El ejemplo de esta excepcional mujer puede llevarnos a la siguiente reflexión: ¿qué legado dejaré para la humanidad?Es oficial. Entramos en la tercera década del segundo milenio después de Cristo. ¿Alguna vez lo has pensado? 2020 es un hito en la historia de la biografía de la humanidad, que se está modernizando cada año, haciendo nuevos descubrimientos en el ámbito de la ciencia, avanzando la tecnología como nunca antes y logrando grandes y ambiciosos logros en todo el mundo.
En medio de la sociedad de la información, comunicarse con personas de todo el mundo, aprender nuevos idiomas y construir puentes nunca ha sido tan fácil.
El hombre, que llega fácilmente a todas partes, también parece estar fragmentado en relación con el autoconocimiento.
La libertad, deseada por todos, se ofrece a muchos solo como el logro de logros personales y a veces transitorios. El éxito y el dinero son los extremos finales de la alegría que aparentemente no pasa. Las grandes formas de realización del hombre son muchas, pero no conducen a ninguna parte.
Un mensaje atemporal
A finales del siglo XVIII, cuando los primeros inventos industriales se probaron tímidamente en los países de tecnología más avanzada, llegó al mundo una mujer que sería un hito en la historia de toda la humanidad.
El 2 de enero de 1873, en la pequeña ciudad de Alençon, Francia, nació Marie-Françoise-Thérèse Martin, o santa Teresa de Lisieux. Ella dejó el mundo con un mensaje eterno: que es posible alcanzar la misericordia de Dios con la pequeñez.
La joven Teresa, cuando se enfrentó al ateísmo práctico que se extendió en su país durante su infancia y adolescencia, tuvo una profunda compasión por su pueblo y decidió amarlo mediante actos ocultos.
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Cuando entró al convento, con una salud frágil, tenía grandes deseos en su corazón: quería conocer el mundo, comunicar amor y emprender una misión hasta los confines de la tierra.
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Redescubrir
La urgencia de encontrar un camino interior que haría que el hombre redescubriera su esencia en tiempos de dispersión, fue lo que le hizo a la joven ofrecer ser recluida en un monasterio.
En silencio y en una vida interior profunda, incluso enclaustrada, se descubrió plenamente mujer: obediente, libre y entera.
El mensaje de santa Teresita del Niño Jesús resuena en este principio de década y puede llevarnos a la siguiente reflexión: ¿cuál es el legado que dejaré en la humanidad? ¿Ha sido mi vida una respuesta definitiva al otro, un puente hacia cosas que realmente no pasan?
Que en medio de los deseos que resuenan en tu corazón puedas encontrar dentro de ti una esencia, un núcleo, un llamado intrínseco, que está en lo profundo de tu ser.
Que al comenzar esta nueva década, tu verdad sea iluminada y alimentada. La Obra Nueva siempre espera a aquellos que tienen sed de lo que es intemporal.
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Por Cassia Carvalho, a través de ComShalom