Una historia del Llano venezolano narra la eterna lucha del bien contra el mal
Venezuela tiene su lírica popular y esta pieza de contrapunteo es una historia en versos considerada como uno de los grandes momentos líricos del pueblo venezolano. Se llama “Florentino y el Diablo” y es un emblemático poema, escrito por Alberto Arvelo Torrealba en 1940 pero en 1950, corregido y ampliada por el mismo autor siete años después.
Describe la pugna entre la vida y la muerte donde, usando elementos característicos del llano venezolano, pone de relieve la reciedumbre del hombre del llano venezolano ante las dificultades y los poderosos. Es bien conocido el dicho llanero: “Somos del tamaño del problema que se nos presente”.
Hay que destacar que los llaneros de Apure, al mando del general José Antonio Páez, llevaron a cabo hazañas militares memorables durante la guerra de Independencia, derrotando a poderosos ejércitos realistas montando sus caballos “a pelo” (sin silla ni estribos), ataviados tan solo con pantalones a media pierna, torso desnudo y armados con lanzas.
Nacer sobre un caballo y crecen oyendo coplas
En el Llano, los muchachos montan caballo antes de caminar. Desde muy niños practican el “coleo”, una suerte de justa entre el toro contra el jinete y su cabalgadura, donde el toro debe ser derribado por la cola en una carrera a toda velocidad. El caballo debe ser muy ágil y el jinete fuerte y hábil. El toro no muere como en la fiesta brava pero el hombre también corre riesgos graves. Así crían a los varones en el Llano, fuertes, temerarios y recios. Los llaneros no conocen el miedo y sienten gran placer al enfrentarse al peligro.
El Llano está repleto de leyendas, historias de bravura y cuentos de miedo. Pareciera que ese arsenal de relatos, que circula de boca en boca generación tras generación, es como un acicate para formar el carácter de estos hombres vigorosos. Hasta las letras de las coplas y sus cantantes más reconocidos rescatan todo ese vigor. Florentino, leyenda y copla, es el mejor exponente de esa cultura tan particular que desde siempre define a Venezuela más que cualquier otra región.
La copla es parte de cualquier reunión entre llaneros. Desarrollan una inigualable soltura y cualidad para esta técnica que es un arte: crear versos y competir por resistencia entre ellos, encadenando unos con otros, venciendo el que posea mayor y más fértil ingenio.
Los estados llaneros de Venezuela son Barinas, Guárico, Apure, Portuguesa, Cojedes, Anzoátegui y Monagas. La historia que nos ocupa se desarrolla en Santa Inés, Estado Barinas, donde se desarrolló la batalla de Santa Inés, librada el 10 de diciembre de 1859, la cual representa una de las acciones militares más importantes de la Guerra Federal donde triunfaron los federalistas al mando del general Ezequiel Zamora.
El Llano convertido en Armagedon
El Llano es ancho e infinito y esas tierra fue el escenario de nuestra historia. Por un momento convertido en una suerte de Armagedon criollo. Allí tuvo lugar, una noche oscura, el duelo a versos entre el Diablo y Florentino, un domador y jinete maravilloso; mejor coplero y coleador. Lo llamaban “el catire (rubio) quitapesares”. Amigo de las farras y los saraos donde se repicaba el zapateo, otra forma de mostrar la garra llanera. Se zapatea en el joropo, baile que identifica al hombre llanero. En este baile danza el llanero manifiesta su altivez, gallardía y machismo.
El joropose baila zapateado. Nace de los bailes flamencos y andaluces que trajeron los misiones españoles durante la época colonial, aunque no es una copia de ellos. Lo explica el corresponsal José Luis Vera (Mérida), quien precisa que “en su temática, el baile plantea el dominio del hombre sobre la mujer y sobre la naturaleza en general, es él quien lleva la iniciativa, quien determina las figuras a realizar. La mujer se limita a observar los movimientos que él hace frente a ella y a seguirlo con habilidad”. Puede ser lento o rápido y el son imita el sonido que produce el caballo al galopar.
Florentino cabalgaba de noche, camino de una fiesta, por los campos de Santa Inés de Barinas cuando notó que otro jinete lo seguía de cerca. El extraño personaje vestía de negro cerrado y montaba un caballo más negro. Al llegar al lugar de la fiesta, reta a Florentino a un duelo, un contrapunteo, la manera como los llaneros zanjan sus disputas.
