Santo Domingo nació en La Rioja en 1019. Era hijo de un labrador, Ximeno García, y al morir sus padres quiso ingresar en los monasterios benedictinos de Valvanera y San Millán de la Cogolla, pero no lo consiguió.
A los 20 años quiso ser un eremita buscándose un lugar en los bosques cercanos donde hoy es la pequeña ciudad.
El cardenal san Gregorio Ostiense llegó a Calahorra, que era la sede episcopal de La Rioja. Allí conoció al eremita Domingo García, y lo ordenó sacerdote.
Entre Domingo y el cardenal Gregorio quisieron acortar y allanar el Camino de Santiago, por donde pasaban peregrinos que venían de toda Europa.
Para ello construyeron un puente de madera sobre el río Oja, que atraviesa la región de La Rioja cuyas aguas descienden entre peñascos y rocas.
Según la gente del lugar, el río dio nombre a la comarca RIOJA, conocida por sus vinos, su agricultura y su historia
Prolífico constructor
Una vez fallecido el cardenal Gregorio, Domingo continuó la obra, y siguió el camino empedrado. De ahí su apodo de Domingo de la Calzada, y de ahí también el ser patrono de los Ingenieros de Caminos
Domingo también construyó un albergue para peregrinos, un hospital, una iglesia y un pozo de agua.
Después levantó un templo dedicado al Salvador y Santa María, lo que sería más adelante la catedral de Santo Domingo de la Calzada, y que fue consagrada por el obispo de Calahorra.
Y en el exterior del templo, el santo eligió su lugar para la sepultura. Santo Domingo murió el año 1109, o sea a los 90 años de edad.
En aquel lugar comenzaron a construirse casas habitables y se formó un núcleo urbano o burgo.
La gallina que sobrevivió tras ser asada
Se cuenta que muchos milagros sucedieron ante la tumba del santo, como la curación de un caballero francés poseído del demonio o la curación de un normando que recobró la vista.
Pero ningún milagro es tan famoso como el del ahorcado y el gallo y la gallina.
Fue en el siglo XIV (el quattrocento italiano) cuando un joven alemán de 18 años peregrinó a Santiago. Se llamaba Hugonell y le acompañaban sus padres.
Descansaron en el mesón y una muchacha le requiere amores, pero él se niega. Entonces, ella en venganza le pone una copa de plata en el zurrón y lo denunció por robo.
La sentencia contra Hugonell fue la horca. Los padres no pudieron hacer nada más que encomendarse al apóstol Santiago.
Al día siguiente, los padres quisieron despedirse del cuerpo de su hijo colgado. Con grandísima sorpresa se dan cuenta que su hijo vive y les dice:
“El bienaventurado Santo Domingo de la Calzada me ha conservado la vida contra el riguroso cordel… debéis difundir este prodigio”.
Los padres fueron al corregidor de la ciudad, pero este se rió y les dijo: “Vuestro hijo está tan vivo como este gallo y esta gallina que me disponía a comer antes de que me importunarais”.
Y al instante, el gallo y la gallina recuperan sus plumas y la vida y se ponen a cantar y cacarear, obrando así, el santo, el milagro del que hoy queda una escultura con un gallo y una gallina en la catedral.