Es uno de los grandes retos de la vida: qué podemos hacer para que nuestra inteligencia descubra la verdad sobre las cosas y sobre nosotros mismos. Es posible que hablar de “verdad” nos eche para atrás. Es una palabra “grande”, que no siempre se ha empleado correctamente. Incluso se ha utilizado para dañar o manipular a las personas. Eso hace que algunas personas tengan miedo a hablar de “verdad”.
A pesar de esto, el ser humano por naturaleza siente atracción por la verdad. Buscar la verdad es ecológico. Nos ayuda a armonizar con nosotros mismos y con nuestro entorno.
Nos llama poderosamente la atención descubrir la verdad sobre un asunto. Eso ocurre todavía más cuando se trata de descubrir la verdad sobre nosotros mismos.
¿Qué podemos hacer para no tener miedo a buscar ni a descubrir la verdad? ¿Y qué hacer cuándo la verdad puede llevarnos a situaciones que, en principio, nos desagradan?
La verdad es luminosa, da paz, serena el espíritu porque hace descansar de la inquietud con que estábamos averiguando una cosa. Pero es real que no siempre es fácil encontrar la verdad, porque hay obstáculos o porque nosotros mismos podemos ser a veces el escollo.
¿Qué podemos hacer para no tener miedo a buscar la verdad?
Recordar que estamos hechos para buscar la verdad.
Es lo propio de la naturaleza humana indagar para conocer la verdad de las cosas. Las personas disponemos de una herramienta esencial para ello: la inteligencia. Pensar es humano.
Conocer nos ayudará a disponer de los datos para decidir posteriormente cómo actuar (eso corresponde a la voluntad). La voluntad, sin la inteligencia que nos acerca a la verdad, estaría desorientada y no podría decidir con acierto.
Evitar los prejuicios.
El prejuicio es un juicio falso. Lo emitimos ya antes de conocer una cosa. Al no estar fundado en el conocimiento real, puede ser que nos aparte mucho de la verdad. No damos oportunidad a la realidad para que se explique.
Un prejuicio es, por ejemplo, creer que los extranjeros nos perjudican.
Desactivar los bloqueos afectivos.
La carga emocional que ponemos en los asuntos de nuestra vida no siempre son positivos. A veces nos frenan en la relación con otras personas. Por ejemplo, la mala experiencia en una relación amorosa puede condicionar otra nueva, y desconfiamos a pesar de que sea una persona distinta y que no vaya a comportarse como la primera.
No pensar algo porque me lo dicen otros.
Nos falta juicio propio si asumimos juicios sin haberlos examinado personalmente. Un “porque sí” o un “porque siempre se ha hecho así” pueden esconder una conducta gregaria, de rebaño, de alquien que no se plantea sin realmente es correcto lo que piensa.
Leer, estudiar, profundizar.
Selecciona buenas fuentes de información, recursos de los que conozcas la buena procedencia.
Profundiza en los mensajes. Para los temas importantes de la vida, acude a libros de autores de prestigio, a clásicos.
Reflexionar.
Ve más allá de “hacer, hacer” y párate a pensar qué haces y por qué lo haces, qué te ha movido a pensar de una manera o de otra.
Confronta lo que lees con lo que vives y extrae conclusiones.
Desarrollar un sano espíritu crítico.
No se trata de ir contra todo lo que te dicen, sino de estudiar cada asunto y hacerlo propio después de juzgarlo con rectitud.
Amar la libertad.
Si queremos ser libres, la verdad nos pone en la ruta adecuada y mirando en la dirección correcta.
Emplea tus ansias de conocimiento de la verdad con vistas a poder vivir más libremente cada día. Conocer la verdad nos ayuda a respirar aire limpio en el mundo de las ideas y de las acciones.
Reconocer nuestras limitaciones.
En el plano humano, debemos aceptar que no podemos llegar al conocimiento absoluto de todo. Nuestra inteligencia es limitada y nuestros modos de conocimiento también. En la vida no siempre vamos a encontrar respuesta a todo lo que nos planteemos.
Aceptar la limitación ya es de por sí un acercamiento a la verdad acerca de nosotros mismos.
Pedir luces a Dios.
Como criaturas amadas por Dios, Él es el más interesado en que lo conozcamos. Pedirle luces a Él forma parte del camino a recorrer con nuestra inteligencia. Igual que nos ayuda un maestro o un consejero.
En la inteligencia influyen las disposiciones de cada persona. Para adentrarse en la búsqueda de la verdad, tengo que estar dispuesto a ello.
Ser humildes.
Para aspirar alto en el conocimiento de la verdad, hay que abajarse. Ser humilde y andar en verdad, como decía santa Teresa.
En otro orden de cosas, el científico es humilde cuando investiga y conoce sus limitaciones y al mismo tiempo es constante en la búsqueda.
Juzgar qué verdad emitimos.
La inteligencia mide el grado de verdad que nosotros comunicamos. Detecta la mentira y “avisa” a la conciencia si nos torcemos.
Es importante alimentar bien la conciencia porque si no, se distorsionaría y acabaría aceptando lo inaceptable.
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