Antes de su conversión al cristianismoLa conocemos por ser filósofa, copatrona de Europa, judía convertida al cristianismo, monja carmelita. Pero la pensadora Edith Stein (1891-1942) , la mente brillante que disertó sobre la empatía y sobre el estado y la noción de pueblo, durante la 1a Guerra Mundial, abandonó los libros, lo dejó todo y se fue de voluntaria enfermera.
Justo un mes de abril, como el nuestro. Era el año 1915. El hospital militar de Mährisch-Weisskirchen en Austria estaba lleno de enfermos y heridos.
Cuando inicia la 1a guerra mundial reconoce que “ahora ya no tengo una vida propia”. Se apuntó a un curso de enfermería en el hospital donde trabaja su hermana Erna, determinada a ir a servir a su pueblo en guerra. Los hombres en aquel momento histórico se fueron de soldados o de voluntarios. Ella no quiso ser menos, por la conciencia que tenía de trabajar para el bien común, y también para no quedarse indiferente a lo que estaba ocurriendo.
La madre de Edith Stein, una severa viuda judía que llevaba el negocio familiar, se opuso a la idea de servir como enfermera, pero ella fue igualmente. Su madre le dijo claramente que no iría con su consentimiento, y Edith replicó que lo haría “sin tenerlo”. Al cabo de pocos días, mientras hacía la maleta para irse, la madre, que había estado preocupada y silenciosa después de esta disputa familiar, la ayudó con los preparativos.
También un profesor de griego de Edith Stein quiso disuadirla, diciéndole que ya que no tenía padre (el padre de Edith murió cuando ella era muy pequeña), se sentía con el deber de decirle, como si fuera su padre, que la reputación de las enfermeras en estos hospitales no era buena. Edith tampoco le hizo caso y se fue.
Escribe ella misma: “Se me asignó el Pabellón de enfermos del tifus… A los dos semanas de estar en este pabellón, me tocó servicio nocturno… La pequeña polaca me vino a buscar llena de miedo, en la primera noche, para atender a un moribundo. Yo avisé rápidamente al medico que estaba al lado también de guardia entre tanto le puse una inyección. Era la primera vez que veía morir a alguien”.
Su labor era atender a los ingresados en la sección de enfermos de tifus y prestaba servicio en el quirófano, viendo morir a hombres en la flor de su juventud. Al cerrar el hospital militar en 1916, siguió al filósofo y maestro Edmund Husserl a Friburgo donde obtuvo el doctorado con una tesis Sobre el problema de la empatía.
Lo que pasó después es más conocido. Esta pensadora de origen judío conoció el cristianismo, entró en el Carmelo de Colonia (su nombre religioso es Teresa Benedicta de la Cruz), dejó una obra filosófica ingente y en pleno delirio nazi fue trasladada a Auschwitz, donde fue exterminada en 1942. El 9 de agosto es su fiesta, y es una de las copatronas de Europa. Juan Pablo II la proclamó santa en 1998.
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