‘La gente antes nos consideraba como apestados, ahora rehuyen de nosotros como si fuéramos el virus’. Entrevista a voluntaria de la Comunidad de San Egidio en Roma en plena emergencia de la pandemia por Covid-19 La Comunidad de San Egidio ha lanzado en Roma la campaña “no dejemos a nadie solo” para intensificar la caridad a favor de los más vulnerables, especialmente dirigida a personas sin techo y abuelos y abuelas abandonados a su suerte. La cuarentena para ellos es inimaginablemente más difícil; triste, solitaria y precaria, entre marginación, miedo y olvido.
“Una señora anciana que vive en la calle refiere: ‘la gente antes nos consideraba como apestados, ahora rehuyen de nosotros como si fuéramos el virus’…”, cuenta a Aleteia, la voluntaria, Stella Cervogni, 38 años, que escucha a menudo estas historias al acoger nuevos huéspedes. Por ejemplo en la Iglesia de San Callisto, en la turística Trastevere, abierta como refugio nocturno.
En la emergencia de pandemia por coronavirus, en la diócesis de Roma, los centros de asistencia para ayudar a los pobres no cierran, escuchando el llamado del papa Francisco.
Papa Francisco siempre ha tenido una especial preocupación por la situación con los pobres (Galería)
Por todo ello los voluntarios doblan sus turnos y están disponibles en más horarios, incluso en las madrugadas, para llevar a la puerta comida y medicinas a las personas mayores o alcanzando sandwichs, frutas y latas de atún a aquellas sin hogar.
Todo además para reforzar la actividad de centros de acogida, comedores, hostales, ambulatorios, lavadoras de ropa comunitarias, el servicio de duchas, de barbería, abiertos por voluntad del Papa en varias zonas de Roma y bajo la Columnata del Bernini en Plaza de San Pedro. “Estamos buscando dar, en lo posible, alojamiento a todas las personas que no tienen una casa”.
Así, como ocurrió, a un joven que pedía limosna de frente a un supermercado, traído por un italiano de buen corazón a un hostal gestionado por la comunidad de San Egidio. El joven además estaba enfermo de cáncer, bajo tratamiento de quimioterapia, sin una casa y quien lo asistiera. “Esto significa que en las condiciones actuales él estaba condenado a muerte. Por eso, necesitamos ayudar a más gente posible”, añadió Stella.
Los centros de San Egidio continúan abiertos con la atención de respetar las normativas sanitarias del gobierno italiano por el coronavirus: distancias de seguridad entre las personas, uso de mascaras y guantes, uso de gel para higienizar, lavado con desinfectante y saneamiento de los espacios, entre otras medidas.
“Estamos intensificando nuestros esfuerzos, las personas sin hogar son las que sufren más, pues no tienen una casa donde refugiarse, pues sobreviven de la apertura de centros que, lamentablemente, en estos días están cerrados y de limosna, que ya no reciben, pues no se encuentra a nadie por la calle. Nosotros seguimos abriendo nuestros comedores, aumentamos los horarios”, afirma Stella.
En una ciudad desierta, acabar con la soledad de los ancianos es otro objetivo prioritario del grupo de jóvenes voluntarios de San Egidio, comentó la voluntaria, pero qué con el coronavirus han tenido que cambiar de estrategia: ahora estos ‘ángeles’ de los ancianos que viven solos, tienen que ingeniárselas, han conformado una red telefónica para saber cómo están y qué necesitan.
Casi como nietos amorosos estos jóvenes telefonistas de la caridad llaman y, si es necesario, van a comprar medicinas, alimentos u otros bienes para llevar a los abuelos y las abuelas que los solicitan y con los que conversan al teléfono, entre una sonrisa, escucha activa y palabras de cariño, aunque sea a la distancia. Allá donde no hay vecinos o personas que se preocupen por ellos hay una voz amiga del otro lado de la línea.
Se trata de universitarios que antes de la emergencia de la pandemia, durante el resto del año, ya iban a visitar a los ancianos a sus casas, hospitales y otros lugares para hacerles compañía. En este momento de emergencia, los jóvenes voluntarios también escriben cartas a los miles de ancianos que hacen parte del programa: “Vivan los ancianos” de la comunidad de San Egidio, activo en dos barrios de la periferia romana para auxiliar a los mayores de 70 años.
Stella Cervogni dice que trae la fuerza para ayudar a los demás del Evangelio vivo en las ciudades golpeadas por la epidemia, allá donde con convicción personas con fe se unen para aplicar la misericordia de Dios, especialmente por los más pobres y vulnerables.
Ellos piden también de no dejarlos solos. La comunidad de San Egidio necesita ayuda: https://dona.santegidio.org/iniziativa/emergenza-coronavirus