda.
  2. Si fuera verdad que todos lo hacen, tampoco no pasa nada por prohibírselo: Un error que a veces cometemos los padres es tratar de educar en manada. Nos hacemos amigos de los padres de los amigos de nuestros hijos y tratamos de ponernos de acuerdo para dar ciertos permisos. Aunque suena muy bien, es importante recordar que nuestro hijo es único, y que nuestra familia también. Nunca nos debemos sentir presionados a hacer o no hacer algo solo porque los demás lo hagan, así esas personas piensen como nosotros o sean muy cercanas. No dejemos que el “todos lo hacen” nos deje llevar a nosotros también.
  3. Ir “contra corriente” a veces nos hace bien. Y nuestros hijos deben entender esto. Ser diferentes no nos hace menos y para los adolescentes es difícil aceptar esto. Debemos trabajar en nuestros hijos la autoestima y el orgullo de ser auténticos. El hecho de poder decir que no, aunque todos lo hagan, hace a nuestros hijos verdaderamente libres, y la única manera de que puedan tener esa libertad es viendo que sus padres son verdaderamente libres a la hora de educar, y que tampoco les importa mucho por donde va la corriente.
  4. Un ‘no’ a tiempo puede salvar a nuestros hijos. Algunas veces estas discusiones serán sobre asuntos triviales, pero otras veces sin saberlo podemos estar discutiendo sobre cosas que pueden arriesgar la vida o el futuro de nuestros hijos. Cuando venga la frase “Es que todos lo hacen” debemos tener firmeza para responder: “Sí, pero tú no eres todos, y yo no soy la madre o el padre de todos, solo el tuyo (y el de tus hermanos). Quiero lo mejor para ti y sé que cediendo en esto te puedo hacer daño”.

Tal vez se enfaden con nosotros, y nos puede doler, pero debemos recordar que cuando educamos muchas veces hacer lo correcto duele, pero es lo mejor para nuestros hijos.

Tengamos la valentía de educar uno a uno, de pensar bien en cada uno de nuestros hijos y saber lo que les hace bien o lo que les puede hacer daño. Tengamos el coraje de ser diferentes, de enseñarles que solo serán verdaderamente libres cuando hagan las cosas sin depender de lo que hagan los demás.


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