El pasado domingo 28 de junio tuvo lugar en la catedral del Buen Pastor de San Sebastián (España) la ordenación sacerdotal de tres jóvenes guipuzcoanos. Culminaron así un camino personal marcado por la búsqueda y la entrega.
Juan Bernabé, Mikel Ormazabal y Yon Cuadrado ha querido contarnos sus historias, sus orígenes y cómo reaccionaron cuando sintieron la llamada.
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Juan Bernabé: "Dios no elige a los capacitados sino que capacita a los que elige"
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Mikel Ormazabal: “Haz que nuestro principal alimento sea hacer siempre tu voluntad”
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Yon Cuadrado: "Sentí esa mano que coge y saca a alguien de un pozo muy profundo"
Juan Bernabé: "Dios no elige a los capacitados sino que capacita a los que elige"
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En la parroquia de La Asunción de Rentería (Guipuzcoa) nos espera Juan Bernabé. Desde que fue ordenado diácono el año pasado por estas fechas, ésta ha sido su casa, confinamiento incluido, y no es fácil que pase desapercibido pues mide más de dos metros y viste de riguroso negro y alzacuellos.
Juan es donostiarra, tiene veinticinco años y es el mayor de siete hermanos: “para ellos sigo siendo su hermano mayor y el hecho de que me marchara al seminario no cambió su relación conmigo en absoluto. Lo único que cambió es que me fui a estudiar fuera”
Se mueve con soltura en la iglesia que muestra orgulloso y por las dependencias parroquiales donde ofrece una pasta a todo aquel que le visita por el motivo que sea.
A ver Juan, cuéntanos cómo ha sido tu trayectoria hasta llegar aquí hoy.
Bueno, yo tengo unos padres de los que sigo aprendiendo, y lo más importante que me han enseñado en la vida es a vivir la fe. Esta ha sido siempre el centro de su vida y nosotros, mis hermanos y yo, lo veíamos. Mi vocación nace cuando desde pequeño, yo ya sabía que Dios llama a todas las personas a algo. Siempre he sabido que hay un plan por el que Dios lleva a la felicidad profunda.
Como digo, esto lo aprendí desde pequeño, pero es de adolescente, en 2011, cuando uno empieza a tomar decisiones sobre su futuro como: qué estudiar, qué camino coger, cuando yo me atrevo a hacerme esa pregunta en serio: ¿Qué es lo que quiere Dios de mí?. Estaba en un campamento de verano y en un momento de oración me planteo esto.
Fue la primera en la frente, porque es cierto que sentí algo muy raro dentro de mí, como una inquietud. No sabía que era… era algo distinto. Pasé un tiempo pensando en aquello, examinando y fui descartando opciones de vida como la vida religiosa y el matrimonio, en parte porque no tenía novia entonces…
Apareció la opción del sacerdocio y me puse un poco nervioso, y cuando estaba pensando: ¡ huy, huy, huy!… que esto tiene pinta de qué va a ser el sacerdocio, razonaba: 'No puedo, es imposible'.
Esto era en 2011 y en 2010 habían salido a la luz todos los casos de pederastia dentro de la Iglesia. La situación de los sacerdotes que conocía me parecía muy complicada, así que me decía a mí mismo: 'Yo con esto no puedo, esto no es para mí, no soy capaz, no estoy a la altura'.
Así andaba yo, con una lucha interna dentro de mí que se resumía en: 'Dios me llama pero yo no puedo, Dios me llama pero yo no puedo… ¡Era un choque de trenes!'.
Con esto dentro de mí, viene un día Mikel y me dice que cree que el Señor le llamaba a ser sacerdote. Yo no le dije nada y lejos de ver en esto una señal o una influencia para mí entendí que mi camino era mi camino y que debía aclararlo yo y que no debía dejarme influir por eso u otras cosas.
¿Y como sales del dilema en el que te encontrabas?
Fui a la JMJ que ese año se celebraba en Madrid y escuché a Benedicto XVI hablar en una de sus primeras intervenciones y prometo que tuve la sensación de que me estaba hablando solo a mí, como si él supiera el dilema interno que yo tenía.
Al final del discurso dijo: ... “Y cuando lleguen nuevas dificultades que a veces nos abruman, contamos siempre con la misericordia de Dios, especialmente en el sacramento de la reconciliación…”.
