Primer sacerdote fallecido por coronavirus en Estados UnidosA fines de abril, la cifra de mexicanos muertos por el Covid-19 en Estados Unidos era de 566; la mayor parte de ellos, trabajadores indocumentados. El epicentro estaba –sigue estando—en Nueva York, la ciudad más castigada de Estados Unidos (y del mundo) por la pandemia.
Esas son las cifras oficiales; sin embargo hay millones de trabajadores mexicanos que permanecen en el anonimato, limpiando hospitales, barriendo las calles o en los campos de cosecha y no tienen atención por su condición de ilegales. Ahí, las cifras podrían ser mucho mayores.
De entre los mexicanos fallecidos por el Covid-19 destaca la figura del primer sacerdote mexicano (y el primer sacerdote católico que murió por coronavirus en Estados Unidos): el padre Jorge Ortiz-Garay (Ciudad de México, 16 de octubre de 1970), quien no obstante haber fallecido el 27 de marzo en el Wyckoff Heights Medical Center de Brooklyn, Nueva York, apenas el pasado 6 de mayo su cuerpo fue repatriado y el 7 de mayo sepultado en su ciudad natal.
Calificado por el obispo de Brooklyn, Nicholas DiMarzio, “un gran sacerdote, querido por el pueblo mexicano y un trabajador incansable para todos los fieles en Brooklyn y Queens”, el padre Jorge, como se le conocía en los alrededores de su parroquia, la parroquia de Santa Brígida, fue el iniciador y el animador de la Carrera Guadalupana, un acontecimiento religioso-deportivo que se celebra en Brooklyn cada 12 de diciembre.
El propio obispo DiMarzio le dijo a The Tablet que el sacerdote mexicano, miembro del Camino Neocatecumenal, “era muy feliz, siempre estaba sonriendo, tomó su trabajo con gran alegría, y sufrió mucho también (…) Pero no fue feliz por mera suerte, sino que entendió su misión como sacerdote, que el sufrimiento es parte del ministerio sacerdotal. Trajo esta alegría especial a través de todo”.
Una palabra que guió su vida parroquial
Además de ser párroco en Santa Brígida, el padre Ortiz-Garay fungía como coordinador diocesano del Ministerio para Inmigrantes Mexicanos en la diócesis de Brooklyn, lugar en donde viven cientos de miles de mexicanos y donde se venera todo el año, de una manera excepcional y que supo encasar este sacerdote, a la Virgen de Guadalupe.
Antes de sentir la vocación del sacerdocio, Ortiz-Garay se había graduado como abogado en la Ciudad de México. Ahí mismo practicó su profesión pero sintiendo el llamado, primero en Italia y después en Estados Unidos se formó para el sacerdocio. Fue ordenado en la arquidiócesis de Newark y en 2009 llegó a la diócesis de Brooklyn, a la catedral de San José.
Nombrado capellán de la misión Ad Gentes, el sacerdote mexicano llegó a Santa Brígida en 2014, como administrador parroquial y en julio de 2019 fue nombrado párroco. Kieran E. Harrington, vicario de comunicación de la diócesis de Brooklyn, dijo, cuando el sacerdote murió: “Cualquiera que haya conocido al padre Jorge, sabe que siempre decía* ánimo* a todos (…) Esa palabra modeló su vida”.
Pocos días antes de su muerte, ofició una misa por Livestream. Dijo que estaba bien y que “la única forma de combatir el virus” era a través del amor y el servicio a los demás. Igual que los de otras iglesias de todo el mundo, los bancos de la Santa Brígida estaban vacíos ese día. Pero decenas de personas rezaron con él desde sus casas.
“El mundo entero está en crisis”, expresó en esa misa trasmitida por redes sociales el padre Ortiz-Garay. “En esta época de crisis y pánico, hay que amar y vivir nuestra fe”. Este fue el último mensaje que le escucharon los fieles de Santa Brígida, quienes despidieron su cuerpo –que permaneció en una funeraria neoyorquina por cuarenta días—con la palabra que lo identificó: “¡Ánimo!”