Una experiencia sobre el amor compartida en nuestro despacho de orientación familiar y matrimonia
Mis padres, aficionados a viajar, murieron en un fatal accidente de carretera, más en medio del dolor por su repentina perdida, sus hijos tuvimos el gran consuelo de saber que fueron muy felices y partieron juntos hacia el cielo.
Pasado un cierto tiempo, nos reunimos para rezar por ellos y ver nuestro álbum familiar. La intención era, gracias estos íntimos y amorosos recuerdos, reflexionar juntos sobre su personalidad y matrimonio. Estábamos muy unidos, era su más valioso legado.
Comenzamos con las fotografías captadas cuando aún no se conocían y terminamos con las más recientes. Casi todas recogían por escrito en su reverso algunas palabras.
Su amistad
Cuando comenzaba su amistad, ambos intercambian comentarios como: “Mira, esta es mi mascota” “estoy en tal lugar de vacaciones”, “en la biblioteca estudiando” , “haciendo deporte”. Son testimonio del inicio de una relación en la que se compartía cómo era su mundo individual. De esta manera se sentíanatraídos el uno por el otro.
Los que los conocimos sabemos que la amistad fue una primera dimensión de su amor, por las que acrecentaron siempre una rica individualidad convirtiéndola en don del uno para el otro.
Su noviazgo
Desde sus individualidades, adoptaron y conservarían para siempre, una actitud de conquista y complacencia en la reciprocidad de saberse un bien el uno para el otro. Fue en ellos una segunda dimensión de su amor.
Por ello, las imágenes y las palabras escritas cambian su tono e intención, donde resulta evidente su reciprocidad, al intercambiar regalos, recuerdos de viajes, postales con textos que comunican cariño, ternura y deseo de estar juntos.
En ocasiones, aparece algún reclamo sobre esto o aquello, que no había satisfecho al otro, y eso muestra que el destino de su amor corría aun el riesgo de estar sometido al juicio de una de las partes.
Algo que habrían de superar.
Su matrimonio
Sonreímos viendo las fotografías del evento, donde se ven seguros y dichosos, compartiendo con sonrisas y abrazos en su momento más feliz con familiares y amigos.
Como en todo matrimonio, en los años venideros vivieron los claroscuros de la vida conyugal, lo mismo por pruebas que llegaron de afuera, como por las que los sometió su propia humanidad.
Sin embargo, en sus últimas fotografías, ya en edad madura, aparecen muy juntos y sonriendo, con la serena dignidad de una vida lograda, pues para entonces, el suyo era ya un amor que había alcanzado su plena realidad.
Por entonces, hacía ya unos años, que al igual que habían engendrado a sus hijos; habían engendrado también un nuevo modo de pensar, actuar, vivir en un único “nosotros” en una tercera dimensión de su amor que solo a ellos pertenecía y compartían
Fue cuando en sus comunicaciones, al calce de la fotografías o cortas misivas, comienzan a aparecer las expresiones: “nuestra unión”, “nuestra vida”, “nuestros hijos”, “nuestra canción”, “nuestro hogar”…
El hogar
Mis padres asumieron el que los hijos serian su mayor lujo, y nuestro hogar siendo modesto en lo material, fue, ante todo, la hoguera domestica que irradiaba y materializaba su amor, en un espacio que humanizaron, al amueblarlo, decorarlo, embellecerlo para acoger y expresar su unidad amorosa conyugal y familiar.
Así, cada rincón de su hogar hablaba de una historia de comunidad de vida y amor, esmeradamente labrada.
Los hijos
Finalmente, con profunda emoción y ojos humedecidos, vemos la última fotografía de ellos con la dedicatoria: “a nuestros hijos”.
En su mirada palpamos como nos ven con sus corazones a través de la lente.
Bien sabemos que, en su historia de amor, la manifestación de lo “nuestro” de su unión alcanzada; se tradujo en la plena aceptación de los hijos, por quienes experimentaron gozo y dolor como lo más natural.
Y, para nosotros, el profundo sustento de nuestra identidad personal y familiar, fue que, ante todo fuero, un único nosotros, al amarse y amarnos.
Por ello y la gracia de Dios, mis hermanos y yo, alimentamos nuestro ser con tres amores:
- el que provenía de nuestra madre,
- el que provenía de nuestro padre
- el que brotaba de su íntima unidad.
De la tercera dimensión del amor.
Testimonio cedido a Despacho Profamilia
Consúltanos en: consultorio@aleteia.org