Prudencia y creatividad de la Iglesia católica “son ahora indispensables”La curva de contagios del COVID-19 va en aumento en América Latina, tomando el lugar que empieza a desocupar Europa. Incluso se ha llegado a especular que en las próximas semanas Brasil puede convertirse en el nuevo epicentro mundial de la pandemia, una vez que Estados Unidos vaya dejándola atrás.
Por ello, dado el papel que juega la Iglesia católica en la región, una región que concentra casi la mitad de los católicos del mundo, resulta esencial el “Protocolo de Atención Espiritual a los Fieles durante la Contingencia Sanitaria por el COVID-19” que ha lanzado el 4 de mayo la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM)
Asistencia espiritual y administración de los sacramentos a enfermos graves sin COVID-19
Lo primero que se señala en el documento es que resulta fundamental que los obispos, sacerdotes y demás agentes de pastoral estén al corriente de las disposiciones de las autoridades sanitarias a nivel nacional y a nivel local, en lo que se refiere a la asistencia espiritual de los enfermos en los hospitales.
La asistencia espiritual a enfermos que no tienen coronavirus –cuando y donde fuera permitido por las autoridades sanitarias– deberá realizarse con estricta responsabilidad por parte del ministro, siguiendo todas las disposiciones y protocolos del hospital, para protegerse él y para no convertirse tampoco en transmisor y foco de infección para otras personas.
Si se recibe la solicitud de administrar la Unción de los enfermos, tras acoger dicha solicitud “con sensibilidad pastoral”, el sacerdote evaluará la pertinencia y el modo posible de asistencia pastoral, reconociendo, “con humildad”, sus propias condiciones de salud: si no es mayor de sesenta años, si tiene alguna enfermedad crónica, etcétera.
El documento recomienda evaluar la posibilidad que pudiera ofrecerse “de manera remota” por medio de tecnologías digitales- Pide lo siguiente: “hágase con profundo esmero y con la confianza puesta en Dios (hablando directamente con los familiares y el enfermo) de que el Señor comunica su Gracia de maneras insospechadas”.
Por otro lado, cuando las restricciones imposibiliten acercarse al paciente por el extremo riesgo de contagio, “guíe a un examen de conciencia profundo que permita un acto de contrición perfecto y explique la indulgencia plenaria especial otorgada por la Santa Sede en este tiempo”. Si se permite la visita del sacerdote al centro de salud, se deberá seguir estricta y responsablemente todos los protocolos de higiene señalados por el mismo centro.
Sacerdotes designados capellanes para administrar la Unción de los enfermos a personas con COVID-19
Donde y cuando sea posible la asistencia a enfermos confirmados de COVID-19, “es muy conveniente que las diócesis integren un equipo de sacerdotes capellanes para esta delicada tarea”, señala el documento de la CEM.
A continuación, propone una serie de premisas especiales para cada uno de esos capellanes que van desde vivir en un lugar aislado, simplemente para movilizarse del hospital encomendado a ese lugar y de ese lugar al hospital, hasta el tener los conocimientos suficientes para colocarse y “utilizar apropiadamente” el equipo de protección, el conocimiento de las áreas hospitalarias y la correcta movilidad en las mismas.
Los obispos y los sacerdotes de cada diócesis –dice el documento—deben estar conscientes y capacitados para que, “de manera creativa y en unidad”, generen acciones pastorales de acuerdo a su realidad concreta, y sobre todo siguiendo los lineamientos de las autoridades de salud. “Y permanecer actualizados de las medidas sanitarias, a causa de los avances científicos sobre el comportamiento del COVID-19”.
La capacitación de los capellanes asignados deberá ser una capacitación acreditada para que los sacerdotes puedan entrar a los hospitales con todas las prevenciones adecuadas, de acuerdo a los permisos y lineamientos de la autoridad sanitaria. “De no ser posible la capacitación por médicos de los hospitales, habrá de hacerse a través de personal profesional y calificado, o un sacerdote competente y experimentado”.
