Este edificio de estilo neoclásico donde funciona el Congreso de la República fue construido en piedra de cantería y tiene un área de 20.000 metros cuadradosEn 1846 una ley ordenó su construcción y al año siguiente se puso su primer piedra. En las siguientes décadas, la obra tuvo avances y retrocesos originados por la guerra, el escaso presupuesto, la alteración de los planos originales y los diferentes arquitectos que la dirigieron. Por su parálisis durante tanto tiempo los bogotanos lo llamaron “El enfermo de piedra”.
La idea fue del general Tomás Cipriano de Mosquera, combatiente de mil batallas, estadista, diplomático, empresario, cuatro veces presidente de la República y enamorado del régimen parlamentario inglés. Si bien en 1821, recién estrenada la Gran Colombia, se había determinado que el país tendría un legislativo bicameral, fue este general el que se inclinó por darles, en apariencia, un toque británico a las dos cámaras: la de Representantes —para el pueblo— y el Senado —con un nivel más elevado—. La historia ha demostrado que ese deseo se quedó en el papel y en el pensamiento de Mosquera.
Aunque en un comienzo sus inspiradores proyectaron una sede monumental para albergar en Bogotá y en un solo lugar a los tres poderes —legislativo, ejecutivo y judicial—, la idea fue modificada y con el tiempo se decidió que allí solo debía funcionar el Congreso. Sin embargo, su constructor, el danés Thomas Reed, adoptó el nombre de Capitolio Nacional, quizá para remarcar que así se denominaba en la antigua Roma a la sede del Senado.
Otro aspecto que desde un comienzo quedó claro fue la decisión de enterrar el pasado colonial español erigiendo la sede de en el mismo lugar donde antes funcionaban el Palacio del virrey, la Real Audiencia, el Tribunal de Cuentas, la Caja Real y la cárcel de la ciudad. De hecho, el sector donde está el Capitolio es zona arqueológica y allí se hallaron recientemente las ruinas de edificaciones coloniales.
Independientemente del origen político del legislativo colombiano con todos sus vaivenes y contradicciones durante los dos siglos de vida republicana, el Capitolio es un icono que representa a Colombia. Su asombroso pasado, así como el valor histórico, político, cultural y artístico que encierran sus 20.000 metros cuadrados la convirtieron, tan pronto se inauguró 80 años después, en 1926, en el más importante edificio de carácter civil.
Un recorrido por este coloso que sobresale entre todas las construcciones religiosas, gubernamentales y privadas que enmarcan la plaza de Bolívar resulta enriquecedor para colombianos y extranjeros. A lo largo de sus tres pisos, plazoletas, pasillos y recintos, el visitante puede conocer detalles de los materiales empleados para la construcción y los extraños nombres de múltiples adornos y de figuras que parecen sacadas de una película de ciencia ficción.
El Capitolio también es una gigantesca galería de arte con grandes murales, frescos, cuadros, esculturas y decorados que no se encuentran en otros lugares de Colombia. De igual forma, los bustos y pinturas que recuerdan a personajes de todos los partidos y tendencias políticas son una síntesis silenciosa de la agitada vida política de este país que por estos días conmemora los 200 años de su independencia definitiva de España.
Aleteia los invita a un rápido recorrido fotográfico por ese “Enfermo de piedra” que pese a la trepidante historia colombiana sigue vivo y firme…:
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