Las Hermanas de la Caridad celebran el 150 aniversario del New York Foundling Hospital donde atienden a niños abandonados en Nueva YorkLos recuerdos de la infancia son, por lo general, escasos, pero los hay que están grabados de forma indeleble en los anales de nuestra mente. No son siempre de una importancia increíblemente significativa o necesariamente fruto de algún trauma. A menudo no hay razón aparente que explique por qué recordamos lo que recordamos pero, por la razón que sea, los recuerdos permanecen.
En un cálido día de la primavera de 1973, estaba yo sentado con mis padres en una cavernosa habitación junto con otros adultos en algún lugar de la ciudad de Nueva York. Una puerta se abrió en el extremo opuesto de la habitación y entró corriendo un puñado de niños pequeños, acompañados de todo el ruido y el desorden que traen los niños.
Mis padres habían decidido escoger al primer niño que entrara en la habitación. Resultó ser un niño negro de origen puertorriqueño que, por aquel entonces, tenía dos años y se llamaba Vincent.
Esto es lo que recordé cuando me enteré de que el New York Foundling Hospital (el Hospital de expósitos o niños abandonados de Nueva York) estaba a punto de celebrar su 150 aniversario.
Una cesta de mimbre
Cuando en 1869 sor Mary Irene y sus compañeras se embarcaron en el trabajo de rescatar a huérfanos de las rebosantes calles de la Nueva York de la posguerra civil, iniciaron una obra de caridad y misericordia cuyo impacto perduraría mucho más allá de su tiempo.
Todo comenzó una noche de octubre, cuando sor Irene colocó una cesta blanca de mimbre en el portal de su casa alquilada en el número 17 de la Calle 12 Este, con un letrero en el que se podía leer: “Que corra la voz: No abandonen a sus hijos, tráiganmelos a mí”.
Al despertar, encontraron a un bebé llorando con una nota que suplicaba a las Hermanas que cuidaran de ella. Se llamaba Sara.
En las primeras semanas acogieron a más de 40 bebés y la situación mostró la evidencia de que necesitarían una estrategia para atender esta afluencia masiva niños y tenía que aplicarse rápidamente.
Organizaron el barrio y pusieron a algunos niños bajo el cuidado de familias católicas. Necesitaban mudarse de la abarrotada casa en la que residían a un hogar más grande en el 3 de Washington Square Norte.
En los cuatro años siguientes, las Hermanas acogieron a más de 2.500 niños.
El incremento constante de niños confiados a ellas requirió la aplicación de un programa de acogida temporal y de adopción que sigue siendo referente y una de las señas de identidad de la obra del New York Foundling Hospital.
Con el paso de los años, las Hermanas respondieron con gran innovación a las necesidades cambiantes de sus huéspedes. Decidieron dar cobijo también a mujeres embarazadas en crisis y en riesgo de exclusión social. También decidieron ofrecer cuidados sanitarios y educación parental.
También innovaron con la fundación de una “Guardería de crisis” en los años 1970, en colaboración con el doctor V. Fontana, de modo que si unos padres sentían que estaban en una situación descontrolada podían dejar temporalmente a su hijo ahí mientras se tomaban algún tiempo para calmarse y poner las cosas en orden.
Mi hermano Jamaal
Vincent, que se cambió el nombre a Jamaal, es mi hermano. Fue uno de los más de 250.000 niños que acogidos por las Hermanas de la Caridad en su New York Foundling Hospital. Jamaal es uno de esos niños que, gracias a estas santas mujeres, ahora tienen una familia y un hogar donde vivir y recibir amor.
Él y yo crecimos juntos con la naturalidad de los hermanos de sangre, pero con el beneficio añadido de la ausencia de parecido entre nosotros, lo cual nos permitió hacer algunas jugarretas a los desprevenidos.
Una cosa es escribir sobre los esfuerzos heroicos de una persona o una orden religiosa en particular y otra bastante distinta es haber recibido directamente el impacto de su labor.
Las Hermanas de la Caridad y el New York Foundling Hospital conservan aún hoy el espíritu y la misión de su fundadora, santa Elizabeth Ann Seton, y continúan aportando esperanza y apoyo afectuoso a personas vulnerables cuyas vidas están en la cuerda floja .
Así que, feliz 150 aniversario, New York Foundling Hospital. Que la obra que desempeñáis siga dando esperanza a muchos niños, mujeres y familias. Aquel muchacho que fui y que se crió con un hermano gracias a vosotras os está eternamente agradecido.