Todos los caminos llevan a Dios cuando lo buscas con un corazón sincero
Los reyes magos sabios regresaron a su hogar siguiendo otro camino. No se dejaron confundir por las palabras de Herodes. No buscaron el poder de los hombres. Creyeron en el poder de Dios. Vieron cómo es el corazón de Herodes y no creyeron en él. Volvieron por un camino diferente para escapar de su influencia.
¡Cuánto influye la opinión de los hombres en mí! Creo que son ellos los que guían mis pasos. Sus palabras, sus consejos, sus propias tentaciones.
Me dejo llevar por ese éxito que alimenta mis sueños. Sueño con lograr que todos me sigan, me admiren, me reconozcan. Tanta vanidad hay en mis sueños. Tanta superficialidad. Leía:
“La Iglesia primitiva tuvo que librar una lucha titánica contra un mundo orientado hacia el más acá. Para no debilitarse, renunció voluntariamente a muchos bienes nobles, a bienes naturales, a fin de concentrarse indivisa e íntegramente al ideal religioso”.
Quisiera ser capaz de seguir caminos distintos, propios que me pueden llevar a ser ignorado, a fracasar y no encontrar el éxito humano. Leía el otro día:
“Para vivir bajo la mirada de Dios hay que aceptar quedar a veces oculto a la de los hombres”.
Seguir su camino me lleva a no seguir el que marcan los hombres. Los caminos que me marca Dios son sagrados. Al seguirlos puede que otros no lo entiendan, y no me aplaudan.
¿Estoy dispuesto a rechazar la gloria humana, el éxito que me venden como lo más valioso de mi vida? Me da vértigo. Me da miedo la soledad, el abandono. La muerte de sueños humanos.
Pero al mismo tiempo me asusta quedarme sólo en los caminos que otros me indican. Y dejar de buscar los que Dios me marca. Como si el aplauso de los hombres tuviera más peso en mi alma que el abrazo de Dios.
Lo miro conmovido en este año nuevo, en este tiempo santo. ¿Qué quiere de mí Dios en estas noches de invierno? ¿Qué desea que haga en este nuevo año que se abre ante mis ojos?
Sé que lo sabios volvieron a su tierra, a su casa, por otro camino. No hicieron caso de las palabras de los hombres. Me impresiona su libertad, su alma tan honda. No les tienen miedo a los hombres y siguen por otro camino, por el que Dios les marca.
¿Cómo sé lo que realmente desea para mí? Me confundo. Veo que a veces permanece callado a mi lado. Y otras veces me habla con una claridad asombrosa.
Me grita, me empuja, me abraza para decirme que estoy bien, yendo por el camino que me indica. Pero vuelvo a pensar: ¿Y si me equivoco? Siempre la misma duda tan humana.
Es cierto, puedo confundirme y errar el camino. Pero también sé que eso poco importa. Todos los caminos llevan a Él cuando lo busco con un corazón sincero. Aunque me equivoque al interpretar sus deseos. Aunque cometa errores.
Pienso en el mismo san Francisco en San Damián. Ingenuamente piensa que reconstruir la Iglesia de Dios pasa por poner unos ladrillos. Era mucho más lo que Dios le pedía. Cada cosa a su tiempo. Igual que conmigo.
Es más honda mi vida y mi misión. Lo importante es ir siempre en dirección a casa, al hogar del Padre donde me espera, siguiendo sus pasos. Dice la Biblia:
“El Dios de nuestro Señor Jesucristo os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama”.
Quiero conocer su voz. Camino en dirección al nacimiento en el que Jesús se hace carne para darme esperanza. ¿Cuáles son mis sueños al comenzar este año?
Sueños que despiertan en mí el anhelo dar la vida, de regalarla, de no guardarme nada. Sueños que me llevan a esperarlo todo de Él y no tanto de mí, como siento a menudo.
Jesús habita en mí, es ese Dios conmigo que camina y corre a mi lado. Es ese hombre que viene a salvarme de mis miedos absurdos. Permanece oculto en carne humana para que aprenda a verlo con los ojos de la fe. Yace escondido en lo oculto de una gruta para que aprenda a arrodillarme ante el misterio.
No me importa el tiempo que necesite para ser más suyo. Dios se va desvelando entre mis dedos sin demasiadas prisas. Viene a mí a golpe de palabras. Va ahondando en mi alma con un cincel sagrado.
Desvela su rostro en mi propia alma con golpes santos. Teje su vida en mi propia vida. Es Él quien guía mis pasos. Se sirve de lo humano para mostrarme el camino. Yo lo sigo con fe, confiado.