El aburrimiento tiene mensaje
En la sociedad actual, vivimos inmersos en una época de hiperestimulación, tanto física como mental. Así, por ejemplo, los padres tratan de llevar a sus hijos a múltiples actividades extraescolares para que no se queden atrás en el desarrollo de sus capacidades con respecto a sus compañeros.
Los adultos tratan de llenarse de planes y viajes estimulantes, series, películas en el cine y comidas en restaurantes distintos con una cierta frecuencia. ¿Pero para qué hacemos todo esto? ¿Cuál es el beneficio que obtenemos?
Si nos remontamos un par de siglos atrás, veremos cómo la lucha por los derechos de los trabajadores no había hecho más que empezar. Eran pocas las personas que tenían tiempo libre para desarrollar actividades que no produjeran ingresos, es decir, pocos tenían momentos de ocio.
La supervivencia se imponía, y la mayoría asimilaba pronto que la vida consistía en trabajar de sol a sol, con la única recompensa de sacar adelante a la familia. Con las vacaciones pagadas y las jornadas limitadas a un horario concreto, aparece el tiempo libre y, con él – ante la falta de ideas para llenarlo de actividades – surge el aburrimiento.
En los primeros momentos, el aburrimiento nace como una señal para redireccionar el foco de atención a nuevos elementos de interés. El tiempo en la vida es limitado y son muchas las cosas que se pueden aprender para tener una vida mejor aprovechada. ¿Pero para qué me sirve aburrirme?
El aburrimiento tiene mensaje
Nuestro cerebro nos envía una señal de cansancio ante la falta de estímulos suficientes como para mantener despierta nuestra atención en la tarea que estamos desarrollando. Esta falta de atención es perjudicial para la supervivencia. Por lo tanto, podemos interpretar el aburrimiento como un aviso para sacarnos de esa situación y volver a poner en marcha nuestra curiosidad e interés por la vida.
La falta de interés general trae consigo repercusiones para nuestra mente y nuestro cuerpo:
- disminuye la retención de los recuerdos,
- provoca fatiga mental,
- reduce las pulsaciones, etc.
Por ello, la sensación desagradable que experimentamos al aburrirnos es en realidad una llamada a la supervivencia. Algo así como si nuestro cerebro nos dijera: “¡Vuelve a la acción!”.
¡No tan rápido!
Sin embargo, aunque el aburrimiento es una llamada a un cambio de actividad, realizarlo de forma compulsiva, evitando a cualquier precio sentirlo, puede traer consecuencias mucho peores que el mero aburrimiento en sí.
Por ejemplo, cuando nos aburrimos de un trabajo, dejarlo inmediatamente podría traer problemas para nuestra economía; o aburrirnos de nuestra pareja, nos conduciría a perdernos la posibilidad de reinventarnos y profundizar en nuestra relación.
En este sentido, es aconsejable tomarse un tiempo prudencial para experimentar el aburrimiento y pensar simultáneamente la mejor forma de resolverlo.
El activismo sin fundamento solo puede llevarnos a tomar malas decisiones, en búsqueda de una adrenalina que, antes o después, terminará de nuevo en el aburrimiento, y nos pedirá una dosis de adrenalina mayor que la anterior.
Es la prisa por acabar con el aburrimiento la que nos ha llevado a conductas destructivas que, incluso, pueden desembocar en adicciones con el alcohol, el consumo de sustancias, comer por aburrimiento, etc.
Gestionar el aburrimiento desde la infancia
Al nacer, los niños viven en un mundo de hiperestimulación. Todo es nuevo para ellos, y hasta lo más sencillo cautiva su atención. Sin embargo, a medida que van tomando confianza con el entorno y las escenas se repiten una y otra vez, comienzan a experimentar el aburrimiento y se quejan efusivamente ante este sentimiento que les resulta nuevo y desagradable.
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Es en ese momento cuando los padres deben tratar de educar a sus hijos, proporcionándoles herramientas para salir del aburrimiento, que no siempre sean dejarles el móvil o la Tablet. Si se hace esto, será más difícil fomentar su imaginación y creatividad.
Permitiendo un tiempo delimitado de aburrimiento, los padres consiguen que sus hijos redescubran el interés que tienen las cosas que les rodean, para conocerlas a un nivel más profundo. Ya las conocían, pero esta vez podrán observar detalles que antes les pasaban por alto.
En el caso de los adultos, sucede igual. Si no nos tomamos un tiempo para aburrirnos, será mucho más difícil profundizar en lo que ya conocemos.
En definitiva, para sacar provecho del aburrimiento debemos sustituirlo por una acción que despierte nuestro interés, tomándonos el tiempo necesario para que esta nueva actividad sea constructiva para nosotros.