Nos quejamos de todo: del clima, de los gobernantes, los empleadores, los/las esposos/as, los vecinos, los hijos… Es un fenómeno tan común que vale la pena mirarlo más de cerca y ver qué es lo que nos proporcionaEn mi opinión, se deben distinguir dos tipos de reclamos: generales y dirigidos a una persona específica.
Queja general: un antídoto contra el miedo a la decepción
Tal vez te quejes, porque de esta manera quieres protegerte de una decepción.
Tuve un vecino que siempre veía el “vaso medio vacío”. Cuando le preguntaba por cómo le iba, respondía con una letanía enumerando todo lo malo que había sucedido, y aún más, a menudo mencionaba lo que no había sucedido pero que potencialmente podría haber sucedido.
Una vez admitió que prefería quejarse e imaginar escenarios negros. Gracias a esto, cuando no se hacían realidad, al menos se sorprendía positivamente. Agregó que de esta manera evitaba vivir decepciones.
Pero esto no funciona de esa manera. Si sigues quejándote y te enfocas en lo que puede suceder, no solo te proteges del dolor de la desilusión o la pérdida, sino que también eliminas la alegría y otros sentimientos positivos de tu vida.
Al centrarte en lo malo (real o potencial), te estás perdiendo lo bueno que te rodea. Y la pérdida y la decepción duelen por igual.
Quejarse para que alguien se entere del dolor, del sufrimiento, de la soledad …
También hay un segundo tipo o forma de quejarse dirigido a una persona específica y marcado por un toque de rencor.
“Me tengo que ocupar de todo”.
“No tengo tiempo para mí”.
“Sigue el desorden aquí”.
“Nunca me escuchas”.
“Tú siempre …”.
Estas son las frases que diriges a tus seres queridos cuando te sientes herido/a, tratado/a injustamente. A menudo sucede que esta queja se convierte en un monólogo al que ya nadie hace caso.
Quizás estés esperando que otros vean tus esfuerzos, compromiso y dedicación. Cuando no lo hacen, tienes la sensación de que no te ven, te sientes subestimado/a y sobre todo herido/a.
Sientes la creciente sensación de la injusticia y no quieres admitirlo. Al negarla y a no expresar tu dolor directamente, comienzas a quejarte.
Quizás así es como quieres vengarte o hacer sufrir a los que te hicieron daño. Solo que de esta manera no lograrás nada, excepto un fugaz momento de malsana satisfacción.
Quizás te estás quejando no para vengarte, sino para dejar ver a alguien tu dolor, sufrimiento, miedo, tus heridas emocionales y también tus necesidades. Solo que, si no hablas claramente y encima lo haces en forma de quejas, existe una muy pequeña posibilidad de que los seres queridos escuchen lo que quieres transmitirles.
Simplemente di lo que necesitas
Si quieres vivir en amistad, armonía y amor, debes decirles a los demás directamente lo que necesitas o lo que te molesta. Esto requerirá coraje, pero vale la pena. La clave es hablar directamente sobre lo que necesitas y pedir ayuda.
“Me siento sobrecargado/a. Ayúdame con mis tareas”.
“Estoy cansado/a. Necesito algo de tiempo para mí mismo/a. Este fin de semana me gustaría …”.
“Mira qué desorden hay por todas partes. No puedo relajarme por eso. Por favor, ordena tus cosas”.
“Necesito que me escuches”.
Si no eres tú, pero alguien cercano a ti se queja, piensa en lo que él o ella quiere decirte. Qué necesidades y emociones están detrás de su quejicosa declaración. Gracias a esto, las quejas no te harán daño. Recuerda, todos necesitan que otros vean su sufrimiento, dolor, miedo, pero también su alegría, victoria o éxito.