Ahí fue cuando me di cuenta que efectivamente Dios quería que yo fuera sacerdote y que era verdad que yo no podía, era totalmente cierto, pero entendí que si es Dios quien llama, Él va a ser el que haga ese trabajo en mí…
Dios no elige a los capacitados sino que capacita a los que elige. Este pensamiento me dejó muy tranquilo y después, a lo largo de estos años, en cada momento malo que he vivido, he visto que efectivamente yo no puedo, que con mis fuerzas no he podido hacer este camino. Si es Dios quien llama, Él hace el camino contigo y sabrá cómo llegar al final… como así está siendo.
En ese momento deshaces el nudo… pero tardas aún dos cursos en entrar al seminario. ¿Por qué?
Tenía dieciséis años, así que hablé con un sacerdote y con nadie más. Los dos decidimos que mientras hacía elBachiller iría discerniendo si había vocación. Tenía tiempo para ir viendo sin presiones si esto era de verdad y contarlo a mi familia o a mis amigos me hubiera condicionado de algún modo.
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¿Es entonces cuando quieres ser sacerdote?
No, esto es erróneo. Yo no decido que quiero ser sacerdote. Yo por mí hubiera elegido estudiar filosofía y ya está… es lo que yo hubiera hecho. Lo que pasa es que la llamada, el camino concreto del sacerdocio es un plan de Dios. Yo lo que sí quiero es cumplir su voluntad, que después de un tiempo veo que es el sacerdocio, pero no es algo que yo elijo, yo lo único que hago es tratar de responder a esa llamada.
Después de esos años de bachiller en algún momento tendrías que decir a tu familia y amigos cuáles eran tus intenciones. ¿Cuándo fue?
En mi casa el paripé fue completo. Les dije que lo que me gustaba era la filosofía, y no mentía, así que hice el examen de admisión en Pamplona y me cogieron. Mi padre estaba preocupado por mi futuro laboral. Pero un día empezaron a hablar de los trámites para pedir una beca y ahí ya tuve que decirles que no hacía falta, que a dónde iba a ir en septiembre era al seminario.
¿Y como se lo tomaron?
Pues muy bien, muy contentos. Se lo tomaron con tanta naturalidad que me resultó hasta sospechosa. Les pareció bien, entendían la decisión, pero siempre con ese punto de: “Juan se va al seminario, ¡fantástico!, pero la vida sigue, hay otros seis hermanos detrás y... ¡venga!" Es una cura de humildad que me viene fenomenal. Mis hermanos reaccionaron todos bien y curiosamente todos distinto.
¿Y los amigos?
Pues también muy bien. Yo muchas veces me he preguntado por qué yo he sido elegido y no cualquiera de ellos. Son unos fenómenos. Mis amigos han tirado de mí muchísimas veces. Nos hemos ayudado todos mucho. Y el hecho de que Mikel y yo vayamos a ser sacerdotes no quiere decir nada. Aquí nadie da lecciones de nada, todos nos ayudamos mucho. Estoy muy orgulloso de ellos.
Mikel Ormazabal: “Haz que nuestro principal alimento sea hacer siempre tu voluntad”
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Mikel Ormazabal es el más jovial de los tres. Quedamos con él una tarde de lluvia en Lourdes Txiki: “Yo soy del antiguo de toda la vida, así que Lourdes Txiki es un lugar muy cercano a mi, vengo mucho”
También tiene 25 años y, aun con barba y todo, parece un chaval mucho más joven. Así a lo lejos, en zapatillas y bajo la capucha de su chubasquero nadie diría que está a punto de ordenarse sacerdote. Sonríe sin parar y los ojos le brillan todo el tiempo... mientras nos cuenta cómo ha sido su historia.
“En mi familia somos tres hermanos, yo soy el mediano. Tengo unos padres que nos han querido siempre mucho y que nos han querido dar lo mejor y dentro de ese lo mejor nos han dado a Cristo y nos han transmitido la fe, además muy bien. Siempre en medio de una vida sencilla, ¿eh?, haciendo las cosas normales pero rezando en familia sobre todo los domingos por la mañana. Partiendo de esta familia que , como digo, nos ha transmitido la fe yo siempre he tenido como una obsesión que ha sido saber cuál era el plan de Dios para mí, saber para qué estoy aquí.
