Descubrimos la historia de una mujer que dejó todas sus riquezas para abrazar a Dios y se convirtió en una de las místicas más importantes de la Edad Media
Ángela de Foligno era una mujer rica de la Italia medieval. Tenía una gran familia y vivía en castillos y palacios, rodeada de lujos. Pero había algo que faltaba en su mundo. Una visión de San Francisco de Asís cambiaría su vida para siempre.
Ángela había nacido alrededor del año 1248 en la localidad italiana de Foligno, en la región de Umbría. Perdió a su padre a una edad temprana y su madre la colmó de atenciones y cosas superfluas. Cuando tenía veinte años se casó y formó una amplia familia. Ángela era católica pero su práctica del catolicismo era superficial. Durante años buscó sin encontrar el sentido a su existencia hasta que en 1285 tuvo una visión en la que San Francisco la invitó a confesarse para redirigir su vida. Así lo hizo, guiada por un pariente suyo, un monje llamado fray Arnaldo.
“Invocaba a todos los Santos y a la bienaventurada Virgen María que intercedieran por mí, y suplicaran al Amor, que tantos bienes me había dado, para que, sabiéndome yo muerta, me devolvieran a la vida”.
Poco a poco, Ángela se fue desprendiendo de sus posesiones, sus joyas, lujosos vestidos, propiedades, ante la atónita mirada de los que la conocían. En aquel proceso de conversión, en un breve periodo de tiempo, perdió a sus seres queridos, lo que la impulsó aún con más fuerza a convertirse en monja de la orden Terciana en 1291 y, como relata fray Arnaldo, “cortó los lazos del mundo y ascendió hasta la cumbre de la perfección evangélica”.
“Debía renunciar a todo bien material y a todo hombre y mujer, a todo amigo y pariente, y a cualquier otro; debía renunciar a mi fortuna y a mí misma; debía dar mi corazón a Cristo, que me había concedido estos beneficios, y debía ponerme en marcha por el espinoso camino de la tribulación”.
Desde entonces, y hasta su muerte, Ángela siguió experimentando visiones y experiencias místicas que relató a su fraile confesor. Fray Arnaldo recopiló las palabras de Ángela en un libro que pronto se convirtió en un referente teológico. Su obra, El libro de la vida o Libro de la experiencia, se difundió rápidamente por la Europa del siglo XIV y fue traducido a varios idiomas, entre ellos el castellano, cuya traducción fue impulsada a principios del siglo XVI por el Cardenal Cisneros.
“Comencé a sentir esa cruz y ese amor profundamente, en el alma, y esa cruz la experimentaba corporalmente, y sintiéndola, mi alma se derretía en el amor de Dios”.
Ángela de Foligno congregó a su alrededor un amplio número de hijos espirituales que escucharon con devoción sus palabras acerca de la Pasión de Cristo, episodio de la historia sagrada que influyó intensamente en las visiones de la futura santa. Así define su evolución el papa Benedicto XVI: “El viaje espiritual de Ángela, la transición desde la conversión a la experiencia mística, se realizó a través de Cristo Crucificado”.
Y así lo relataba ella misma: “Al contemplar la cruz, me ha sido dada una mayor comprensión sobre la muerte del Hijo de Dios por nuestros pecados. Entonces reconocí todos mis pecados con el máximo dolor y sentí cómo yo misma lo había crucificado. […] Dios me concedió la gracia de buscar el camino de la cruz, para poder estar a sus pies, donde hallan refugio todos los pecadores. Y fui instruida, y me fue mostrado el camino de la cruz de esta manera”.
“Vi a Dios en unas tinieblas, y justamente en unas tinieblas, porque es un Bien Mayor que todo lo que se pueda pensar o comprender. Y todo lo que se podría pensar o comprender, no llega ni a rozarlo ni a acercársele. Entonces fueron dadas a mi alma una fe indubitable, una esperanza segura y solidísima, una constate certeza de Dios, que borraron de mí todo temor”.
En persona o por carta, Ángela se convirtió en guía espiritual de todo aquel que quería seguir sus pasos hasta el punto que muchos la llegaron a conocer como “Maestra de teólogos”. Fray Arnaldo aseguró que Dios había “escogido como maestra una mujer, de la que, por lo que conozco, no hay igual sobre la tierra”. Algunos expertos sitúan a Santa Ángela de Foligno al mismo nivel que Santa Teresa de Jesús en lo que a teología mística se refiere y su nombre se sitúa entre las místicas más importantes de la Edad Media.
Ángela de Foligno falleció el 4 de enero de 1309 rodeada de sus hijos espirituales. Poco después de su muerte empezó a ser venerada como santa por el pueblo de manera espontánea. En 1547 fue nombrada santa por la Tercera Orden de San Francisco e Inocencio XII, un siglo y medio después, aprobó su culto en la orden como beata. Culto que Clemente XI extendió a toda la iglesia hasta que el papa Francisco la proclamó santa el 9 de octubre de 2013.
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NOTA: Los textos en cursiva son extractos de la obra de Santa Ángela.