Importantes hallazgos señalan que la escultura expuesta actualmente no es una copia como se pensaba, sino la original
Uno de los principales atractivos de la ciudad italiana de Lucca es el crucifijo que se encuentra en la catedral de San Martino. Se le conoce como la Santa Faz (o Volto Santo), mide más de dos metros de altura, es de madera de nogal y tiene la particularidad de que Cristo está en la cruz, pero vestido con una túnica.
Sin embargo, la razón por la que más personas lo visitan y lo consideran un ícono del cristianismo es porque existe una leyenda medieval que asegura que fue esculpido por Nicodemo, uno de los hombres que participó en el descendimiento de Jesús de la cruz, y quien tuvo la tarea de hacer una escultura que replicara verdaderamente el rostro del Mesías.
Pero como no era un artista experto, un día se quedó dormido muy frustrado por no poder reproducir sus rasgos y, al despertar, vio que la cara estaba terminada a la perfección gracias a una intervención divina.
Por supuesto, esa historia atrajo a miles de visitantes de toda Europa a Lucca y se comenzaron a hacer réplicas para que los peregrinos se las llevaran de recuerdo. Era tanta su popularidad que hasta Guillermo II de Inglaterra decía “por la cara de Lucca” en su juramento habitual y el escritor italiano Dante Alighieri la mencionó en su Infierno.
En algún momento, se creyó que la escultura original se había dañado o perdido y, de hecho, hasta hace un par de días se afirmaba que el crucifijo actual expuesto en una de las capillas de la catedral era una réplica del siglo XII.
Pero después de unos estudios realizados por el Instituto Nacional de Física Nuclear (INFN) en carbono, a propósito del aniversario número 950 de la fundación de la catedral, se comprobó que en realidad es mucho más antiguo, de entre las últimas décadas del siglo VIII y el principio del siglo IX, lo que coincidiría con la fecha en la supuestamente la obra original llegó a la ciudad según la tradición popular (se cree que el crucifijo estuvo escondido en una gruta en Oriente por 700 años para evitar su destrucción y que llegó a Italia en el año 782 luego de ser colocado en una embarcación sin tripulación por un obispo que lo encomendó a la providencia para que llegase a un lugar donde fuese dignamente venerado).
Asimismo, gracias a este nuevo descubrimiento, la Santa Faz se convierte en la escultura de madera (conocida) más antigua de toda Europa que se mantiene prácticamente intacta.