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Payasos, la odisea de hacer reír (y sobrevivir) en tiempos de COVID-19

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Pablo Cesio - Aleteia Perú - publicado el 27/07/20
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Mochoqueque, Pitilla y Canchita, tres profesionales de la risa que son interpelados por la pandemia, pero que no pierden la fe y la esperanza Perú, año 2020. La batalla contra el coronavirus no da tregua en este país sudamericano, que han tenido más de 370.000 casos confirmados y un número de fallecidos que supera los 17.000.

En el medio de todo esto se avecinan las famosas fiestas patrias, que esta vez no tendrán con una de sus imágenes más peculiares, los payasos y circos. Pero más allá de lo circunstancial del protagonismo de estos artistas durante esta época, el hecho de hacer reír en medio del drama del COVID-19 se ha transformado también en un verdadero desafío.

No obstante, para tres profesionales de la risa en Perú como Mochoqueque, Pitilla y Canchita –pertenecientes a familias con larga tradición en el rubro- no solo el objetivo es hacer que la gente tenga alegría en medio de la adversidad, pues también ellos necesitan sobrevivir.

En ese sentido, la historia de estos tres payasos ha sido publicada en estos días en Agencia Andina, lugar desde donde se busca visualizar lo que ha significado para estas personas el hecho de haber tenido que “bajar el telón”.

En el caso de Mochoqueque, se recuerda que su nombre es César Chumacero (57), hijo del legendario Tony Rabanito (Augusto Chumacero Guerrero), a diferencia de otros payasos, vida transcurre todo el año en una carpa. Junto a otros integrantes del circo recorren diversas localidades. Pero desde el 16 de marzo, con la emergencia sanitaria, todo cambió, dejando carpas y acción totalmente suspendidas.

Debido a esto, se indica desde Agencia Andina, no han tenido más remedio que buscar alternativas para sobrevivir y es ahí donde comienza a imperar la creatividad.

 

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Shutterstock | bianca paunescu

 

“Buscarse el día a día”

Caracterizados de payasos, no han tenido otra opción que igual salir a las calles vendiendo diversos productos como pop corn, manzana acaramelada, entre otros.

Otro es el ejemplo de Pitilla, una mujer también con familia de payasos –en este caso provenientes de Chile-  cuyo nombre es Marilú Rest Diche y que lleva con orgullo su profesión, pero no forma parte de su única tarea, pues también es guía turística, secretaria de gobierno en Callao y hasta integrante del Cuerpo de Bomberos. En su caso, la exploración de “shows virtuales” estuvo latente, pero considera que no es lo mismo.

Por último, se menciona el caso de Christian Oré, más conocido como Canchita, quien tiene un papá que también es payaso y se lo conoce como Trompetín.   Para Canchita también está la posibilidad de hacer reír a través de diversas plataformas, pero reconoce que, para un gran número de personas como él, tener un ordenador es un verdadero lujo.

Canchita es director de la Escuela Experimental del Payaso, por lo que su profesión también tiene mucho de espíritu educativo.

Pero una vez más las alternativas más comunes para sobrevivir están de la mano de los dulces, ofrecer serenatas, hacer reír en los semáforos u ofrecer productos para protegerse del COVID-19 como mascarillas. Pero el arte sigue estando ahí, intacto, a la espera de volver a deslumbrar a lo grande.

 “Vamos a hacer como los supermercados, seguramente desinfectar a la gente cuando ingrese, mantener la distancia social entre sillas o graderías. Si Dios quiere, vamos a reabrir pronto. Y estaremos listos para que realicen las inspecciones. Hay que tener paciencia”, concluye Chumacero con respecto al futuro cercano y el regreso a la actuación presencial. Y lo hace con un dejo de esperanza y confianza en Dios en que todo irá bien.

 

 

Con información en base a Agencia Andina

 


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