El documento, que también propone una serie de estándares para la selección de sacerdotes designados, el modo de aprobarlos y nombrarlos, así como la manera de operar en los hospitales, sugiere “que haya un número limitado de sacerdotes designados de guardia”, los cuales atenderán los casos positivos de coronavirus sólo en los hospitales.
Administración del sacramento de la Unción de los enfermos a un paciente confirmado de COVID-19
En el extenso protocolo de la CEM se hace la división de la administración de la Unción si el sacramento se administra en un hospital o en un lugar diferente a una institución de salud. Si el sacramento se administra en un hospital, se pide que sea “de forma breve”, atendiendo todas las indicaciones del centro para los visitantes, las restricciones del lugar y llevar, completo, el equipo de protección personal.
Poor otra parte –y esto es esencial, toda vez que en muchos países de la región, como México, los hospitales están rebasados o van a estar rebasados por la demanda—el protocolo propone una pauta de acción si el enfermos no se encuentra en una institución de salud. Primero que nada, el capellán deberá actuar “con toda prudencia, información y responsabilidad”, usando el equipo de protección personal completo.
A las medidas de seguridad sanitaria se agrega “no llevar más que lo imprescindible”: el óleo, y de preferencia que el rito sea memorizado. La unción se debe hacer con un hisopo con punta de algodón, o una bola de algodón, que se quemará sin excepción después de su uso. Si se da la Comunión, se distribuirá en la mano; si no es posible, ofrecer la comunión espiritual, entre otras medidas.
Además, se insiste en que sólo estén en la sala, el paciente y el sacerdote, nadie más. Y en que se debe ofrecer “todo el apoyo y consuelo evitando todo contacto físico”. Por la limitación de los contactos, el documento pide que las diócesis abran un portal digital para la atención a los familiares de enfermos y difuntos por causa del COVID 19, donde se reciban intenciones para ofrecerlas en las misas diarias.
En ese sentido, “podrían también conectarse los grupos de laicos y sacerdotes de escucha”, que ofrezcan consuelo a los mismos enfermos o familiares en caso de pérdida de un ser querido, o necesidad espiritual. “El portal podría ser ubicado en la página institucional de cada diócesis, con un equipo diocesano, y difundido por el departamento de comunicación y las propias redes sociales oficiales”.
Qué hacer en caso de fallecimiento durante la emergencia sanitaria
En el contexto de la expansión acelerada de la curva de contagio del coronavirus, el documento de la CEM no recomienda que se lleven a cabo velorios o embalsamamientos de los cadáveres, pero sí la cremación. Más adelante, invita a esmerarse con creatividad “en el acompañamiento, cercanía y consolación a los familiares que han experimentado la pérdida de un ser querido”.
El protocolo señala que la labor del sacerdote es una actividad esencial para la atención de los difuntos y sus familiares. En este tiempo de pandemia, es necesario celebrar la Eucaristía por los difuntos y pidiendo también por los deudos, pero a distancia, virtualmente, sin presencia física de fieles, “de manera que los familiares encuentren en ello consuelo y fortaleza”.
Por lo demás, si ya no hubiera restricciones de la autoridad civil para realizar las exequias, el documento subraya la necesidad de seguirlo haciendo bajo las normas estrictas de precaución y utilizando el equipo de protección personal: higiene de manos, guantes, mascarilla quirúrgica, respirador n-95, delantal impermeable de manga larga y protección facial.
El documento enfatiza que “la enfermedad y la muerte son momentos muy sensibles de la existencia humana que requieren ser acompañados con caridad fraterna y pastoral. Esa misma caridad pastoral nos pide aceptar ciertas restricciones, cumplir responsablemente con algunas disposiciones y, en tiempos más críticos, aumentar nuestra prudencia y creatividad pastoral”.
Y concluye recordando que “la prudencia es fruto de la experiencia pastoral madura y no improvisada, que genera una sabiduría práctica para tomar las mejores decisiones sobre la aplicación de normas morales y sanitarias en el caso particular. Prudencia y creatividad, hoy son indispensables”.