Durante en el confinamiento son muchos los que encontraron en la comida un alivio a sus preocupaciones y miedos
Seguramente más de una vez nos hayamos refugiado en la comida para calmar aquellas emociones desagradables que estábamos sintiendo, o también cuando estamos frente a situaciones nuevas que nos provocan incertidumbre, preocupación, como es el caso del coronavirus.
Aunque se trate de una actitud muy común es importante luchar contra ella y apostar por comportamientos más saludables para canalizar nuestras emociones y preocupaciones: hacer deporte, escuchar música, hacer algo que gusta, orar…
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¿Por qué no es bueno refugiarse en la comida?
Porque es una solución a muy corto plazo, de la que solemos arrepentimos después porque no nos sienta bien y nos puede acarrear consecuencias negativas a nuestra salud.
Cuando repetimos una conducta varias veces, esta se convierte en hábito, en este caso poco saludable porque cuando se come con ansiedad, por aburrimiento, miedo y/o sin hambre, por lo general, se tiende a escoger alimentos ricos en calorías, grasas y azúcares.
Esto puede traer consecuencias muy negativas para la salud, como el aumento de peso, de colesterol o la aparición de diabetes, entre otros.
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¿Cómo se come en tiempos de cuarentena?
La periodista española Verónica Zumalacárregui, conductora del programa gastronómico “Me voy a comer el mundo”, presenta de forma original las cocinas del mundo al entrar en hogares de los lugareños para preparar platos típicos de su localidad con lo que tienen en sus neveras.
Con motivo de la pandemia del covid-19 realizó un programa especial para investigar cómo han comido las familias en tiempos de confinamiento.
Según respondió al diario El Mundo, se encontró por un lado con que las personas están cocinando más, lo cual es algo positivo, pero al mismo tiempo muchos durante el confinamiento se ha refugiado en la comida, han recurrido al “confort food”.
La llamada comida confortable es nos lleva a la infancia, a la cocina casera de nuestras madres, basada en elaboraciones sencillas pero calóricas, muchas realizadas a base de harina y levadura, como bizcochos, pan, galletas, o esos postres que tomábamos de pequeños.
Es una cocina en la que, para “premiamos” por aguantar tantos días en casa, usamos “alimentos prohibidos”, o mejor dicho poco saludables, como patatas fritas, alcohol, vino y chocolate.
En Argentina dos investigadoras del Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CONICET) y Emilce Sudriá, jefa del Servicio de Alimentación Hospitalaria en el Hospital chaqueño “Dr. Ramón Carrillo”, se propusieron evaluar cómo se han alimentado en Argentina durante el confinamiento.
De momento los resultados preliminares arrojaron que solo un 24% de la población consume fruta y verdura a diario, entre 1 y 2 frutas al día y una sola ración de verdura.
Mientras, aumentó el consumo de gaseosas, golosinas y las bebidas alcohólicas. Como aspecto positivo, la mitad de los encuestados respondió que incrementó la preparación de comidas caseras.
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Estos dos estudios nos muestran pues que son muchas las personas que han visto alterada su forma de alimentarse a raíz de los problemas económicos y sociales provocados por el confinamiento durante esta pandemia.
La ansiedad, el aburrimiento, el teletrabajo y miedos ha llevado a muchos a buscar consuelo en la comida y a un mayor consumo de productos poco saludables.
Esto sumado a la falta actividad física podría poner en riesgo su salud y, por lo tanto, como nutricionista, me gustaría recalcar la importancia de realizar ahora el esfuerzo de buscar otras estrategias que nos ayuden a hacer frente a estas situaciones emocionales que estamos viviendo.
Apostemos por realizar una alimentación saludable, buscar el equilibrio físico y emocional para no pasar de la pandemia covid- 19 a la pandemia de la obesidad.
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