El Santo Rosario le cambió tanto la vida a Héctor Tobo que hoy no solo canta, sino que predica el Evangelio por todo el mundo
En varias ocasiones Héctor Tobo se negó a grabar un disco católico, a cantar en las misas y acompañar con su guitarra el rezo del Rosario porque no se sentía digno ni preparado y estaba dedicado a otro género musical. Su sueño era tener fama, ganar un Grammy o aparecer en los grandes canales de música pop, pero no se imaginaba que Dios le daría mucho más.
Hoy llena estadios, viaja por varios países, predica en cárceles y hospitales, cantó ante un millón de personas en la Puerta de Alcalá y ha estado tres veces junto al papa Francisco. Los seguidores que tiene superan los que anhelaba cuando se presentaba en bares de Bogotá e interpretaba canciones al estilo de la nueva trova cubana y el rock argentino.
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Un mensaje de la Virgen
Héctor Tobo nació en Chiquinquirá, tierra de la Virgen patrona de Colombia. “Aunque mis papás eran católicos practicantes y siempre estuvieron muy cerca del Señor en la Eucaristía y el servicio, tuve un desprendimiento de las cosas de Dios en mi infancia y adolescencia. Pero como Dios es perfecto, en el año 2000 viví una experiencia con la Virgen María y ahí empezó a cambiar mi vida”, dijo en entrevista con Aleteia.
En la Semana Santa de ese año estaba viajando por Perú y el Viernes Santo, al salir de la celebración litúrgica en el estado de Ánchash, se le acercó una mujer indígena y le dijo que tenía un mensaje de la Virgen para él, que se preparara para una gran misión. “Yo no le creí, me dio risa y pensé que me estaba pidiendo plata”, recuerda Héctor.
Esto no pasó de ser un episodio extraño, pero en el vuelo de regreso a Colombia tuvo de compañera de viaje a sor Mildred Espeleta, una hermana vicentina que le habló del fundador de su comunidad, San Vicente de Paul, y le contó la historia de Catalina Labouré y la Virgen de la Medalla Milagrosa. Le puso al cuello una de esas medallas y le explicó las promesas de la Virgen a quien la portara con fe.
“Realmente a partir de allí empezaron a ocurrir milagros en mi vida, como entender el legado que me había dejado mi madre, ya fallecida, y poder llegar a esa comunidad a la que aún sigo vinculado”, relata.
Las vicentinas le pidieron que las acompañara en la misa y el Rosario y “en principio me negué –dice– porque no conocía la música”. También le propusieron grabar un disco de música católica y nuevamente dijo que no porque no se sentía preparado, pero finalmente aceptó. “Ahí empecé a entender la pedagogía y el plan de Dios. Fue así como grabé diez canciones con la colaboración de Felipe Gómez”.
Conocer a este cantautor católico fue otra de las muchas cosas inexplicables que vivió Héctor en esa época, cuando cantaba boleros en un restaurante del cantante Carlos Vives y tenía una opción de vida diferente a los planes de Dios. Una noche, Felipe se acercó a la tarima para invitarlo a su grupo de oración y al Santo Rosario. Nuevamente la Virgen, nuevamente el Rosario.
Nadie pudo anticipar que uno de los temas de ese disco cambiaría la vida de Héctor Tobo para siempre. Se trata de Alma Misionera que hoy es himno de miles de grupos, lo cantan en los retiros de Emaús y fue el escogido para recibir al papa Francisco en Colombia: “Llévame donde los hombres necesiten tus palabras. Necesiten mis ganas de vivir. Donde falte la esperanza, donde falte la alegría, simplemente por no saber de ti…”.
“Seis años después me vine a enterar que estaba sonando en todo el mundo. Mientras tanto yo trabajaba con el artista colombiano Andrés Cepeda, hacía giras y quería que me conocieran por un Grammy o por firmar con una gran disquera”, explica.
“Tu voz traspasará fronteras”
Y en 2006 llegó otro llamado de la Santísima Virgen a través de tres señoras que lo invitaron a grabar un disco y a su grupo de oración, donde conoció a Carolina Name, quien le entregó el contundente mensaje, le dijo que a través de su canto muchas personas conocerían al Señor y que su voz traspasaría las fronteras.
“Todavía me impresiono cuando lo recuerdo porque no se equivocó ni en una coma”, dice Héctor, quien reconoce ser muy racional, incrédulo y muy cuidadoso con estas experiencias extraordinarias. “Dios me trajo a Él por acontecimientos místicos pero siempre predico que la manera de llegar a Él es a través del Evangelio. Él quiere que vivamos de acuerdo a sus preceptos”, insiste convencido.
En ese momento decidió dejarlo todo por seguir a Cristo. De eso hace casi 14 años, en los que ha emprendido varios apostolados a través de la música: misiones sociales en cárceles y hospitales, trabajo con habitantes de la calle, cantos en la Eucaristía y el Santo Rosario y apostolado con familias.
En esa época conoció al sacerdote Luis Sabino Cuéllar quien lo invitó a cantar misas en su parroquia. “Nadie me daba las gracias, no me pagaban, nadie me aplaudía, pero entendí que ese es el concierto más grande que tenemos los cantantes católicos, la Santa Eucaristía. Empecé a conocer la Providencia Divina, no tenía un peso en el bolsillo pero nunca me faltó nada”.
“El padre Luis me decía ‘Tranquilo, Dios te va a sorprender’ y me sorprendió tanto que un día me vi en la Puerta de Alcalá (Madrid) frente a un millón de personas interpretando un himno que compuse para la Fundación Redmadre a favor de la vida y con la gran noticia de que gracias a esa canción 300 inmigrantes decidieron no abortar, a pesar de que el presidente Rajoy había aprobado una ley para que mujeres inmigrantes pudieran hacerlo”.
Un día después Héctor Tobo estaba frente al papa Francisco en el Vaticano: “Fue un momento muy especial porque en Su Santidad vi los ojos de Jesús de Nazaret y se me respondieron muchas preguntas, ahí entendí que el propósito de mi madre fue servir, que ella tomó la cruz de Jesús y por eso tuve que entregar su cuerpo sin vida, en una madrugada bogotana. Ella murió a los 48 años y fue una santa”, relata con lágrimas en los ojos.
Un hogar que trabaja para Dios
Lo que siguió para Héctor Tobo fue una vida dedicada a la evangelización y el regalo de una familia. Liliana Medina es su esposa y su mano derecha en este caminar, con ella conformó un hogar misionero itinerante, integrado por el hijo mayor de Héctor, la hija mayor de Liliana y los dos hijos de ambos, la menor a punto de nacer.
Juntos organizan y emprenden las misiones, al igual que el trabajo como conferencista en empresas privadas y públicas, que le permite sostener a su familia y muchas de las obras que realiza; al mundo corporativo también lleva la Buena Nueva de Jesús, a través de valores como el respeto, la ética, la buena comunicación y la disciplina.
“Todos los días doy gracias al Señor por su gran misericordia al convertir a un pecador en un predicador que dirige retiros en Nueva York o en Bosnia, da conciertos en Miami o en Chiquinquirá”, dice este colombiano al que el Rosario que tanto rechazó, porque no conocía, cambió su vida por completo.