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Ciencia ficción pro-vida: ver lo inhumano en nosotros

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Russell E. Saltzman - publicado el 31/01/20
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Dos historias cortas llegan al corazón de lo que es ser humano, y cómo hemos perdido de vista el valor de la vida humanaA los cuatro años de Roe v. Wade, la famosa sentencia que despenalizó el aborto en EE.UU., al menos dos escritores de ciencia ficción tocaron temas pro-vida, de manera favorable y con cierta audacia.

The Pre-persons de Philip K. Dick (muerto en 1981) es una historia escalofriantemente contundente, una contestación directa a Roe v. Wade.

La segunda, de Larry Niven, ahora de 81 años, tomó la pregunta pro-vida de manera transversal. Assimilating Our Culture, That’s What They’re Doing implica un factor repugnante, molesto para los aprensivos, pero implica un uso rentable de clones parciales y una tonelada de dinero para las Naciones Unidas.

Una de las cosas que más me gustan de la ciencia ficción es cómo inevitablemente explora lo humano a través de lo extraterrestre. Los extraterrestres son proyecciones de nosotros. Entonces, cuando leemos historias sobre extraterrestres, en realidad no estamos leyendo sobre extraterrestres; no conocemos personalmente ninguno, por lo que los dejamos a nuestra imaginación. Lo que leemos, entonces, es finalmente sobre nosotros mismos.

Escribiendo aquí en Aleteia, lo explicó así:

“Al no encontrarnos con ellos [extraterrestres], inevitablemente se convierten en nuestra propia proyección de nosotros mismos. Siempre estamos buscando pistas sobre nosotros mismos, de lo que es humano, y encontramos ese “nosotros” alojados en algún lugar dentro del Otro”.

A medida que proyectamos al Otro, generalmente encontramos nuestra mejor concepción de la humanidad; o con la misma frecuencia encontramos algo menos, algo de nosotros, en nosotros, que no es humano.

Dos historias especulativas: la primera se pregunta sobre el valor de la vida humana para una raza alienígena, y la segunda pregunta sobre la personalidad y la alienación de lo humano hacia lo humano.

(1) La ciencia ficción está llena de alienígenas sedientos de sangre. Pero, ¿qué pasaría si los extraterrestres ficticios llegaran con una mano extendida (cualquier tipo de mano), sonrisas amistosas, buenos trajes, ofertas comerciales lucrativas y generosos acuerdos de licencia, regalías prometedoras para las Naciones Unidas y altas tecnologías para la Tierra? Piensa en una invasión alienígena al estilo de Wall Street.

Esta es la premisa del cuento corto de Larry Niven Assimilating Our Culture, That’s What They’re Doing, publicado cuatro años después de Roe v. Wade. 

Deliciosa carne humana

Lo que los extraterrestres – conocidos como Gligstith(click)optok (llámalos Gligs para abreviar; los terrícolas nunca pueden dominar el click) – querían, a cambio de todo el dinero y la tecnología que podían ofrecer, son muestras de ADN. Cada uno de los embajadores de la Tierra se sometía a regañadientes a un raspado en la mejilla, luego firmaba la entrega y volvía a casa rico. Sencillo.

Assimilating se puede encontrar en Convergent Series, una colección de historias cortas que relatan las interacciones alienígenas con la tierra en un bar restaurante siberiano. La localización en Siberia desalentaría a los pocos turistas terrícolas que se acercaran, y proporcionaría un poco de privacidad a los extraterrestres.

Los Glig son una especie basada en el ADN. Es la oferta de Glig por el ADN, y sus planes para usarlo, lo que los emisarios de la Tierra consideraron inquietante, si no moralmente repugnante. El plan de los Glig es clonar partes del cuerpo humano; no un ser humano completo, solo los trocitos más sabrosos. Por cierto, los Glig tienen enormes manos con dedos alargados y bocas muy anchas llenas de dientes de tiburón. Eso es lo que un humano nota primero, al conocer a un Glig.

Los Gligs querían de la Tierra lo mismo que de otras especies basadas en el ADN. Los Glig eran epicúreos, foodies interestelares; gourmets que buscan comidas exóticas y que intercambian sus conocimientos tecnológicos por esa experiencia. Un asado de cochinillo humano clonado pero sin cabeza puede ser bueno para comer en ciertos restaurantes de especialidades Glig.

Son una especie civilizada y sensible, que ofrecen lo que consideran un comercio justo. Cultivarían solo las partes humanas que a los restaurantes Glig les gustaran más.

