El chocante testimonio de un matrimonio que quería santificar su relación sexual
Durante más de cinco años, junto a mi mujer Jordina, hemos sido testigo de más de dos mil de historias de matrimonios que sufren esterilidad o infertilidad. Hoy compartimos una sorprendente en la que Dios permite un sufrimiento para manifestarse con más luz.
El 18 de julio de 2019, nos llegó al correo de Naprotec una petición muy especial. No se trataba de un matrimonio sin hijos, tampoco era un problema de salud femenina.
Nos llamaba un matrimonio que quería ser santo y después de hacer un camino en la fe, profundizando en la Humanae Vitae, nos pedía ayuda.
Tenemos que advertir que nuestra vocación matrimonial está marcada por la Humanae Vitae, que en el nº 26 habla del apostolado entre los hogares:
Entre los frutos logrados con un generoso esfuerzo de fidelidad a la ley divina, uno de los más preciosos es que los cónyuges no rara vez sienten el deseo de comunicar a los demás su experiencia. Una nueva e importantísima forma de apostolado entre semejantes se inserta de este modo en el amplio cuadro de la vocación de los laicos: los mismos esposos se convierten en guía de otros esposos. Esta es, sin duda, entre las numerosas formas de apostolado, una de las que hoy aparecen más oportunas.
Es pues una misión que busca acercar a las personas a Dios. Siempre lo habíamos interpretado como ayudar en la preparación al matrimonio y de hecho colaboramos en parroquias y centros en esta labor. Con el tiempo recibimos una confirmación muy clara del ámbito concreto: acompañar ante la infertilidad.
Lo que nos pedía este matrimonio era revertir una ligadura de trompas pues, por más que habían pedido perdón a Dios en la confesión, ellos se sentían llamados a algo más.
Querían santificar su acto conyugal, querían respetar el significado profundo, unitivo y procreativo que implica estar siempre abierto a la vida, “sin barreras”.
De alguna manera todos estamos inmersos en este mundo donde nos van desfigurando la hermosura del amor humano y la vivencia de la sexualidad.
La propuesta que les hicieron fue: “Tres hijos son muchos, lo normal es la ligadura de trompas”… Viniendo de un doctor y con una fe algo adormecida lo normal es aceptar, es lo que hace todo el mundo.
Jordina y yo nos pusimos en contacto con los compañeros de Napro en Costa Rica y al confirmar que no sería posible la operación por la falta de cirujanos Napro y que no encontrarían a nadie en Costa Rica, derivamos al matrimonio a Clínica Napro de México.
El Dr. Miguel Ángel Domínguez y su equipo, los acogieron y facilitaron el camino. El 18 de julio de 2019 fue la primera llamada con Anelena y José Alejandro, y para el 21 de diciembre de ese mismo año ya se estaban operando en México.
Ahora están contentos porque vuelve a abrirse para ellos la posibilidad de embarazo, pueden tener más hijos y sus relaciones están más abiertas a la vida y respetan su naturaleza y las personas.
Vivimos en un mundo donde la mentalidad anticonceptiva se va metiendo en nuestras vidas. Todas las propuestas son métodos barrera, pastillas, dispositivos intrauterinos, vasectomías para el varón, ligadura de trompas etc.
Todo lo que nos “libera” nos lleva por un camino de esclavitud y dependencia donde la principal perjudicada es la propia mujer.
Nuestra fe nos invita a seguir un camino de libertad, descubrir en nuestro cuerpo la llamada a la comunión que en último término nos habla de la comunión con Dios. Conocimiento, respeto, descubrir que somos Templos del Espíritu Santo.
Este día recibimos un mensaje especial y al recordarlo después de un tiempo, vemos que son cosas que solo se le pueden ocurrir a Él, pero que necesita de estos pobres medios.
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Por Venancio Carrión y Jordina Fabrés, matrimonio que desde el año 2015 ofrecen asesoría y acompañamiento a través del portal www.naprotec.org