A las ocho de la tarde, los españoles que llevan días confinados en sus casas salen a los ventanas, balcones y terrazas de sus casas para aplaudir a quienes luchan contra el coronavirus
Llevamos varios días encerrados y las tensiones empiezan a hacer mella en las familias.
Los adolescentes se refugian en las videollamadas con amigos para quejarse de lo hartos que están en casa. Alguno hasta dice: “Nunca pensé que dijera esto: quiero volver al colegio”. Los niños pequeños pasan del llanto a la risa y de la risa al llanto. Necesitan airearse para no ponerse histéricos en casa, pero hay que entretenerles como sea, porque no pueden salir.
Los padres empiezan a ponerse nerviosos intentando conciliar esta situación de encierro obligatorio con sus trabajos ( los que pueden teletrabajar). Mientras con una mano atienden llamadas y con la otra teclean el ordenador, atienden a los niños y hacen la comida.
La convivencia en sí misma, hace que a la mínima pueda surgir una discusión y nos altere esa paz familiar, a veces contenida…..
Con este panorama, no me quiero ni imaginar lo que puede ser esto dentro de una semana.
Lo único que apelo es a la sensatez del ser humano, al buen corazón de los hombres y a la buena voluntad por intentar crecer y ser mejores personas. Y es de estas situaciones de donde podemos sacar nuestra mejor versión, también para los que conviven con nosotros.
Ahora mismo, cada día, desde nuestras casas, intentando que nuestro lugar de encierro, grande o pequeño, sea un hogar.
Muchas personas están redescubriendo a sus familias. Se están reenamorándo de los suyos. Están dándose cuenta de que su hijo, el que está lleno de granos y sólo parecía que miraba al móvil y estaba empanado, es un chico ingenioso y simpático,que hasta atiende su hermano pequeño y le deja jugar una partida con él a algún juego de la play y, si está de buenas, hasta le deja ganar. Ven como otra de nuestras hijas ha preparado un bizcocho para la el desayuno de mañana para toda la familia, aunque a continuación esté pegando voces por la casa porque no la entendemos. O les hace reír el pequeño que se disfraza de médico para detectar el coronavirus ( después de tantas noticias que ha visto) y en clave de humor se pasea por la casa a lo Groucho Marx diciendo cosas ininteligibles. Aún así esto no quita que de vez en cuando surjan las tensiones típicas de tantas horas juntos…
En muchos casos nos queda que den las 20.00 para salir a las terrazas a aplaudir por todas esas personas que están dándolo todo por ayudarnos y salvar vidas.
Este es un momento emocionante en el día, donde al menos por unos minutos vemos que vecinos, bloques de edificios y calles enteras se llenan de aplausos, de sonrisas y de buen rollo para algo bueno, sí algo bueno: saber que no estamos solos, que todos remamos en la misma dirección y que juntos podremos superar esta pandemia, si cada uno aporta su granito de arena, en su entorno, a pesar de los pesares, contribuyendo en su ambiente a ser mejores.
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Es difícil verlo cuando uno está inmerso en una bronca con su hijo adolescente que no atiende a razones porque sus hormonas se lo impiden o a un hijo pequeño que sólo reclama atención porque necesita salir. Pero al menos ese momento nos une. Cuando alguien dice: “¡Son las 20.00!” y salimos todos juntos a aplaudir y, nos mirarnos con los ojos emocionados, incluso con lágrimas y sabemos apreciar qué es lo verdaderamente importante.
Ahora estamos aprendiendo que en el ambiente de familia es donde el amor cobra vida, donde precisamente porque vivimos y compartimos, surgen los reproches, las diferencias y las discusiones, las risas y los llantos, donde manifestamos lo que somos y donde podemos crecer como personas.
Si cuando esto ocurre somos capaces de parar un momento, mirarnos hacia dentro y ver qué es lo verdaderamente importante, seremos capaces de volver a los nuestros y pedirles perdón. Perdón por esas tensiones quizás aumentadas por el roce de esta convivencia forzada y forzosa. Un perdón sincero que tienda puentes entre nosotros y que nos haga crecer junto a los nuestros en ese hacer familia que nos brinda este coronavirus.
Al menos en ese aplauso de las 20.00, las familias vuelven a ser familia unida, pese a las diferencias y la sociedad mira junta en la misma dirección.