En la homilía de este martes en Santa Marta, Francisco reza: que el Señor nos ayude a ser justos en nuestros juicios, a no empezar o seguir esta condena masiva que provoca la habladuría
En este tiempo, cuando empezamos a tener disposiciones para salir de la cuarentena, le pedimos al Señor que le dé a su pueblo, a todos nosotros, la gracia de la prudencia y la obediencia a las disposiciones, para que la pandemia no vuelva.
En su homilía, el Papa comentó el pasaje de hoy de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 7:51-8:1), en el que Esteban habla con valentía al pueblo, a los ancianos y a los escribas, que lo juzgan con falsos testimonios, lo arrastran fuera de la ciudad y lo apedrean.
“Hicieron lo mismo con Jesús también,” afirma el Papa, “tratando de convencer a la gente de que era un blasfemo”. “Es una bestialidad empezar de testimonios falsos para ‘hacer justicia’: noticias falsas, calumnias, que incitan a la gente a ‘hacer justicia’, es un verdadero linchamiento“.
Así lo hicieron con Esteban, usando a un pueblo que fue engañado. Así sucede con los mártires de hoy, como Asia Bibi, durante muchos años en prisión, juzgada por calumnia.
Frente a la avalancha de falsas noticias que crean opinión, a veces no se puede hacer nada. Pienso en el Holocausto, dijo el Papa: la opinión se creó en contra de un pueblo para acabar con él.
Luego está el pequeño linchamiento diario que trata de condenar a la gente, de crear una mala reputación, el pequeño linchamiento diario de habladuría que crea opiniones para condenar a las personas.
La verdad, en cambio, es clara y transparente, es el testimonio de lo verdadero, de aquello en lo que se cree.
Pensemos en nuestro lenguaje: muchas veces con nuestros comentarios comenzamos un linchamiento semejante. Incluso en nuestras instituciones cristianas hemos visto tantos linchamientos cada día que nacieron de las habladurías…
Roguemos al Señor -es la oración conclusiva del Papa- para que nos ayude a ser justos en nuestros juicios, a no empezar y seguir esta condena masiva que provoca la habladuría.
El martirio de Esteban
En la primera lectura de estos días escuchamos el martirio de Esteban: una cosa simple, cómo sucedió. Los Doctores de la Ley no toleraban la claridad de la doctrina, y como salió, fueron a pedirle a alguien que dijera que habían oído que Esteban blasfemaba contra Dios, contra la Ley. Y después de eso, se abalanzaron sobre él y lo apedrearon, así de sencillo.
Es una estructura de acción que no es la primera: también con Jesús hicieron lo mismo. El pueblo que estaba allí trató de convencer de que era un blasfemo y gritaron: “Crucifíquenlo”. Es una bestialidad.
Una bestialidad, partir de falsos testimonios para llegar a “hacer justicia”. Ese es el patrón. Incluso en la Biblia hay casos como este: a Susana hicieron lo mismo, a Nabot hicieron lo mismo, luego Aman trató de hacer lo mismo con el pueblo de Dios…
Noticias falsas, calumnias que encienden al pueblo y piden justicia. Es un linchamiento, un linchamiento de verdad.
Y así, [lo] llevan al juez, para que este le dé forma legal a esto: pero ya llega juzgado, el juez debe ser muy, muy valiente para ir en contra de un juicio tan popular, hecho a propósito, preparado.
Este es el caso de Pilatos: Pilatos vio claramente que Jesús era inocente, pero vio a la gente, se lavó las manos.
Es una forma de hacer jurisprudencia. Incluso hoy en día vemos esto: también hoy, en algunos países, cuando se quiere dar un golpe de Estado o sacar a algún político para que no vaya a las elecciones o así, se hace esto: noticias falsas, calumnias, entonces se cae en un juez de los que les gusta crear jurisprudencia con este positivismo “situacionista” que está de moda, y luego se condena.
Es un linchamiento social. Y así se le hizo a Esteban, así se le hizo al juicio de Esteban: llevan a juzgar a uno ya juzgado por el pueblo engañado.
Esto también sucede con los mártires de hoy: que los jueces no tienen la oportunidad de hacer justicia porque ya están juzgados.
Pensemos en Asia Bibi, por ejemplo, que hemos visto: diez años de prisión porque fue juzgada por una calumnia y un pueblo que quiere su muerte.
Frente a esta avalancha de falsas noticias que crean opinión, muchas veces no se puede hacer nada: no se puede hacer nada.
Pienso mucho, en esto, en la Shoah. La Shoah es un caso de este tipo: se creó una opinión en contra de un pueblo y luego fue normal: “Sí, sí: hay que matarlos, hay que matarlos”. Una forma de proceder para acabar con la gente que molesta, que estorba.
Todos sabemos que esto no es bueno, pero lo que no sabemos es que hay un pequeño linchamiento diario que intenta condenar a las personas, crear una mala reputación a las personas, descartarlas, condenarlas: el pequeño linchamiento diario de las habladurías que crea una opinión.
Y muchas veces uno escucha hablar mal de alguien, dice: “¡Pero no, esta persona es una persona correcta!”… “No, no: se dice que…”, y con ese “se dice que” se crea una opinión para acabar con una persona.
La verdad es otra: la verdad es el testimonio de lo verdadero, de las cosas que una persona cree; la verdad es clara, es transparente. La verdad no tolera las presiones.
Veamos a Esteban, mártir: el primer mártir después de Jesús. Primer mártir.
Pensemos en los apóstoles: todos han dado testimonio. Y pensemos en muchos mártires -incluso el de hoy, san Pedro Chanel -; fue la habladuría allí, lo que creó que estaba en contra del rey… se crea una fama, y es asesinado.
Y pensemos en nosotros, en nuestro lenguaje: tantas veces nosotros, con nuestros comentarios, empezamos un linchamiento de este tipo. Y en nuestras instituciones cristianas, hemos visto tantos linchamientos diarios que nacieron de las habladurías.
Que el Señor nos ayude a ser justos en nuestros juicios, a no empezar o seguir esta condena masiva que provoca la habladuría.
El papa Francisco terminó la celebración con la adoración y la bendición eucarística, invitando a hacer la comunión espiritual. A continuación, se encuentra la oración recitada por el Papa:
A tus pies, oh Jesús mío, me postro y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón contrito que se abandona en su nada y en tu Santa presencia. Te adoro en el sacramento de tu amor, la inefable Eucaristía. Deseo recibirte en la pobre morada que mi corazón te ofrece; esperando la felicidad de la comunión sacramental, quiero poseerte en espíritu. Ven a mí, oh Jesús mío, que yo vengo a Ti. Que tu amor inflame todo mi ser para la vida y la muerte. Creo en Ti, espero en Ti, te amo.
Antes de salir de la capilla dedicada al Espíritu Santo, se entonó la antífona mariana “Regina Coeli”, que se canta durante el Tiempo Pascual:
Regina coeli, laetare, alleluia.
Quia quem meruisti portare, alleluia.
Resurrexit, sicut dixit, alleluia.
Ora pro nobis Deum, alleluia.
Reina del cielo alégrate; aleluya.
Porque el Señor a quien has merecido llevar; aleluya.
Ha resucitado según su palabra; aleluya.
Ruega al Señor por nosotros; aleluya.
Artículo publicado originalmente por Vatican News