Esto me viene de que en casa mi padre bendice siempre la mesa y suele dar las gracias por el día, por los alimentos… lo habitual. Al final siempre repite la misma frase: “Haz que nuestro principal alimento sea hacer siempre tu voluntad”. Y claro, yo creo que de tanto oír esto cada día durante tantos años pues se me quedó muy grabado y desde pequeño he sabido que lo importante en esta vida es cumplir esa voluntad. Así que siempre he intentado buscar cuál es esa voluntad”.
Hay que buscar porque supongo que no viene Dios y te lo dice clarito…
“Bueno… Lo dice bastante claro, pero lo que pasa es que tenemos que aprender a escucharle. Esta ha sido mi tarea en la vida, y aun hoy, estoy aprendiendo el lenguaje de Dios”
Pero cuéntame cómo llegas a pensar en el seminario.
“En el colegio había un padre marianista que nos solía hablar de África. Nos contaba que allí los niños llegaban a morir de sed y a mi aquello me impresionaba muchísimo. Pensaba que yo debía ir allí, como misionero, y hacer un pozo y darles de beber. En fin... los deseos de un niño. Me impresionaba tanto el tema que yo a veces dejaba de beber agua para saber que era sentir sed, para saber cómo se sentían aquellos niños. Así que se puede decir que desde pequeño tuve el deseo de ser misionero y este deseo me ha acompañado siempre”.
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Sin menospreciar esto que me cuentas no deja de ser un deseo infantil como el que quiere ser bombero o astronauta. De eso a querer ser cura hay un trecho muy largo…
Sí, eso es verdad, pero yo tenía ese deseo en el corazón. El momento decisivo vino después. Cuando terminé la eso, ya en otro colegio, mis padres me enviaron un verano a un internado inglés para que aprendiera el idioma. Tengo que decir que yo en esa época ya tenía una vida de fe activa, iba a Misa, frecuentaba los sacramentos y rezaba diariamente. Para mí no era lo mismo un día con Eucaristía que un día sin ella.
Con quince años, me reconocerás que eso no es muy frecuente...
Sí, bueno... La fe me la habían transmitido muy bien en casa como te he dicho y la realidad es que siempre he creído y he practicado mi fe. Nunca he dejado de lado a Dios. Pero, verás, el caso es que el internado era anglicano así que no tenía la posibilidad de ir a misa cada día y muchos domingos tampoco. Para mí era un inconveniente, una dificultad… pero se me ocurrió que cada noche rezaría un rato con una Biblia que me había llevado en la maleta. Ya que no podía alimentarme de la Eucaristía, al menos podría alimentarme de la palabra de Dios.
Y así, cada noche, de rodillas, rezaba a los pies de mi cama y el Señor me regaló momentos preciosos. Afortunadamente, o más bien, providencialmente, tenía una habitación para mí solo porque si hubiera tenido un compañero, me hubiera dado tanta vergüenza que estoy seguro que no lo hubiera hecho
¿Y qué pasó? ¿Por qué este hecho es determinante en tu vocación?
Pues pasó que esa sed, que tanto me llamaba la atención de pequeño, la redescubrí de nuevo. Sentía en mi propia carne la sed de la Eucaristía y de los sacramentos, y me di cuenta de que no solo yo tenía sed. Vi que toda Inglaterra, toda Europa, padecía una sed espiritual grandísima.
Y me parecía que esa sed espiritual era todavía peor que la sed física. La sed física mata el cuerpo, pero la sed espiritual mata el alma. Entonces pensé que, aquello que yo deseaba de pequeño de ser misionero para ir a trabajar por los sedientos, no era una tontería de niño, no era un sentimiento que había salido de mí, sino que era el Señor que me hablaba...y me sentí llamado a saciar esa sed espiritual que asedia al mundo. Tenemos tantas personas conocidas, también aquí en San Sebastián, que se están muriendo de tristeza, de depresión, de angustia… que hay que poner a Dios ahí, porque Dios sana, Dios cura las heridas.
