El drama de sufrir una “doble cuarentena”, la del Covid-19 y la de la dura bienvenida a un país inmerso en una crisis humanitaria Hace pocas semanas grupos de venezolanos regresaban a Venezuela. A pie, sin dinero y, para hacerlo más dramático, sin esperanzas de que su vida mejore. Simplemente porque retornan al país sin haber conseguido nada y, sobre todo, a una Venezuela que cada día empeora, existe más incertidumbre y más inseguridad. Donde, igualmente, acecha la pandemia.
¿Por qué regresan?
Las cuarentenas decretadas por los gobiernos de la región les impiden ganarse la vida, ya que el 90% de los venezolanos que han retornado se dedicaban al trabajo informal. Vuelven, a pesar de que los problemas de han agravado.
Sin ir muy lejos, en estos días los venezolanos han apagado los generadores eléctricos por falta de gasolina y se reportan fuertes bajones de luz en gran parte del país. Las refinerías petroleras colapsan y estallan constantemente –aún con la “asistencia” iraní- ; siendo tan desesperada la situación, el gobierno de Maduro ha asomado un plan de reestructuración de PDVSA (la estatal Petróleos de Venezuela) que incluiría la venta de sus activos en Argentina, Bolivia, Ecuador, Paraguay y Uruguay. La pregunta es: ¿pueden venderse? ¿y quién recibiría esos fondos?
“Se los dije”
Así que, lejos de encontrar un país amable que los reciba, como sus nacionales que son, los espera el reproche presidencial: “Se los dije, que irse de Venezuela no era solución”, espetó Maduro a quienes desean regresar. El problema es que ni siquiera pueden. El tránsito por la frontera termina allí mismo pues, del lado venezolano, deben ser confinados en espacios que ellos mismos han calificado como “campos de concentración”. Parece un castigo -se quejan algunos- como si les cobraran el haber intentado buscarse la vida en un lugar más amable. Han relatado sobre maltratos, amenazas y sometimiento a condiciones de vida insoportables. Si denuncian, la perspectiva es prisión.
Se contabilizaba en 320 las personas que estaban varadas en el peaje de Chía, Bogotá, hasta este 30 de abril. Son migrantes que piden al estado colombiano les apruebe el permiso de viaje para salir del país. En el grupo, se encuentran muchos ancianos y niños. Buscan retornar pues perdieron sus empleos y ya no cuentan con recursos para su manutención en el vecino país. Las autoridades de Migración colombianas habían asegurado solventar el problema en una semana pero a última hora han decidido habilitarles el paso para este mismo domingo.
La agencia Reuters cita el caso de una de esas migrantes. “Estamos viviendo muy mal. ¿Cómo vamos a estar aquí hasta el viernes durmiendo en los coches, sin comida, sin poder bañarnos? Tienen que dejarnos ir”, dijo Dubraska Dubian, de 26 años, que está tratando de volver a Venezuela con su esposo y sus tres pequeñas hijas.
El director general de Migración Colombiana, Juan Francisco Espinosa Palacios, ha dicho que el retorno de venezolanos hacia su país depende de la capacidad de Venezuela para recibirlos. “Diariamente –indicó- sólo pueden cruzar la frontera 300 personas y no por disposición de Migración-Colombia sino por las autoridades venezolanas que han fijado ese cupo”.
Colombia, responsablemente, ha aclarado que venezolano que desee retornar voluntariamente a su país debe hacerlo en coordinación con la alcaldía del lugar donde se encuentre en territorio colombiano. “No podemos permitir –aclaró- que se aventuren por su cuenta”. Y es que, si el trayecto de ida es peligroso, el de retorno podría ser peor, toda vez que se asume que trabajando en Colombia deben llegar con algún dinerito reunido durante el tiempo de estancia allá. Pero no sólo eso.
Ni voluntario ni seguro
Han decidido volver. Pero el retorno no es voluntario, sostenible ni digno. Es decir, no cumple con los mínimos estándares. Están de vuelta coaccionados por los efectos del COVID-19 es decir, un panorama de falta de alimentos, alojamiento, trabajo, atención médica.
Según el Servicio Jesuita para Refugiados, las condiciones en que están siendo recibidos y acogidos los retornados en los puntos de la frontera del lado de Venezuela son fatales. “No es un retorno voluntario ni seguro”.
Para SJR, lo que está sucediendo no es un retorno de refugiados ni migrantes forzados, sino que obedece a una coyuntura. “Por eso no estamos apoyando retornos”, dice asegura Oscar Calderón, director general para América Latina del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS)
Los riesgos asociados al retorno son considerables. Los países han cerrado sus fronteras como medida de prevención para evitar la propagación del virus. En medio de esta situación, el tránsito para quienes vienen de retorno al país representa un mayor riesgo: desaparición forzada, maltrato, violencia directa, amenazas.
“Ya estamos registrando casos alrededor de esta situación, especialmente vinculados a la desaparición forzada, cosa que preocupa”, advierte Calderón. Asegura que están haciendo el monitoreo: “Hasta donde podemos”. Señala que los riesgos preexistentes ahora se vuelven más altos y difíciles de manejar.
