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Francisco a obispos: amar a Dios se opone a la cultura del odio

POPE FRANCIS
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Vatican News - publicado el 23/02/20
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El Papa Francisco encontró este 23 de febrero a los obispos del Mediterráneo en la Basílica de San Nicolás en la ciudad de Bari, Italia, con ocasión del Encuentro “Mediterráneo, frontera de paz”. A ellos dirigió un discurso animándolos en el anuncio del Evangelio, el compromiso por el bien común y la paz.

Francisco dirigió un discurso a los obispos del Mediterráneo en el que les animó a continuar anunciando el Evangelio, actualizándolo a las situaciones que viven los diferentes países que comparten el mar Mediterráneo; les llamó a un mayor compromiso por el bien común y a empeñarse en potenciar dinámicas que permitan llegar a la paz.

“Mediterráneo, frontera de paz”

El Papa Francisco comenzó su discurso reconociendo la importancia de esta iniciativa: “la acepté inmediatamente con alegría, viendo en ella la posibilidad de iniciar un proceso de escucha y diálogo, mediante el cual contribuir a la construcción de la paz en esta zona destacada del mundo. Por esta razón, quería estar presente y dar testimonio del valor que tiene el nuevo paradigma de fraternidad y colegialidad, del cual vosotros sois expresión.

Bari, afirma el Papa, es una diócesis que “siempre ha mantenido vivo el diálogo ecuménico e interreligioso, trabajando incansablemente para establecer lazos de estima y de fraternidad mutua”.

El Mediterráneo: lugar de encuentro y de oportunidad para vivir en armonía

El Papa subrayó la historia común que se ha ido construyendo a lo largo del tiempo por los pueblos mediterráneos. “El Mare nostrum es el lugar físico y espiritual en el que se formó nuestra civilización, como resultado del encuentro de diferentes pueblos”, afirmó. El disfrute de esta región, insistió, solo es posible “viviendo en armonía”.

Esta región del mundo, afirma Francisco, muestra algunos rasgos particulares: “En este epicentro de profundas líneas de ruptura y de conflictos económicos, religiosos, confesionales y políticos, estamos llamados a ofrecer nuestro testimonio de unidad y paz. Lo hacemos a partir de nuestra fe y de la pertenencia a la Iglesia, preguntándonos qué contribución podemos ofrecer, como discípulos del Señor, a todos los hombres y mujeres de la zona mediterránea”.

La comunidad cristiana y la transmisión del Evangelio

El Papa insistió a los obispos que “el anuncio del Evangelio no puede separarse del compromiso por el bien común y nos empuja a actuar como perseverantes constructores de la paz. Hoy el área del Mediterráneo está amenazada por muchos focos de inestabilidad y guerra, tanto en Oriente Medio como en varios Estados del norte de África, y también entre diferentes grupos étnicos o grupos religiosos y confesionales. Tampoco podemos olvidar el conflicto, aún sin resolver, entre israelíes y palestinos, con el peligro de soluciones no equitativas y, por lo tanto, amenazantes de nuevas crisis”.

El Papa subrayó la importancia del patrimonio custodiado por las comunidades cristianas, particularmente el relacionado con la piedad popular, de la que afirmó: “la devoción del pueblo es principalmente una expresión de fe sencilla y genuina”.

El objetivo de la sociedad humana es la paz

“La guerra (…) es contraria a la razón”, afirma Francisco porque desvía recursos que pueden servir para las “funciones vitales de una sociedad, como el apoyo a las familias, a la salud y a la educación” y añade: “es una verdadera locura, porque es irracional destruir casas, puentes, fábricas, hospitales, matar personas y aniquilar recursos en vez de construir relaciones humanas y económicas”. Más adelante en su discurso vuelve a insistir: “La guerra se presenta como el fracaso de todo proyecto humano y divino: basta con visitar un lugar o una ciudad, escenarios de conflicto, para darse cuenta de cómo, a causa del odio, el jardín se convierte en una tierra desolada e inhóspita y el paraíso terreno en un infierno”.

