Un grupo de mujeres ha dado un paso al frente para cuidar a afectados por la pandemia del coronavirusPor todo el mundo hay personas de todos los ámbitos de la vida que han ideado formas ingeniosas de ayudar a los afectados por la pandemia del coronavirus.
Hay sacerdotes que están llevando el Santo Sacramento y agua bendita por el aire para, literalmente, hacer llover la gracia por las ciudades que ministran.
Están surgiendo desfiles de profesores en los que maestros de escuela en sus coches (y a veces en camiones de bomberos) conducen por los barrios de sus estudiantes ondeando banderas, encendiendo luces y tocando las bocinas.
E incluso celebridades como los Rolling Stones están retransmitiendo en directo por streaming actuaciones para levantar los ánimos de los que necesitan una ayudita desde su confinamiento en casa.
Sin embargo, debajo de los titulares hay incontables historias más de ciudadanos corrientes haciendo cosas extraordinarias por sus comunidades.
Por ejemplo, en las ondulantes colinas de Tappan, un barrio periférico de la ciudad de Nueva York (Estados Unidos), un pequeño grupo de mujeres se ha organizado para cubrir las necesidades básicas de la comunidad en que viven… algo que no resulta ser digno de salir en las noticas, según parece.
Aunque sí lo es.
Inspiradas por las hermanas dominicas de Summit, Nueva Jersey, que están elaborando mascarillas. Ocho mujeres de la parroquia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón en Tappan, Nueva York, no perdieron tiempo y se pusieron a buscar ideas para ayudar. Empezaron formando un equipo de costureras, montadoras y repartidoras en la creación de mascarillas. Suministraron cientos de mascarillas a diversos grupos e individuos, incluyendo a las dominicas de Blauvelt y los trabajadores del Dominican College, a las Hermanas de Santa Ana, a enfermeras del Bronx y a otros miembros de la comunidad.
Pero no se quedaron ahí.
Crearon un evento para recaudar fondos para adquirir boletos de comida que distribuir entre quienes se han quedado sin empleo .
“Ciertamente, nos trajeron a este mundo para vivir cuidarnos los unos de los otros. (…) Al principio estaba nerviosa, pensando que no sabía cómo hacer esto. (…) Es algo muy pequeño en el panorama general. Pero aunque no pueda cuidar de alguien, sí puedo ayudar de esta forma”, declaró Amy Bianco, costurera jefa de la iniciativa.
Estas mujeres no son nuevas en esto de dar un paso al frente para ayudar. Dos años atrás, inspiradas por un párroco local, formaron una fundación llamada MOM (Misioneras de Misericordia, por sus siglas en inglés). El grupo defiende con pasión y desarrolla programas para ayudar a los pobres y los marginados.
Este es solo un ejemplo de las miles de iniciativas en manos de ciudadanos ordinarios de Estados Unidos, que demuestran una vez más que, tanto aquí como en otros países, no todos los héroes llevan capa… algunos van en chándal.
Simplemente porque no están en las noticias no significa que no estén teniendo un impacto real sobre las vidas de personas; no significa que no sean esenciales y, sin duda, no significa que no sean importantes.
Y es que, en realidad, estos “pequeños” actos desinteresados de bondad que tan a menudo pasan desapercibidos son, de hecho, la mejor cara de la humanidad viviendo a la altura de su potencial, el potencial de vivir por los demás a través del amor y del servicio.