Ante los abusos sexuales, podemos pedirle ayuda a DiosCon 16 años viajaste tres días con amigas a las paradisiacas playas del Mar Rojo y encontraste, el pasado 12 de agosto, una agresión infernal a tu joven cuerpo que nos llega al alma a millones de personas en todos los rincones del planeta.
Siento una presión en el pecho cuando imagino esa escena dantesca que uno de los detenidos tras tu denuncia describió a su abogado: decenas de hombres haciendo fila en la puerta de tu habitación en el hotel, entrando uno a uno, hasta 30, para mantener relaciones sexuales contigo.
Intercambiaste mensajes con él. Incluso te envió un video de aquel (des)encuentro sexual. Dice que las relaciones eran consentidas.
Tú habías bebido demasiado. Ellos estaban sedientos. Y volvió a suceder algo que nos golpea a todos, un crimen contra la humanidad, como lo ha calificado el primer ministro de Israel Benjamin Netanyahu.
“¿Qué pretende demostrar un hombre, haciendo cola con docenas más, esperando para entrar a una habitación donde está acostada una niña joven y desorientada?”, se pregunta por su parte el ministro de Defensa, Benny Gantz. “Lo único que han demostrado es la depravación de su alma”.
Pero en este momento más que buscar culpables, quisiera acercarme a ti, que denunciaste tu violación grupal; y a ellos, que te hirieron; a todas aquellas personas que no han visto respetada o no han respetado la altísima dignidad humana.
¿Y si todos hiciéramos propia esta miseria? Tomémosla en nuestras manos (simbólicamente, por ejemplo sosteniendo una imagen rota) y presentémosla juntos a Dios. Con vergüenza, con dolor, pero sobre todo con confianza en su misericordia y su poderosa pureza que nos restaurará.
Padre de todos:
De verdad, lo sentimos…
Danos sanación, consuelo, paz,
a todos los que caminamos por esta tierra hacia la prometida
confiando en que vuelvas a abrir las aguas del Mar Rojo
para que podamos llegar al paraíso
que esta joven buscaba cuando viajó a Eilat.
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