Tommaso Chessa, militar comprometido en la emergencia por el Covid en Bérgamo, cuenta aquel escalofriante viaje a través de facebook: “Tengan la conciencia y el sentido común de cuidar a nuestros seres queridos que tienen la suerte de vivir en lugares más seguros, pero no olviden que se comete un error en un momento … “
Tommaso Chessa manejaba uno de esos camiones militares que desde Bérgamo transportaban los ataúdes de las víctimas por coronavirus para afuera de la ciudad, destinados a la cremación en otras provincias. Una imagen que ha dado la vuelta al mundo y encierra con fuerza toda la agonía de la inmensa tragedia de la pandemia (Famiglia Cristiana, 11 maggio).
Cabo mayor elegido en servicio en Solbiate Olona (Varese), Tommaso quería recordar ese triste viaje con respeto y profunda humanidad, a través de una publicación escrita el 3 de mayo en su perfil de Facebook:
Y esta noche termina la fase uno…
¿Qué decir? Quizá la gente no se da cuenta, no ha tenido materialmente el tiempo de percibir la realidad. Yo les digo lo que pienso, aunque soy consciente de que no transmitir del (por suerte) todo la idea. Conducir un camión… . Manejar un camión, un día cualquiera en donde el pensamiento te lleva más allá de tu cotidianidad.
Manejas, charlas con tu colega del otro lado, cuando por fuerza, por un instante, el silencio rompe tu rutina, tu pensamiento se concentra en ellos, te das cuenta que dentro de ese camión no somos dos, sino siete….cinco de los cuales hacen su último viaje…y sí… el último… te das cuenta que eres la persona equivocada, o mejor aún, alguien tenía que estar en tu lugar pero por desgracia no puede… te toca a ti… y es ahí que sientes encima esa gran responsabilidad, algo que te oprime por dentro, cada agujero, cada desnivel parece una falta de respeto hacia ellos…
Luego llegas ahí al final de tu viaje, en donde te encuentras abandonando “tu carga”, que ahora es parte de ti, como si te quitaran una parte del corazón, y es ahí que buscas entender la identidad de tu compañero de viaje… algo muy difícil, de las ocho personas que personalmente acompañé, el único del que pude saber algo de su identidad fue el señor Guerra clase 1938. Pagaría con oro por conocer a todos los parientes de las ocho personas y poderles decir que, a pesar del contexto, no habrían podido tener un viaje mejor…
Lo que más siento, a pesar de esto, es que amigos y familiares siguen sin darse cuenta que esto no es una broma, la gente se muere, quien no muere sufre, es fácil decir que aquí no estamos en Bérgamo… Bien, tengan la conciencia y el sentido común de cuidar a nuestros seres queridos que tienen la suerte de vivir en lugares más seguros, pero no olviden que se comete un error en un momento…
Espero que un día pueda conocer a los seres queridos de mis compañeros en su último viaje, pero si no fuera así que sepan que ¡he puesto el alma!
E.P.D.
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