“Me he dado cuenta de que a los niños pequeños les entusiasma la cocina, tanto a niños como a niñas”, cuenta Clarisse. Es muy motivador poder degustar un plato que ha preparado uno mismo. Esta joven abuela ha introducido a sus hijos al mundo de la preparación de las comidas.
Hoy, ya adultos, les encanta cocinar y tienen un repertorio culinario variado. En cuanto a su madre, ella continúa su obra de transmisión con otros niños: “El verano pasado, uno de mis sobrinos de 7-8 años vino a hacer mermelada de moras conmigo. Salimos a recogerlas frescas, luego me ayudó en el cocinado y se marchó encantado con sus tarros de mermelada llenos”.
Algunos consejos
Dar al niño un delantal de su talla.
Anticipar sacando los ingredientes con antelación.
Mostrar disponibilidad: la cocina es una hermosa oportunidad para conversar y compartir.
Para los más pequeños, escoger recetas simples que no requieran mucho tiempo de cocinado.
Repartir tareas adaptadas según su edad
La cocina, lugar privilegiado de aprendizaje
Cuando un niño limpia verduras, trocea frutas, mezcla la masa de un pastel, está desarrollando su motricidad. Cuando aprende a pesar los ingredientes, aprende las cantidades, los órdenes de magnitud, los volúmenes y la precisión.
Al observar la transformación de un preparado bajo el efecto del calor o del frío, el niño descubre los diferentes estados (sólido, líquido, gaseoso, duro, blando…), experimenta la reacción de los distintos ingredientes.
Cuando escoge una fruta del mercado, cuando amasa, cuando aspira el perfume de una fruta, cuando prueba un condimento, utiliza sus sentidos: vista, tacto, olfato, gusto… Meter la mano en la masa esconde aún más secretos.
“La cocina mejora la atención a los demás porque los niños no pueden cocinar ellos solos”, señala Clarisse.
La cocina les enseña a anticipar. No nos decidimos a hacer un pastel de repente a por la noche.
Otra virtud que se desarrolla: la perseverancia. En la cocina, hay que saber perder. “Pero no nos desanimamos y lo intentamos hacer mejor la próxima vez tratando de comprender qué fue mal la vez anterior”.
Finalmente, la cocina enseña un trabajo oculto e incluso ingrato, pero que siempre hace alguien y que hay que reconocer: después de haber estado cocinando, queda ordenar y limpiar. ¡Son las reglas del juego!