“Llano adentro dos hombres se enfrentan sin otra arma que el canto y la astucia”, comienza su presentación Jorge Gómez Gimenez editor de un importante trabajo sobre “Florentino y el Diablo”. No se ofenden ni hay violencia. Sólo creatividad y destreza musical en una de las mejores y más complejas muestras de expresión folclórica nacional.
El desafiante Contrapunteo
El músico y cantante del Grupo Candela, Jesús Morillo, precisó que no se trata de un género sino una propuesta de la música llanera venezolana. “Es una modalidad del joropo –explicó- Es un intercambio de dos cantantes de versos cantados y al mismo tiempo improvisados. Enfrentarse implica colocar un tema para determinar la capacidad de inventiva de ese compositor quien debe decir versos rimados”.
Es un desafío en coplas que muestra la inventiva de los intérpretes, gente humilde del campo. Puede durar lo que decida la resistencia de los involucrados pues se trata de un reto a través del canto. Hay que hacer gala desenvuelta de su aptitud y virtud como poetas e improvisadores.
“El contrapunteo está relacionado a la palabra cantada entre dos o más intérpretes”, así lo define la cantora zuliana, Yolanda Delgado, quien prosigue en su explicación: “En el llano, el contrapunteo se desarrolla bajo la melodía entonada por el arpa, el cuatro, las maracas, en géneros como la periquera, corríos, quirpas. Pero también se “porfía” en décimas”.
Contrapuntear es símbolo del llano venezolano. Rima, destreza, rapidez, melodía, afinación, memoria, métrica son algunas de las cualidades que deben tener los copleros que desarrollan esta expresión, que de una de las costumbres más representativas de los parrandos llaneros de Venezuela.
Musicalmente las coplas deben terminar una de las cinco vocales para que rimen, y el coplero no debe cambiar la letra con la que termina sin solicitar a su adversario el cambio en el mismo canto, pues si lo hace habrá perdido la confrontación musical. Esto mismo ocurre con el tema seleccionado para contrapuntear, según explicó la periodista Keyla Vílchez en reportaje especial por los 105 años del diario Panorama del Zulia.
El presidente del Centro de la Diversidad Cultural, Benito Irady, precisó – según crónica de Vílchez- que este género debe pensarse siempre partiendo de esa historia de los hombres que hacen canto de trabajo, que hacen el arreo del ganado. “A la cabeza del ganado va un puntero que orienta, en el centro van los contrapunteros y el que va en al final también va cantando. Todos lo hacen cantando, su tiempo de trabajo lo van extendiendo con cantos. En el llano venezolano tenemos algo tan hermoso como los cuatro versos, que conocemos como la copla, una magia extraordinaria de la inventiva, de la improvisación”.
El secreto de Florentino
Florentino acepta el reto del hombre de negro. Un férreo código moral lo obligaba. A medida que el contrapunteo avanza, se percata de que su contrincante no es un hombre común, ni siquiera pertenece a este mundo. Es el mismísimo demonio. El temible retador era el “Capitán de la Tiniebla”. Supo también que, si perdía, perdería su alma. Contaban los llaneros viejos de Santa Inés que el duelo de versos duró toda la noche y Florentino hizo gala de toda su habilidad de coplero. No se equivocó en ninguna rima y mantuvo al diablo cantando toda la noche. Fue un combate encarnizado.
Al llegar la madrugada, el duelo se había hecho más rápido y complejo, pero nuestro Florentino no se rendía y le ponía las cosas más difíciles al maligno. Cuando despuntaba el sol logró vencerlo cuando echó mano de un recurso extremo: en un definitivo verso mencionó a las Tres Divinas Personas. Así rindió a Satanás enviándolo de regreso al infierno. Fue el secreto de Florentino, la clave para derrotar a Satanás. Al amanecer, la invocación a la Divinidad impuso el Bien.
El poema alcanzó tal popularidad que con el tiempo se convirtió en inspiración para otras obras en diversos formatos, como la Cantata criolla del inolvidable Antonio Estévez o el largometraje del año 2000 dirigido por Michael New.
“Florentino y el Diablo” cuenta con más de 35 versiones populares. Ha sido representado en diferentes obras teatrales y sus versos han sido cantados en diferentes versiones musicales. También ha sido adaptada al cine y la televisión y es considerada como gran exponente del folklor venezolano y la composición poética más difundida, “popularizada” y enaltecida de todas las épocas.
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