Comer pan, el 1 y 2 de noviembre, simboliza un encuentro con los ancestros en algunos países de América Latina
Si bien oír misa es la mejor manera de celebrar el día de los difuntos, en algunas zonas de América Latina, además de la eucaristía, las personas suelen rendir culto a sus finados con el tradicional pan de muertos.
Los católicos celebran el día de todos los Santos y el de los Difuntos, el 1 y 2 de noviembre respectivamente, sin embargo, en algunas zonas de México, Perú, Bolivia y Ecuador (también Guatemala, Colombia y el norte de Argentina) la conmemoración de estas dos fechas es celebrada siguiendo las costumbres no sólo cristianas, sino también prehispánicas, que desde tiempos ancestrales solían venerar a sus muertos.
Los cuatro países arriba mencionados tienen la costumbre de preparar, en esta fecha, el pan dedicado a los finados y darlo como ofrenda a sus seres queridos, en las casas o cementerios.
Por su forma, el pan mexicano, es quizá el más singular, exquisito y macabro, ya que representa un cráneo con un dulce encima. Además de las formas de calaveras que llevan nombres de personas en son de broma, también existen otros panecillos de forma redonda. El origen de este pan es una “fusión multicultural entre los ancestrales rituales amerindios relacionados con la muerte y entre las nuevas tradiciones religiosas” de la colonia española (Miguel Ángel Moreno Tavera, La influencia de la muerte, 2013).
En los andes peruanos, el pan de los muertos es conocido como las “tantawawas” (en quechua) o “bebés de pan” en español. Aunque la mayoría de las veces este bizcocho tiene forma de persona, también puede representar diferentes animales. La gente suele regalar este pan a sus familiares y amigos el 1 y 2 de noviembre.
Algunos ejemplos:
Al igual que en Perú, en Bolivia, el pan de los difuntos es conocido como las tantawawas y también tiene forma de persona. Los bolivianos suelen usar los panes para decorar las apxatas o altares dedicados a los muertos. Un “lugar donde las almas se reúnen y llegan al medio día del primero de noviembre” (Gerardo Frenández Juñarez, Aymaras de Bolivia, 2002)
El origen de las guaguas está relacionado con el culto que los indígenas hacían a sus momias o difuntos, y que con la llegada del catolicismo fue reemplazado por el pan.
En Ecuador, los ecuatorianos llaman guaguas (bebé) de pan a los panes dedicado a los difuntos. Como es de costumbre, el bizcocho va servido con la colada morada, una bebida milenaria hecha de maíz morado, y que según la tradición, es el alimento que se toma cuando se viaja al más allá.