Denuncias van y vienen
A pesar de que Maduro proclamó que recibiría a los compatriotas de vuelta “con los brazos abiertos”, la realidad es otra. Varios han intentado fugarse de los centros en donde permanecen, literalmente, retenidos cautivos al pasar la frontera. “Hoy intentaron fugarse algunos –informó uno de ellos-y fueron capturados por los guardias. Sus familias no saben dónde están”. El problema es que los mantienen recluidos en esos espacios, sin comida, sin colchones, sin asistencia de ningún tipo “y con golpes al que critica o se queja”, dice otro.
Algunos venezolanos consultados reconocen que trabajan en Colombia y que la experiencia ha sido buena. La mayoría son sostenes de familia. “Anhelo volver a Venezuela –se sincera un trabajador de automercado- pero me retiene el esfuerzo que hago para que mi familia tenga calidad de vida”. No obstante, varios cientos que optaron por el trabajo informal, se han visto desempleados en plena cuarentena y obligados a regresar a su país, Venezuela.
Una madre venezolana se expresó así: “Nos están desalojando de nuestros arriendos y ya no tenemos trabajo. No tenemos ya como alimentar a los niños y está muy difícil”. En reportaje de Belén Mora para Voz de América, agrega un joven: “No tenemos trabajo, no tenemos cómo procurarnos la comida y por esa razón toca regresar a nuestro país y seguir luchando allí en nuestro país”.
Joel Hernández, presidente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, habló desde Ginebra. Reconoció que la población migrante es una de las más afectadas por esta pandemia. “Hemos recibido también –dijo- la angustia de la población migrante venezolana que entró en una situación de gran desesperación y angustia por su vulnerabilidad, ya en si misma difícil debido a su condición de migrante en todos los países circunvecinos a Venezuela”.
El retorno no es significativo
Hay que recordar que Colombia es el principal destino de los venezolanos que huyen de la crisis que sufre el país. Unos 1,8 millones de emigrantes llegaron al país en los últimos años. Algunas estimaciones estiman en alrededor de 12.000 los venezolanos que han regresado.
Pero hay gente que está levantando información con gran rigor técnico. Anitza Freitez, docente de varias universidades venezolanas y especializada en Demografía en Lovaina, Bélgica, recientemente aseguró que el retorno no será cuantioso, pero que –según confió al diario digital de la Universidad Católica Andrés Bello- prefiere esperar los resultados de dos estudios simultáneos que está desarrollando el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (IIES UCAB), a través de su Observatorio Venezolano de Migración (OVM), para poder opinar, con propiedad, sobre la dimensión real de cómo la pandemia del COVID-19 está afectando a la población migrante de venezolanos que huyó hacia Colombia, Ecuador o Perú. No perdió la ocasión para señalar, tajantemente, que “el gobierno de Nicolás Maduro está haciendo un show mediático con los que regresan. No hay un registro real de cuántos están entrando a Venezuela por trochas no vigiladas”.
El SJR recuerda que El Manual de Repatriación Voluntaria de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados expone que la cuestión de retorno voluntario “frecuentemente se ve empañada por el hecho de que, para muchos refugiados, la decisión de retornar está dictada por una mezcla de presiones por factores políticos, problemas de seguridad o necesidades materiales”.
“En el caso del retorno digno y seguro, en el documento se lee, entre otras cosas, que el retorno debe ir acompañado de la restitución plena de sus derechos. Además, de que las personas tengan garantía de seguridad personal, no discriminación y poder liberarse del temor de persecución, así como también, seguridad física y material y acceso a los medios de subsistencia”.
No es coyuntura, es permanencia
Los investigadores del fenómeno consideran que los gobiernos de acogida fueron tomando medidas provisionales que no han facilitado la regularización y el establecimiento de los venezolanos en condiciones que les permitan contribuir mejor al desarrollo de esos países.
“Hay que proponer políticas – recomienda Freitez- que no encaren el fenómeno migratorio como algo transitorio o coyuntural, que es lo que uno ve en el tipo de medidas regulatorias que se han aplicado, como los permisos provisionales de permanencia. Todo está enfocado con una visión transitoria del fenómeno y eso dice mucho de la poca comprensión que hay de lo que está ocurriendo en Venezuela. Si esperaban que esa migración llegara a esos países y se quedara nada más un año es que no están mirando bien lo que está ocurriendo acá con este proceso político”.
Caminando de regreso
En todo caso, el venezolano que pretende regresar debía pensarlo mejor. Las condiciones en que están siendo recibidos y acogidos los retornados en los puntos de la frontera del lado de Venezuela, son condiciones bastante precarias, que ponen en riesgo mayor la salud y el bienestar de los migrantes.
Quienes caminan de regreso deben reflexionar sobre esa decisión: “Esas personas que son potenciales retornantes deben manejar información sobre lo que ocurre en Venezuela –recomienda la investigadora Freitez-. Nosotros todavía no estamos dimensionando todos los efectos que esta situación de paralización económica va a tener sobre la economía de un país donde los ingresos petroleros están en cero, donde la falta de combustible está afectando toda la cadena de producción y de distribución de los pocos sectores que quedan en pie”.
Y, considerando la situación en Venezuela, se pregunta: “¿Cómo vamos a generar los empleos que la gente que empiece a regresar necesitaría para sobrevivir? ¿Van a sobrevivir a punta de la bolsa CLAP y de bonos que no llegan ni a 5 dólares? Con eso no se puede comprar ni siquiera medio cartón de huevos (6 unidades). Esa cuenta la tienen que sacar los migrantes para decidir si regresan o no”.
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