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Sor Mary Clare Moore, enfermera y amiga de Florence Nightingale

MARY CLARE MOORE
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Sandra Ferrer - publicado el 02/06/20
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Rescatamos la bonita amistad entre una monja y la enfermera más famosa de la historia. Sor Mary Clare Moore y Florence Nightingale se conocieron en Crimea y se convertirían en grandes amigas para el resto de sus vidas.

Uno de los cuadros más famosos en los que se inmortaliza la labor de Florence Nightingale en Crimea es obra del pintor victoriano Jerry Barrett. En el óleo Florence Nightingale recibiendo a los heridos en Scutari, aparece la famosa enfermera con un grupo de personas, una de ellas, una religiosa, que permanece atenta a la que entonces era su superiora. Esa monja había llegado voluntariamente a aquel lugar de tristeza y dolor para ayudar a mitigar el sufrimiento. Se llamaba Sor Mary Clare Moore y tenía entonces cuarenta años.

Su nombre real era Georgina Moore y había nacido en Dublín, el 20 de marzo de 1814, en el seno de una familia protestante. La pequeña de tres hermanos, cuando tenía tres años quedó huérfana de padre. Su madre, Catherine Moore, se convirtió al cristianismo poco tiempo después, así como sus hijos.

Georgina recibió una educación privada y empezó a trabajar como gobernanta durante un tiempo y colaborando en proyectos asistenciales hasta que decidió tomar los hábitos. El 23 de enero de 1832 se convertía en la hermana Mary Clare e ingresaba en el convento de las Hermanas de la Misericordia de Dublín.

Desde el principio de su vida como religiosa se volcó en trabajos asistenciales y sanitarios que puso en práctica durante una terrible epidemia de cólera que asoló la ciudad en aquella época. En 1837, las Hermanas de la Misericordia fundaban un convento en Cork del que la hermana Mary fue nombrada su superiora. Su principal labor se centró entonces en preparar a un grupo de novicias inglesas que fundarían el primer convento de la congregación en el barrio londinense de Bermondsey dos años después que también terminaría dirigiendo como su madre superiora.

Durante un tiempo, vivió a caballo entre Dublín y Londres organizando la labor sanitaria y asistencial de las hermanas de la congregación, ayudando a los enfermos y necesitados. Las hermanas trabajaron también para abrir escuelas en las zonas más deprimidas.

Cuando Florence Nightingale fue llamada a organizar los servicios sanitarios en la guerra de Crimea, que había empezado en 1853, escogió minuciosamente al grupo de mujeres que iba a acompañarla. Nightingale escogió deliberadamente a un grupo profesional con distintas creencias e ideologías. De todas ellas, diez pertenecían a dos congregaciones católicas, cinco del convento de Bermondsey con la hermana Mary a la cabeza.

Antes de llegar a Crimea, la hermana Mary permaneció un tiempo en París visitando hospitales y aprendiendo nuevas técnicas de sutura y cuidado general de los enfermos. A su llegada a Scutari, tanto ella como las demás enfermeras se pusieron a las órdenes de Florence Nightingale trabajando duro el tiempo que permanecieron en aquella zona de guerra. El 28 de abril de 1856, la hermana Mary Clare tuvo que regresar a casa tras caer enferma.

Florence y la hermana Mary Clare se separaron tras dieciocho meses de intensa colaboración. Pero su relación de amistad no desapareció. Solamente un día después de su marcha, Florence le dedicó emocionadas palabras en la que sería la primera de una larga lista de cartas.

“Que regreses a casa es el golpe más duro que he recibido hasta ahora. Estabas muy por encima de mí en la aptitud para la Superintendencia General, en el talento para la administración mundana, y mucho más en las virtudes espirituales que Dios valora en un superior. El hecho de que me pusieran sobre ti en este nuestro reino poco envidiable en el Este fue mi desgracia y no fue mi culpa. Te pediré que me perdones por cualquier cosa que haya hecho involuntariamente y que pueda haberte causado dolor, recordando solo que siempre he sentido lo que acabo de expresar y que me ha dado más dolor reinar sobre ti. Lo que has hecho por el trabajo nadie lo podrá valorar suficientemente”.

Los años siguientes, miles de cartas fueron intercambiadas entre ambas mujeres que sintieron una profunda admiración mutua. Florence Nightingale le dijo tras su marcha de Crimea: “Mi amor y gratitud serán tuyos, Reverenda Madre, donde quiera que vayas. No pretendo darte ningún otro homenaje”. Y siempre admiró no solamente su capacidad de trabajo y dedicación, sino también su profunda fe en Dios: “La mente más religiosa que conocí fue la de una reverenda madre católica que fue tan buena como para compartir conmigo su dedicación en Crimea”.

Ambas mujeres encontraron en la otra, en palabras de Mary C. Sullivan, “una compañera espiritual” para el resto de sus días: “Con Florence – escribió la hermana Clare – puedo hablar libremente de aspectos religiosos”.

Cuando Florence dejó Crimea, una de las primeras cosas que hizo nada más pisar suelo inglés fue ir a Bermondsey para visitar a su querida amiga, con quien mantendría una bonita relación de respeto y cariño mutuo hasta la muerte de la hermana Mary Clare Moore en 1874.

Tras abandonar Crimea, Sor Mary Clare Moore pasó el resto de su vida volcada en la vida conventual en Bermondsey donde también se ganó la admiración de toda la congregación que valoró su capacidad para liderar y guiar a todas las hermanas. Junto a ellas, no solo ayudó a los más necesitados de Londres sino que expandió su comunidad asistencial a otras ciudades de Inglaterra y colaboró en la apertura del primer hospital católico londinense tras la reforma anglicana.


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