Las imponentes y masivas procesiones de Popayán y Mompox debieron ser suspendidas
Por primera vez en más de 450 años las calles de Popayán y Mompox no verán pasar a Jesús Nazareno, la Virgen Dolorosa o la Verónica durante la Semana Santa. Este año no vistieron a los santos, los nazarenos no cargarán las pesadas imágenes en madera ni los músicos harán sonar melodías sacras en sus trompetas.
Como una medida para evitar la propagación de Covid-19 se suspendieron las tradicionales celebraciones religiosas y culturales que son el sello principal de estas dos ciudades colombianas y que durante más de cuatro siglos han reunido a sus habitantes y a miles de visitantes. La de Popayán nació en 1556 y la de Mompox en 1564 y ambas se originaron en tradiciones españolas.
A cambio, mudaron la música, los pregones y los mensajes a las emisoras radiales, redes sociales, canales de televisión y bendiciones solitarias de los párrocos, como una forma de llevar esperanza y mantener vivas tradiciones.
Procesiones de 464 años
Monseñor Luis A Rueda, arzobispo de Popayán (suroccidente del país), aseguró que aunque no se llevarán a cabo los actos acostumbrados durante la Semana Mayor, “la iglesia que peregrina en el Cauca se mantiene unida a sus 92 parroquias, realizando las celebraciones de forma diferente y llegando a las casas en tono de ánimo, consuelo y esperanza”.
“Debimos tomar una decisión supremamente triste, suspender una celebración que ha tenido presencia en las calles de la ciudad por 464 años”, dijo a Aleteia Guillermo Ospina, presidente de la Junta Permanente Pro Semana Santa de Popayán, y anunció que harán eventos digitales a las mismas horas programadas para los actos religiosos.
“Sabemos que no es lo mismo ver una procesión en medio de la calle, con el característico olor a incienso y escuchando nuestra música procesional”, agregó, pero a través de transmisiones en directo por Facebook los pregoneros darán sus mensajes, los conocedores explicarán en sentido de cada actividad y se compartirán videos de años anteriores.
Las procesiones en esa ciudad son el sello que los identifica culturalmente y así fue reconocido por la Unesco, que en el año 2009 las reconoció como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Para sus habitantes son motivo de orgullo, ellos son conscientes del compromiso de preservar la tradición y, como dice don Guillermo, “vivimos el año entero pensando en esto, hablando de esto y trabajando para esto”.
Este año la procesión de la Virgen de los Dolores se recordó con un conversatorio, así como la Misa del Carguero del lunes santo. Tal vez una de las actividades que más extrañaron sus feligreses este Domingo de Ramos es la tradicional Bajada del Amo, como llaman a la bajada de la imagen del Amo Ecce Homo, patrono de Popayán, de la iglesia de Belén hacia la Catedral.
De martes a sábado se realizan programas digitales sobre cada una de las procesiones: Virgen de los Dolores, del Amo Jesús, Cristo de la Veracruz, Santo Sepulcro y Nuestro Señor Resucitado.
Además de lo que representa para los católicos, esta suspensión representa una gran afectación para la dinámica económica de la ciudad, porque durante la semana mucha gente vende sus productos, mejora sus ingresos y hace ahorros para tener la estabilidad familiar el resto del año.
Dos pasos adelante y uno atrás
En Santa Cruz de Mompox, al norte de Colombia y orillas del río Magdalena, las procesiones de la Semana Santa salen cada año a hombros de sus habitantes, quienes marchan hasta nueve horas, dando dos pasos adelante y uno atrás, al son de la música de tradición francesa con arreglos de músicos de la región.
Es la magna celebración de esta ciudad, Monumento Nacional y Patrimonio de la Humanidad. “Es un catecismo vivo en el que aprendemos desde niños, porque estas procesiones están compuestas por imágenes de gran tamaño y en cada uno de los pasos revivimos la pasión de Cristo”, dijo a Aleteia Cruz María Campo, presidenta de Corposanta, encargada de la coordinación logística de la celebración litúrgica y paralitúrgica y apoyo de los párrocos de las siete iglesias del municipio.
“Nuestra Semana Santa se inicia desde el Jueves de Dolores con una procesión muy nuestra que la llamamos el Paso Robao y termina el lunes de Pascua con el regreso de nuestro Jesús Nazareno, que en la tierra se le dice Pae Jesú, hasta su nicho en la iglesia matriz de la Inmaculada Concepción”, explicó Cruz Campo.
Es una tradición para vivirla con los cinco sentidos: “huele a Semana Santa” dicen sus habitantes cuando perciben el delicioso olor de la palma purumuta, con la que decoran las procesiones. También es propio de la época el sonido de las trompetas de los nazarenos, que entonan notas tristes por el sufrimiento y la muerte de Jesús; la comida, el recogimiento de la gente y los elementos autóctonos que se mezclan con los ingredientes barrocos llegados de España.
Antes de las medidas de confinamiento decretadas por el gobierno colombiano, en la Villa de Mompox alcanzaron a celebrar las procesiones de los tres primeros viernes de Cuaresma. Cada una de las semanas anteriores a la Semana Mayor tiene un nombre acorde con la liturgia: de la Tentación, de los Cinco Panes, de Lázaro, de la Samaritana, de Dolores y del Calvario.
La que no se puede celebrar es la Semana Santica, el semillero para la Semana Mayor, donde los niños son protagonistas como herederos de la tradición. Desde hace 24 años ellos participan con sus procesiones chiquitas, las cuales salen los días previos al Domingo de Ramos.
La única demostración pública de fe será la procesión que uno de los párrocos hará en solitario el Jueves Santo con Jesús Sacramentado bajo el palio, para recorrer varias calles y dar la bendición a los habitantes de esta villa, confiada a la protección de la Santa Cruz.
La individual procesión con la antigua custodia irá desde la Inmaculada Concepción hasta el templo San Juan de Dios mientras las familias, con cirios encendidos, la verán pasar desde los ventanales de hierro forjado y portones de madera, para pedirle a Dios que los mire con ojos de piedad y les permita el próximo año reencontrarse con más fe y devoción para continuar viviendo esta tradición.