Los miembros de la embajada de la Tierra se sorprendieron, se disgustaron y se negaron. Pero el Glig señaló razonablemente, mientras se supone que sonreía entre dientes, que si la embajada de la Tierra no firmaba, sin duda habría ediciones de ADN pirateadas en el planeta Glig. ¿Realmente esperaban que la ONU y toda la Tierra se perdieran las regalías, la tecnología? Así que firmaron. Uno de los embajadores de la Tierra se sintió moralmente tan afectado por lo que se vio obligado a hacer que se suicidó a su regreso a casa.

Aun así, por muy amables que resultaran los Glig, querían lo mismo que las espeluznantes bestias de la Guerra de los Mundos de H.G.Wells, carne y hueso humanos. El Glig lo consideraba como una experiencia culinaria sensual. Los desesperados marcianos que Wells creó veían a los humanos como una fuente de alimento necesaria. La diferencia es la comercialización. ¿Cuánto cuesta un lomo humano asado? Es una ganga negociada por Mefistófeles.

No les reconocemos ser personas

Philip K. Dick murió en 1982, después de una vida un tanto tortuosa con cinco esposas y tres hijos como resultado. Su escritura trataba principalmente de la fragilidad interior de la realidad; ¿Qué hace que una persona sea una persona, y cuándo y cómo lo sabrá? Sus obras notables incluyen Do Androids Dream of Electric Sheep (fuente literaria de la película Blade Runner) y Minority Report. La ciencia ficción, como dice más de un crítico, se divide en dos épocas, antes y después de Dick.

The Pre-persons, una historia corta publicada en 1974, es su contestación a Roe v. Wade. Él imagina un Estados Unidos donde la eliminación de niños es legal en cualquier momento hasta la edad de 13 años. Está prohibido a partir de entonces, solo si el niño demuestra evidencia de haber adquirido un alma. Sin alma, no hay persona humana.

La evidencia de haber adquirido un alma, certificada por el Congreso, se revela por las habilidades del niño para realizar cálculos algebraicos simples, que se manifiestan alrededor de los 12 años. Doce es un año clave. Tienen hasta los 13 años para resolver con éxito la X. Los camiones del aborto merodean por las calles en busca de niños callejeros; los niños sin una identificación que confirme las habilidades del alma y algebraicas son eliminados.

La ley se ha enfrentado con pocas protestas, pero entre los que protestan se encuentra un graduado de Stanford cuyo hijo ha sido capturado. Él tiene aún un arma que usar. Aparece en un abortorio exigiendo su propia muerte. Afirma haber olvidado todas sus matemáticas, afirma que ya no puede hacer álgebra y, por lo tanto, afirma haber perdido su alma.

Es una historia absurda, por supuesto. Todas las historias de Dick son absurdas, hasta que lees una. Y después, aunque no sea creíble, al menos ya no parece completamente absurda. La edad de 12 años como límite para el aborto no es menos descabellada que “en cualquier momento durante el embarazo”. Dick afirmó que Pre-Persons le costó algunos amigos y le ganó algunos enemigos. Puede ser. Pero la paranoia, real o inducida, también fue uno de sus temas.

La repulsión moral de los personajes de ficción de la década de 1970 representados por Dick y Niven me parece hoy por desgracia anticuada. Si estos fueron cuentos de advertencia, no han advertido a nadie. Lo que escribieron estos futuristas, en general no molesta a nadie hoy.

Cosechamos partes del cuerpo de bebés no nacidos (algo así como ternera, si usted es Glig) y las vendemos con fines de investigación turbios con márgenes de beneficio considerables. Traficamos con los no nacidos. Un bebé abortado es un twofer comercial. El procedimiento del aborto en sí da beneficios, y los restos, los pequeños pedazos que genera un niño humano, también hacen ganar dinero.

Y por otro lado, decidir que los no nacidos no tienen alma, realmente no es tan diferente de la eliminación ficticia de los niños de 13 años que no pueden hacer álgebra. Por supuesto, ese era el punto de Dick, y el momento no importa.

Cuando aparecieron las dos historias, no estábamos muy lejos en el camino del aborto; la mayoría de nosotros no nos habíamos acostumbrado, todavía no. Todavía había un pequeño espacio para la indignación, el arrepentimiento y el asco. Ahora, poco menos de medio siglo después, hay al menos un filósofo que apoya públicamente el infanticidio, y en los Países Bajos, los niños hasta los 12 años pueden ser sometidos a la eutanasia pediátrica.

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