El padre Ricardo Antonio Cortez (44) fue encontrado muerto. Tiroteado, su cuerpo fue arrastrado hasta dejarlo entre la maleza.El padre Ricardo Antonio Cortez (44) fue encontrado muerto el viernes 7 de agosto, tirado cerca de su automóvil, en el kilómetro 80 de la carretera Litoral, jurisdicción del cantón San Ramón Grifal, municipio de Tecoluca, San Vicente, al sureste de El Salvador.
Cortez, quien era rector del Seminario San Óscar Arnulfo Romero en la diócesis de Zacatecoluca y guía espiritual del movimiento Misioneros de Jesús en La Paz así como párroco de la ciudad de Jucuarán, fue atacado mientras se dirigía a Usulután. Lo balearon, pero no le robaron nada. Los asesinos no iban por objetos, iban por su vida.
“Al parecer el padre fue interceptado y luego obligado a bajar del vehículo, que le había sido asignado por la iglesia (por la diócesis de Zacatecoluca), para dispararle, posteriormente el cuerpo fue arrastrado hasta dejarlo entre la maleza a un costado de la carretera”, apuntó un agente de la policía salvadoreña.
Una vez más, sangre inocente
El padre Cortez es el tercer sacerdote que muere asesinado en menos de tres años en el pequeño país centroamericano, regado por la sangre de San Óscar Arnulfo Romero. El primero fue el padre Walter Osmir Vásquez , quien fue asesinado en 2018, seguido por el padre Cecilio Pérez, ultimado en 2019.
Tras la muerte de Cortez –un sacerdote muy querido en El Salvador y, en especial en la diócesis de Zacatecoluca, en cuya Catedral de Nuestra Señora de los Pobres fue velado—los sacerdotes del clero local se han preguntado (y han elevado su protesta hasta el Vaticano) ¿quién será el próximo en caer?
“Una vez más, nuestra diócesis está manchada con la sangre inocente de un buen pastor dedicado a sus ovejas”, dijo el obispo Elías Samuel Bolaños Avelar de Zacatecoluca en un comunicado en video lamentando la trágica muerte de Cortez.
Eran 543, ya son 542
La Sociedad Cooperativa Sacerdotal (Coopesa) de El Salvador le ha exigido al Gobierno del presidente Nayib Bukele “que ponga a funcionar a sus ministros” para lograr esclarecimiento del crimen del padre Cortez.
En un comunicado por redes sociales la Coopesa señaló: “Cuando mataron al padre Ricardo, éramos 543 sacerdotes afiliados, ahora somos 542. Dios proteja al gremio sacerdotal”.
Para los integrantes de la Coopesa, las muertes violentas de los tres sacerdotes en los últimos tres años, supone “que existe un plan homicida orquestado, en el que hay actores de distintas procedencias y un patrón de conducta criminal premeditado y con alevosía, frente a víctimas inocentes, como en tiempos de monseñor Romero”.
No temía por su vida
Más allá de la apelación al presidente Bukele, la Coopesa exigió al Fiscal General de El Salvador queque investigue el asesinato del sacerdote Ricardo Antonio Cortez, y a la Dirección de la Policía Nacional Civil que profundice y capture a los actores intelectuales y materiales del crimen. El Procurador de Derechos Humanos de El Salvador también suscribió las expresiones de repudio al crimen.
El padre Raphael Sánchez, párroco salvadoreño de la Iglesia de San Nicola di Bari en Roma, amigo y compañero de Cortez dijo a Religion News Service que “nunca mencionó que temía por su vida o que estaba en peligro”.
Sánchez y un grupo de sacerdotes y fieles de El Salvador están tomando el asunto en sus propias manos y tratando de reconstruir lo que le sucedió al padre Cortez.
¿Y cuál pudo ser el móvil?
Sánchez sospecha que podría haber personas u organizaciones “que deseen intimidar a la Iglesia católica”, pues “la situación actual en El Salvador crea un clima de miedo, y ahora la gente pregunta quién será el próximo”.
La labor docente de Cortez con los seminaristas “podría haber puesto su vida en riesgo”, según este sacerdote salvadoreño afincado en Roma.
Los sacerdotes que predican ciertos derechos y valores en El Salvador son vistos como “incómodos”, dijo el padre Sánchez, y todavía existen riesgos para el clero que se pronuncia en contra de la injusticia. Como hace cuarenta años, cuando fue asesinado monseñor Romero.