En las Sagradas Escrituras, existe una frecuente relación entre el número 40 y los periodos de preparación, espera y cambio:
- Dios hizo llover 40 días y 40 noches en tiempos de Noé (Gn 7,4);
- Moisés pasó 40 días de ayuno en el Monte Sinaí, a solas con Dios (Ex 24,18);
- El pueblo de Israel pasó 40 años en éxodo por el desierto rumbo a la Tierra Prometida (Nm 14,33);
- Elias pasó 40 días y 40 noches caminando hasta el Monte Horeb (1 R 19,8);
- Israel vivió 40 años de paz bajo los jueces (Jue 3,11);
- Duraron 40 años los reinados de Saúl (Hch 13,21), David (2 S 5,4-5) y Salomón (1 R 11,42), los tres primeros reyes de Israel;
- Jonás profetizó 40 días de juicio para que Nínive se arrepintiera (Jon 3,4);
- Jesús fue llevado por María y José al templo 40 días después de su nacimiento (Lc 2,22);
- Jesús ayunó durante 40 días en el desierto, donde fue tentado por el demonio (Mt 4,1–2; Mc 1,12–13; Lc 4,1–2);
- Durante 40 días, Jesús resucitado enseñó a los discípulos antes de subir al cielo y enviar el Espíritu Santo (Hch 1,1-3).
Hay también quien considera que Jesús estuvo físicamente muerto durante aproximadamente 40 horas: de las 3 de la tarde del viernes hasta alrededor de las 7 de la mañana del Domingo de Resurrección, pero en la Biblia no se menciona la hora en que Él resucitó.
Cuaresma
En relación a la Cuaresma, se trata de un tiempo litúrgico abiertamente vinculado con el número 40 que ya se encuentra en su nombre, dado que la palabra "cuaresma" viene del latín "quadragesima dies", que literalmente significa "cuadragésimo día" y hace referencia al periodo de 40 días entre el Miércoles de Ceniza y el Domingo de Ramos, en que comienza la Semana Santa.
En la audiencia general del 22 de febrero de 2012, el papa Benedicto XVI habló del significado litúrgico de los "cuarenta días de la Cuaresma", resumiéndolos así:
“Se trata de un número que expresa el tiempo de espera, de purificación, del regreso al Señor y de la conciencia de que Dios es fiel a sus promesas".