Volví a casa y lo hablé con un sacerdote y un par de amigos, entre ellos Juan, y no dije nada mas a nadie, durante mucho tiempo. Con la ayuda de este sacerdote fui viendo que este era el camino. Pasaba el tiempo y yo iba contento, y creo que esa es una forma que tiene el Señor de hablar al corazón, una señal de que vas bien. Y a día de hoy sigo igual de contento o más… me duelen los mofletes de tanto sonreír invitando a unos y a otros a mi ordenación.
Y cuando ya por fin dijiste que te ibas al seminario cómo reaccionó tu familia, tus amigos…?
“En mi casa muy bien, muy contentos, yo sabía que para mis padres era una buena noticia. Los amigos también muy bien, alguno se sorprendió un poco más pero muy bien todo el mundo. Yo mismo me quedé muy sorprendido de que nadie me dijera: pero qué haces..., vas a tirar tu vida a la basura..., piénsalo bien…
Nadie me ha dicho nada de eso, ni siquiera la gente de mi familia que no cree. Para mí ha sido una sorpresa no encontrar ni una sola reacción de ese tipo.
Como anécdota divertida, recuerdo en el colegio, que una vez estábamos en el comedor comentando que íbamos a estudiar al curso siguiente.
Entonces yo dije que pensaba ir al seminario y no a estudiar derecho y filosofía que era lo que todos creían. Hubo un momento de sorpresa, de felicitaciones y después le preguntaron a Juan que estaba justo a mi lado… y va y dice él que también se va al seminario.
Todos pensaron que estábamos de broma, hasta que se dieron cuenta que era de verdad. Había un compañero sentado al lado nuestro que rápidamente tuvo que aclarar que él no se iba al seminario, pues el resto no se atrevían ni a preguntar...fue muy divertido...”
Yon Cuadrado: "Sentí esa mano que coge y saca a alguien de un pozo muy profundo"
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Yon Cuadrado tiene 32 años recién cumplidos y aunque nació en Villabona se considera de Azpeitia (Guipuzcoa), pues allí vive desde que tenía apenas tres años y de allí es toda su gente. Es allí donde nos atiende, en la parroquia de San Sebastián de Soreasu, lugar cargado de historia y de santidad, donde el eco de San Ignacio resuena en cada esquina.
Lo curioso de Yon es que en su familia nadie frecuentaba la Iglesia ni tenía ninguna práctica religiosa arraigada. Para encontrar su primer recuerdo relacionado con Dios nos remontamos a cuando Yon tenía tres o cuatro años. Su abuela materna estaba enferma e impedida en casa así que su familia cuidaba de ella algún fin de semana.
Recuerda Yon, llevarle el desayuno a la habitación los domingos por la mañana y alguna vez la abuela le pidió que se quedara con ella para ver la misa en la televisión. “Mi abuela no iba a misa los domingos, ni era especialmente piadosa, pero en su enfermedad sí que creo que volvió de algún modo a la fe…”
Yon es un chico tranquilo, tímido pero acogedor, suave en el tono y en las formas, que se pasea por Azpeitia vestido de cura pero sabiendo que para todos allí es el hijo de Loli. Creció como un chico cualquiera junto a sus padres y su hermano, dos años menor.
Estoy impaciente por saber cómo un chico de Azpeitia sin ninguna referencia religiosa llega a convertirse en sacerdote.
Te pongo en antecedentes porque hay que saber lo anterior para entender el final. Cuando tocó pensar en que estudiar, yo tenía el deseo de ser cocinero, pero mi madre me quitó un poco la idea por aquello de que es muy sacrificado.
Así que estudié informática sin ningún problema en San Sebastián. Al terminar ya tenía claro que yo no quería trabajar en eso, así que volví al ataque con la cocina. Tan decidido estaba que mis padres no se opusieron, pero ya habían pagado la informatica, asi que me fuí a Galdakano a hacer cocina porque era público. Hice primero muy bien, con buenas notas y muy contento, aquello me gustaba mucho.
En segundo ya empecé a trabajar en un restaurante de aquí haciendo las prácticas. Estaba encantado con el trabajo y con los estudios, pero empecé a sentirme un poco raro. Cuando estaba en la escuela o trabajando estaba bien, pero cuando volvía a casa, aun teniendo una familia que me quería y una cuadrilla con la que hacía mil planes, me encontraba como vacío, sin ilusión, tristón. Yo mismo me decía: '¡Jope Yon!, toda la vida queriendo esto y ahora que casi lo tienes...no entiendo por qué no estoy más feliz…'
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Pero tu seguías ajeno a la Iglesia y a Dios y a todo lo espiritual, ¿no?