Para Francisco, “La construcción de la paz (…) tiene la justicia como premisa esencial”. Por eso, subraya: “La justicia se ve obstaculizada, además, por la cultura del descarte, que trata a las personas como si fueran cosas, y que genera y aumenta las desigualdades; así que, de modo escandaloso, en las costas del mismo mar viven sociedades de la abundancia y otras en las que muchos luchan por la supervivencia”. En este contexto, el Obispo de Roma resaltó el aporte que cada diócesis y parroquia hace buscando reducir el sufrimiento de muchas personas.

Búsqueda del bien común, el otro nombre de la paz

Citando al académico y político italiano, Giorgio La Pira, el Papa afirmó: “Hay que dejarse guiar por las expectativas de los pobres” en la búsqueda del bien común e insiste: “Este principio —que jamás puede ser identificable en base a cálculos o a razones de conveniencia—, si se toma en serio, permite un cambio antropológico radical, que hace a todos más humanos”; por eso el Santo Padre se pregunta: “¿para qué sirve una sociedad que siempre logra nuevos resultados tecnológicos, pero que se vuelve menos solidaria con quien pasa necesidad?”. Son los que sufren, los más débiles, el criterio para buscar el bien común.

El papa puso en evidencia que esto sucede en el Mediterráneo: “están los que huyen de la guerra o dejan su tierra en busca de una vida humana digna”, así como los jóvenes que parten y dejan sus países.

La retórica del choque de civilizaciones no contribuye a construir la paz, afirmó Francisco: “sólo sirve para justificar la violencia y alimentar el odio. El incumplimiento o, en cualquier caso, la debilidad de la política y el sectarismo son causas del radicalismo y del terrorismo. La comunidad internacional se ha quedado en intervenciones militares, mientras que debería construir instituciones que garanticen la igualdad de oportunidades y lugares donde los ciudadanos tengan la posibilidad de asumir el bien común”.

Acoger al que huye

“No aceptemos nunca que quien busca la esperanza cruzando el mar muera sin recibir ayuda o que quien viene de lejos sea víctima de explotación sexual, sea explotado o reclutado por las mafias”, insistió Francisco, al mismo tiempo que recordó la identidad del Mediterráneo: “tiene una vocación peculiar en este sentido: es el mar del mestizaje, «culturalmente siempre abierto al encuentro, al diálogo y a la inculturación mutua”.

Valor teológico y antropológico del diálogo

“Escuchar al hermano, afirma Francisco, no es solamente un acto de caridad, sino también una forma de disponernos para oír al Espíritu de Dios, quien ciertamente actúa en el otro y habla más allá de las fronteras, donde a menudo estamos tentados a encadenar la verdad”, por eso, insiste: “Es necesario desarrollar una teología de la acogida y del diálogo que reinterprete y vuelva a proponer la enseñanza bíblica”.

Los extremismos niegan la dignidad del hombre

Francisco afirma que “los extremismos y los fundamentalismos niegan la dignidad del hombre y su libertad religiosa, causando una decadencia moral y alentando una concepción antagónica de las relaciones humanas. Además, es por esta razón que se necesita con urgencia un encuentro más vivo entre las diferentes religiones, impulsado por un respeto sincero y por una apuesta por la paz”.

Contrario a la visión extremista, que excluye al otro, el Papa subraya: “Los que juntos se ensucian las manos para construir la paz y la acogida, ya no podrán combatir por razones de fe, sino que recorrerán los caminos del diálogo respetuoso, de la solidaridad mutua y de la búsqueda de la unidad”.

El Papa se despidió de los obispos animándoles a seguir trabajando, a seguir el ejemplo de Jesús y a reconstruir donde todo pareciera estar destruido: “Esta es la tarea que el Señor os confía para esta amada zona del Mediterráneo: reconstruir los lazos que se han roto, levantar las ciudades destruidas por la violencia, hacer florecer un jardín donde hoy hay terrenos áridos, infundir esperanza a quienes la han perdido y exhortar a los que están encerrados en sí mismos a no temer a su hermano. Que el Señor acompañe vuestros pasos y bendiga vuestra obra de reconciliación y de paz”.

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