La Guardia Suiza es, como se sabe, la encargada de la seguridad del Sumo Pontífice y de la Santa Sede. Se trata de un ejército de lo más curioso, claro está, por tratarse del ejército profesional más pequeño del mundo (alrededor de cien soldados); con una vestimenta de lo más característica y llamativa (según algunos, diseñada nada menos que por Miguel Ángel, aunque el dato es discutido).
Y con requisitos muy específicos para quien quisiera formar parte de sus filas: ser varón, soltero, de entre 19 y 30 años de edad, católico practicante; con ciudadanía suiza, diploma profesional o enseñanza media terminada; sin antecedentes penales, medir por lo menos 1.74 m. de estatura, y haber completado la escuela de reclutas del Ejército suizo, entre otros.
Su historia cuenta ya con más de quinientos años y se remonta a 1506, cuando el papa Julio II –que llevaba entonces tres años en el papado– solicitó a los nobles suizos un grupo de soldados para su protección. Así se formó una agrupación de 150 mercenarios quienes, al mando del capitán Kaspar von Silenen, marcharon a través de la Porta del Popolo en Roma, donde fueron bendecidos por el sumo pontífice el 22 de enero de aquel año.
Sin embargo, la fecha más importante para este particular cuerpo militar es el 6 de mayo de 1527. Ese día 189 soldados suizos defendieron la Santa Sede y al entonces pontífice Clemente VII, durante el saqueo de Roma a cargo de las tropas del emperador Calos V, quien pretendía dar un escarmiento al papa por haber preferido éste apoyar a Francisco I de Francia.
El ejército imperial de Carlos V contó en aquella ocasión con unos veinte mil hombres y el ataque fue encabezado por el comandante general Carlo di Borbone en el marco de la Guerra de la Liga de Cognac (1526-1530). Si bien di Borbone falleció mientras conducía la escalada, los lansquenetes alemanes invadieron Borgo Santo Spirito y Borgo San Pietro.
La lucha se produjo ante la basílica de San Pedro y de los 189 guardias suizos sólo sobrevivieron 42: aquellos que formaron un círculo alrededor del papa y lo escoltaron para que escapara por el pasaje di Borgo hacia el castillo de Sant´Angelo. Rememorando este hecho, cada 6 de mayo, los nuevos alabarderos juran su cargo ante el papa y los ascendidos toman posesión.
Lo realizado por la Guardia en aquella ocasión manifiesta una incuestionable fidelidad y valentía. Por ello no es extraño que la historia resulte inspiradora para aquellos que gusten de los relatos bélicos épicos.
Tal es el caso de la banda de power metal Sabaton, formada en 1999 en la ciudad sueca de Falun. Su nombre ya nos da un indicio de cuáles son sus intereses temáticos: sabaton es el nombre latino para el escarpe, la parte de una armadura medieval que se colocaba en el empeine del pie.
La agrupación dedica el contenido de sus letras específicamente a temas relacionados con lo bélico, ya se trate de alguna guerra en general, de alguna batalla en especial o de algún destacado personaje bélico de la historia.
El octavo disco del grupo sueco fue presentado en 2016 bajo el nombre de The Last Stand (La última resistencia), entre cuyas canciones se destaca el track número siete, que lleva el mismo nombre del álbum.
Se trata de una canción de casi cuatro minutos en la que se narran justamente los hechos de aquel 6 de mayo de 1527 y se homenajea a los guardias suizos que resistieron hasta el último aliento frente a las tropas de Habsburgo, permitiendo salvaguardar la vida del papa Clemente.
(Nota: Destacamos la labor del canal Deus Ex Mau5 de youtube en la traducción y recopilación de imágenes en el video. No obstante, el sonido se encuentra bastante comprimido. Para quienes quieran escuchar mejor la canción, recomendamos ir al canal oficial de Sabaton).
La pieza cuenta con todos los condimentos propios de este género: la combinación de elementos del heavy metal tradicional con los del metal neoclásico e incluso del metal sinfónico (y así unifica con éxito las guitarras con distorsión metalera, el poder de la percusión, breves momentos de virtuosismo moderado, las cuerdas del teclado, la potencia del coro), la epicidad del relato, el rasgo fuerte y semiagresivo de la voz, la secuencia de acordes apropiada a los fines de conmover... todos ellos al servicio de la historia y de la catarsis del oyente, en quien despierta – si se está bien predispuesto – sentimientos de fortaleza, honor, fidelidad y valentía. Acriter et Fideliter, como reza el lema de la misma Guardia Suiza Pontificia.