Sí, yo seguía como siempre. Pero a través de una prima de un amigo de la cuadrilla, acabamos los dos, mi amigo y yo, echando una mano en un grupo de ocio y tiempo libre con chavales. Este grupo era de la parroquia, pero podía haber sido de cualquier otro lado…
El caso es que allí conocí a Mikel Aranguren, que era el cura que llevaba eso. Era un cura joven y majo y no se muy bien porqué, pero yo empecé a contarle a él la insatisfacción que yo sentía. Él me dijo que me iba a ayudar a ver qué es lo que pasaba en mi corazón, por qué no estaba más feliz. Empezamos así un camino de profundización, como para separar el grano de la paja, por decirlo de algún modo.
Al poco tiempo a mi madre le diagnostican un cáncer de pulmón, y aunque en un principio le dieron buen pronóstico, según pasó el tiempo, las noticias fueron a peor. Seis meses después, en enero de 2014, enterramos a mi ama. Aquello fue un golpe durísimo para mí. Si tenemos en cuenta que yo no estaba muy bien antes, su muerte me dejó K.O. Hasta el punto de no querer levantarme por la mañana.
Yo le pedía a Dios, si existía, que no me regalara otro día. Lo único que quería era ir donde estaba mi madre. No tenía costumbre de rezar ni nada, pero sabía lo básico, que Dios estaba ahí y que me quería.”
Un día de esos, en los que no tenía ganas ni de estar con mi padre ni con mi hermano, ni de hacer planes con los amigos, ni de cocinar… ni de nada, yo sentí algo fuerte dentro de mí. Lo asemejo a la imagen de una gata que coge a su cachorro del pescuezo o a esa mano que coge y saca a alguien de un pozo muy profundo. Yo sentí que conmigo alguien hacía lo mismo.
Para mí este es el momento clave, y así como sentí que alguien me levantaba, también entendí que se me estaba pidiendo algo más, y esto sí que es el principio de mi vocación. Fue un volver a nacer. Algo dentro de mí hizo un click.
A partir de ahí, mi vida cambió, volví a sentir una ilusión, una esperanza de vida, un deseo de querer hacer el bien. Hablaba con el Señor y le decía: 'Si esto he sentido, no es por mi. Esto que ahora estoy sintiendo alguien me lo ha dado, porque yo se bien como estaba hace unas horas. Si es tuyo, ya me lo dirás y si es asi yo me comprometo a hacer lo que tú digas”… y fue...y fue..¡y fue!'
A ver si lo he entendido bien: ¿tu sientes que alguien, supuestamente Dios, te saca del pozo, sin que tu hubieras hecho nada, sin tomar nada...y tan fuerte es eso que sientes, que le prometes entregarle tu vida?
Sí, resumidamente, sí. Es muy difícil de explicar y parecen cosas raras, pero yo sé lo que sentí. A veces decimos muy a la ligera que Dios nos ama, pero yo en ese momento me sentí muy amado, había perdido a mi madre, y sin embargo, me sentí muy amado por Dios, no me sentí huérfano, sino sentí que Alguien me decía: ¡Yon, aquí estoy!
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¿Y qué hiciste a partir de semejante experiencia?
Empecé a buscar dónde o de qué manera entregar mi vida. Mikel me ayudo mucho y poco a poco fui viendo que ser sacerdote era lo mío. No es algo que yo hubiera elegido, no me atraía nada de nada pero fui viendo que mi entrega era por ahí, por ese camino, llevando una vida coherente, ayudando a las personas… sirviendo. En septiembre de ese año en el que mi madre falleció entré en el seminario.
¿Y la cocina?
La he dejado como dedicación profesional. Durante el primer año de seminario continúe trabajando los fines de semana en el restaurante de Azpeitia, que considero mi casa, pero tuve que dejarlo. Ahora cocino para mi y para los amigos y cuando puedo y en el restaurante necesitan que les ayude con algún plato nuevo, pues lo hago encantado.
¿Cómo reaccionó tu entorno ante semejante sorpresa?
Mi padre y mi hermano no entendían mucho pero me dijeron que si yo lo había decidido, ellos eran mi familia, ¡que adelante!
