Su indicación médica tiene que ver con la aparición de síntomas que son refractarios a un tratamiento efectivo y producen sufrimiento en la persona enferma¿Has conocido a alguna persona muy enferma a la que los médicos hayan sedado antes de morir? ¿Te has hecho preguntas sobre la conveniencia de intervenir en un proceso natural con una decisión así? O en casos menos extremos, ¿cuándo conviene recurrir a la sedación paliativa?
Los obispos españoles ofrecen respuestas en el documento Sembradores de esperanza. Acoger, proteger y acompañar en la etapa final de esta vida, presentado en diciembre de 2019:
“La sedación paliativa será éticamente aceptable cuando exista una indicación médica correcta, se hayan agotado los demás recursos terapéuticos, se haya informado y dialogado con el paciente y su familia y contado con su consentimiento“.
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La sedación paliativa consiste en administrar fármacos en la dosis y combinaciones adecuadas, con la finalidad de disminuir la conciencia en un paciente en fase avanzada o terminal, para aliviar el sufrimiento causado por síntomas refractarios.
Esta sedación “no debe conllevar la suspensión de los cuidados básicos y debe ser periódicamente evaluada”.
Además, “previamente hay que posibilitar al paciente que pueda resolver sus eventuales obligaciones personales, civiles, profesionales, familiares, morales y religiosas”.
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Que no provoque intencionadamente la muerte
Pero “la cercanía de la muerte no es razón suficiente para aplicar una sedación paliativa. Su indicación tiene que ver con la aparición de síntomas que son refractarios a un tratamiento efectivo y producen sufrimiento en el enfermo“.
La práctica clínica revela que, en situaciones de enfermedad incurable, avanzada e irreversible, con un pronóstico de vida limitado o bien en situación de agonía, pueden aparecer síntomas refractarios, que se resisten al tratamiento indicado para controlarlo.
“Para esos casos y con el fin de aliviar su sufrimiento, se emplea la sedación paliativa: aunque el problema no se pueda tratar en directo, se puede hacer que el paciente disminuya su nivel de conciencia con ayuda de medicamentos de modo que no perciba dolor, sufrimiento o angustia intratables“, indica el documento de la Iglesia.
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Por tanto, la sedación paliativa es un tratamiento para situaciones concretas y no generalizadas, en las que “hay que saber administrar la medicación de modo que sea suficiente para sedar, pero no provoque intencionadamente la muerte”.
No es una actuación que deba emprenderse siempre cuando la vida se aproxima a su fin, sino cuando sea realmente necesario.
Practicarla por sistema difunde entre los familiares de los pacientes la impresión de que es el médico quien ya pone fin a la vida en situación terminal.
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Sedación paliativa profunda
En casos extremos, la “sedación paliativa profunda” busca la supresión total de la conciencia. Debe estar médicamente indicada, contando siempre con el consentimiento del paciente o, si no fuera posible, con el de sus familiares, en todo momento debidamente informados, excluida cualquier intencionalidad eutanásica y cuando el paciente haya podido resolver sus deberes morales, familiares y religiosos.
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Obviamente no hay que privar de la conciencia al enfermo si no existen motivos graves.
Además, la sedación paliativa profunda nunca debe comportar la suspensión de la atención y los cuidados básicos y debe evaluarse periódicamente su reversibilidad si mejora la situación clínica del enfermo.