Durante siglos, esta agua ha sido famosa por sus propiedades curativas que Leonardo da Vinci, después de meses de investigación, calificó de “milagrosas”
Las botellas verdes de agua de San Pellegrino están entre los símbolos más icónicos de la gastronomía italiana en todo el mundo. Sin embargo, quizás no habrá muchos que sepan que esta bebida refrescante recibió su nombre de un santo y mártir católico, san Peregrino, y que el agua tiene su origen en una localidad epónima a los pies de los Alpes, famosa por su agua milagrosa.
Ubicada a orillas del río Brembo, al pie de los Alpes Bergamascos, San Pellegrino Terme fue fundada en el siglo VIII por obispos del Sacro Imperio Romano. Nombraron la ciudad en honor a san Peregrino, antiguo obispo de Auxerre, Francia, que murió mártir durante las persecuciones contra los cristianos ordenadas por el emperador Diocleciano.
Las propiedades especiales de las aguas de San Pellegrino se conocen desde el siglo XII, pero fue durante el siglo XVI cuando la localidad se hizo famosa por toda Europa gracias a su agua “milagrosa”. Fue entonces cuando Leonardo da Vinci visitó San Pellegrino, donde estudió sus aguas durante meses. Después de un análisis en profundidad, el polímata artista y científico concluyó que el agua tenía propiedades “milagrosas”.
En el siglo XIX, San Pellegrino se convirtió en uno de los retiros más famosos de Europa para quienes buscaban curación y tranquilidad. Durante esa época se construyeron imponentes edificios de estilo Liberty, un símbolo del prominente papel que la ciudad desempeñaba en el panorama viajero europeo.
En la actualidad, la ciudad alberga un spa y la empresa donde se elabora la emblemática botella verde.
San Pellegrino Terme está a menos de una hora y media de Milán, a coche o en tren, y los billetes de tren tienen un precio base de 5,5 €.