La directora del hogar Valle Feliz (Ecuador) cuenta a Aleteia por qué le han dado este nombre al primer bebé que llegó a la puerta del proyecto Cuna de Vida, una historia que llena de esperanza a Ecuador. No te lo pierdas, vale la pena conocer la historia de esta decisiónLa llegada de este recién nacido le cambió la vida a este grupo de religiosas benedictinas de la localidad de Santo Domingo de los Tsáchilas (Ecuador).
Cuando el proyecto “Cuna de Vida”, del centro Valle Feliz, iniciativa vinculada a la Congregación de las Hermanas Benedictinas Misioneras en este país sudamericano (y primer proyecto dirigido a bebés abandonados de esta congregación en en América Latina) recibió a su primer niño lo celebraron con gran alegría:
¿Qué nombre le pondrías? Era una de las consignas que Aleteia había lanzado a sus lectores luego de contar los pormenores de un hecho cargado de “sentimientos encontrados”, pero que en el fondo habla nada más ni nada menos que de darle la posibilidad a un recién nacido de tener una familia (sin importar los motivos que han llevado a los progenitores al abandono).
La propia directora de este centro, Ewa Pilarska, se encargó de contar a Aleteia por qué el nombre elegido para este primer niño que llegó al hogar fue Juan Pablo.
Y los argumentos fueron tres: En primer lugar, dice la hermana Ewa, porque se presume que el día de nacido fue el 24 de junio (fiesta de san Juan).
En segundo lugar, porque el día que “sonaron las alarmas” del hogar (el aviso de que alguien había dejado un niño en el “buzón”) fue precisamente el 29 de junio, solemnidad de san Pedro y san Pablo.
Por último, quizás lo más emotivo, el vínculo de esta congregación con Polonia. La propia Ewa es de origen polaco. ¿Y quién es uno de los primeros que viene a la mente a la hora de hablar de Polonia? Sí, él mismo: el papa Juan Pablo II.
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Así pues, sin dudarlo, estas religiosas decidieron darle el nombre de san Juan Pablo II -gran defensor de la vida- como homenaje a todos estos sucesos que se dieron en pocos días.
Las monjas benedictinas vieron la mano de Dios detrás de este pequeño y es por eso que en seguida lo pusieron en el altar de su capilla, señal de entrega, comunión y agradecimiento para un suceso que lo único que trasmite es alegría, pues la misión fue cumplida, este niño había sido abandonado y ahora tiene quien lo cuide.
Sin dudas, una historia de elección de un nombre para que también se la puedas contar a otros. Y este pequeño, cuando sea más grande, seguramente se emocionará.
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