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Cómo el cristianismo nació en las casas particulares

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Philip Kosloski - publicado el 27/03/20
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En los primeros siglos, a los cristianos no se les permitía celebrar su fe públicamente y se los obligaba a "guardar el domingo" en casa

En los primeros siglos, a los cristianos no se les permitía celebrar su fe públicamente y se los obligaba a “guardar el domingo” en casa

Si bien el cristianismo se asocia más comúnmente con iglesias grandes y hermosas donde la liturgia se celebra regularmente, al principio era una historia muy diferente.

Los cristianos fueron minoría durante los primeros siglos, y fueron perseguidos por casi todos los demás.

Además, no tenían recursos para erigir iglesias grandes y grandiosas. En cambio, mantuvieron la fe y se reunieron en casas particulares.


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“Partían el pan en sus casas”

La Enciclopedia Católica afirma:

“Que los primeros lugares dedicados al culto cristiano fueron las habitaciones en viviendas privadas se admite en todas las fuentes … la afirmación en sí misma apenas necesita pruebas”.

La evidencia de esto se encuentra incluso en el Nuevo Testamento, especialmente en los Hechos de los Apóstoles.

Íntimamente unidos, frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en sus casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón (Hechos 2,46)

Se cree que las cartas de san Pablo están dirigidas a congregaciones de cristianos que se reunían en las casas de los demás para la Eucaristía.

“Las Iglesias de la provincia de Asia les envían saludos. También los saludan en el Señor, Aquila y Priscila, junto con los hermanos que se congregan en su casa”. (1 Corintios 16,19)

Estas reuniones generalmente se llevaban a cabo en casas más grandes, pero estas casas solo podían acomodar alrededor de 40-50 personas.

Esto significa que estas “iglesias” eran bastante pequeñas y los pastores locales atendían las necesidades de solo un puñado de familias.

Sin embargo, una vez que el cristianismo ya no estuvo bajo persecución, la Iglesia creciente necesitaba construir edificios mucho más grandes para albergar a todos los fieles.

Ya no se necesitaban casas particulares y la misa se podía celebrar abiertamente sin ninguna amenaza.

Curiosamente, este no ha sido un episodio aislado: durante la historia, cada vez que el cristianismo no se podía practicar en público, los cristianos volvían a reunirse en las casas, sobreviviendo así la Iglesia a muchas pruebas.

¿Podría suceder lo mismo durante la epidemia de coronavirus, haciendo de cada hogar cristiano una pequeña iglesia?


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