¿Te cuesta decir no y oponerte a las opiniones de los demás?
“No soy capaz de decir lo que pienso”.
“Siempre pongo buena cara ante situaciones con las que no estoy de acuerdo”.
“No sé decir que no”.
Firmado: El niño bueno.
Así es como denominamos a la persona que se dedica a agradar a los demás dejándose de lado a sí misma. Sin embargo, este “niño bueno” no actúa gratis. En realidad, la persona que actúa así está comprando el afecto de los demás a cambio de hacer lo que interpreta que los demás necesitan.
Suelen ser personas sensibles a las necesidades de los demás. Siempre están atentas a lo que sucede a su alrededor para poder adelantarse y, así, recibir el reconocimiento:
“Eres tan atento y detallista”
“No se te escapa una”
“Eres tan bueno”
Sin embargo, cuando no reciben este tipo de halagos, sienten una gran frustración que a veces se traduce en agresividad, ya que no actúan desinteresadamente. Son succionadores de afecto.
Aparentemente, siempre están pensando en los demás y dejan sus necesidades en último lugar. Pero en realidad, están atendiendo inconscientemente a una de sus necesidades más primarias: la afirmación de los demás.
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Todos los niños necesitan sentir que son importantes.
El niño solo interioriza este mensaje si recibe atención:
- cuando enseña un dibujo
- cuando siente que ha conseguido algo difícil
- cuando quiere hacernos reír
También el niño se siente importante cuando sus padres
- le dicen que es valioso, que es generoso,
- le enseñan que es capaz de desarrollarse,
- le reafirman en sus habilidades, etcétera.
Cuando este sentido de ser importante no se ha inculcado desde niño en la persona, se activa un mecanismo psicológico para recompensar esa carencia.
Así, muchos aprenden que si reprimen sus opiniones no se expondrán a la desaprobación de los demás. Por eso, ante algo que no les parece bien son capaces de mentir, fingir o exagerar.
Consecuencias de ser un niño bueno
- Dices “sí” a todo, aunque te venga mal. De esa forma, mantienes la creencia irracional de que serás más amado cuanto menos lleves la contraria a los demás. El resultado de esta conducta a largo plazo provoca una pérdida de identidad en la persona, haciéndola incluso olvidar sus propios gustos y deseos profundos.
- Si dices “no”, te sientes culpable. Porque piensas que no tienes derecho a dar un no ante las peticiones de los demás. Has creído que poner límites solo conseguirá que se alejen de ti. Esto te provocará un sentimiento de rabia y un sentimiento de incapacidad para defender tus ideas.
- No actúas gratis. Esperas reconocimiento en forma de halagos, y afecto de muchos tipos. Por eso, si no te dan las gracias y reconocen públicamente todo lo que haces, terminas sintiendo un rencor encubierto hacia aquellos a los que has hecho favores.
Sé el “adulto bueno”
La solución al “niño bueno” no es el “niño malo”, sino el “adulto bueno”. Este realiza actos altruistas por los demás sin la necesidad de que le aplaudan posteriormente. Esta persona sabe que las acciones desinteresadas le construyen como persona. Y por eso, no siente la necesidad de un reconocimiento público.
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Para dar este cambio, la persona necesita reafirmarse a sí misma con los mensajes que no tuvo en su infancia. Recuérdate cada día que tu valor no está en lo que haces. Vales por ti mismo.
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