Yo tenía mucho miedo a la reacción de mis amigos de la cuadrilla, así que a la primera que se lo dije fue a una muy buena amiga pero que es muy crítica con la Iglesia. No sabía cuál sería su reacción y tenía mucho miedo. Cuando se lo dije no me contestó nada, luego me dio un abrazo y después sí que me dijo que estaba allí para lo que necesitara. Esa reacción me dejó muy tranquilo y muy contento, porque me di cuenta de que si ella había reaccionado así, ya se lo podía contar a cualquiera.
Ciertamente las historias de Juan, de Mikel y de Yon son diferentes, pero los tres han sentido la llamada, cada uno a su manera, con sus circunstancias y a través de su propia mirada.
¿Cómo han sido estos seis años de seminario?
Juan: “Son unos años muy especiales, muy intensos. Es una ocasión única que nunca más volverás a tener después, tanto por la dedicación al estudio como por la convivencia. Yo he tenido grandes alegrías y también disgustos, problemas, pero han sido unos años muy enriquecedores.”
Mikel: “Yo destacaría los momentos de dudas, las cruces, que también ha habido. Creo que es necesario pasar por ahí. En los momentos donde la fe flaquea, es donde después se hace más fuerte. Momentos en los que no ves al Señor cerca, momentos de sequedad en la oración… es bueno pasar por eso, para poder amarle sin verle. Esto hace que el amor se fortalezca.”
Yon: “Han sido años de mucho esfuerzo, muy duros. Yo llegue allí muy verde, no sabía nada de doctrina y estaba a años luz en formación respecto de mis compañeros. Y estudiar materias profundas en castellano me costaba mucho, me pasaba el tiempo mirando en el diccionario. A veces pensaba: ¡Yon, deja esto ya…, vámonos!. Pero en esos momentos yo recordaba aquello que había sentido antes y recuperaba la fuerza.”
¿Cómo veis nuestra Iglesia más cercana?
Mikel: “Veo una Iglesia muy herida, en la que hay mucha falta de comunión, también en el clero. Muchas veces no somos precisamente luz… y es una pena. Pero al mismo tiempo veo que el Señor está soplando su espíritu y se están renovando nuevos carismas y movimientos que están cogiendo fuerza como Emaus, Effeta o la Renovación Carismática. Creo que la Iglesia está pasando un momento de prueba, pero que también es necesario para que la fe se fortalezca. Veo la situación de nuestra Iglesia como una oportunidad, porque vivir en una sociedad atea e incluso anticristiana es una gracia, porque puede hacer que nuestra fe sea aún más fuerte.”
Vosotros sois jóvenes que han tomado un camino poco común y que demuestra vuestra valentía y compromiso. Escuchandoos y charlando con vosotros yo puedo decir que parecéis felices y plenos. ¿ Qué le diríais a tantos jóvenes que andan buscando su camino a veces en lugares equivocados?
Mikel: “A los jóvenes nos han colado una mentira muy grande, que es hacernos creer que tenemos que vivir centrados en nosotros mismos buscando lo que nos hace felices. La realidad es que vivir centrado en uno mismo es impedimento para llegar a ser feliz. Hay que vivir abierto a relaciones sinceras y de amistad plenas. Tengo la convicción de que esa felicidad que todos buscamos es imposible encontrarla sin Dios. Porque Dios nos ha creado con un corazón infinito, como el suyo, y un corazón infinito no lo puedes saciar con nada que no sea infinito. Esa felicidad que uno busca en muchos sitios, mendigándola muchas veces, solo llega de verdad cuando uno se deja encontrar por Dios. El Señor está deseando encontrarse con nosotros, pero nosotros tenemos que quererlo también. El Señor nos da toda la libertad. Quien pide recibe, quien busca encuentra, y al que llama se le abre.”
De su futuro nada saben pero Mikel resume muy bien su postura respecto a esto: “Sé que dónde vaya habrá un sagrario, así que donde sea... estaré con el Señor.” Y añade: “Pido oraciones, por nosotros y por la unidad...para que haya una comunión sincera”.
Así que el que quiera y sepa, por favor, que les tenga presentes en sus oraciones. Desde ya, cuentan con las mías...
Entrevista realizada por Marta León para Aleteia