Cadena perpetua sin posibilidad alguna de libertad condicional¿Qué hay en la mente –si es que hay algo más que un odio profundo al otro, al diferente, al que no tiene la misma piel, religión, ideas o ideologías—de un terrorista y supremacista como el australiano B. T.*?
¿Qué motivos pueden inducir a alguien a tomar unas metralletas, allanar las mezquitas de de Al Noor y Linwood, en la ciudad de Christchurch, Nueva Zelanda, y matar a 51 personas indefensas, seres humanos que se encontraban haciendo oración en ellas?
El “crimen gratuito” del que hablaba Albert Camus es, para estos personajes, una muestra de hombría; un ejemplo de valor; un camino para borrar de la faz del planeta a los incómodos. Lo mismo pueden ser niños que ancianos, que mujeres o bebés. Algo los une y “deben” ser liquidados.
Crímenes que no se agotan con el castigo
Ayer jueves, los hechos que conmovieron a Nueva Zelanda y al mundo el 15 de marzo de 2019, volvieron a revivir cuando el Tribunal Superior de Christchurch dictó una condena sin precedentes en Nueva Zelanda: cadena perpetua sin posibilidad alguna de libertad condicional para B.T..
El jurado consideró que el asesinato colectivo de este supremacista fue “brutal e inhumano” y optó por la pena mayor que este pequeño país ha puesto a un criminal del tamaño de B. T. .”Sus crímenes son tan malvados, que aunque se le mantenga preso hasta la muerte, no se agotará el castigo y la condena que requieren”, dijo el juez Cameron Mander.
He aquí un resumen de la condena: 51 cargos de asesinato a cadena perpetua sin libertad condicional, a doce años por cada uno de los cuarenta cargos por intento de asesinato y a cadena perpetua por el cargo de terrorismo por atentado con armas semiautomáticas.
La meticulosidad de un criminal
Según las investigaciones y los interrogatorios a este hombre realizados por la policía neozelandesa, desde que llegó a ese país, en 2017, B.T. estuvo planeando, con precisión, el atentado. Eligió un viernes, día en que la comunidad musulmana se congrega en las mezquitas para orar. Con varias armas semiautomáticas, abrió fuego frente a mujeres, niños, adultos, ancianos…
No conforme con su brutal crimen, lo transmitió en vivo por redes sociales, habiendo publicado previamente un ideario supremacista blanco y avisado a las autoridades que estuvieran listas para después del atentado. Actuó en solitario. Y como la mayoría de estos tiradores masivos, lo único que quería era hacerse notar, liderar a los de su tipo, mostrar “cómo se hacen las cosas”.
Ayer jueves, su abogado de oficio le dijo al Tribunal que B.T. aceptaba sin condiciones la condena a cadena perpetua sin posibilidad alguna de obtener libertad condicional, y que renunciaba –también—a su derecho de exponer su postura o a defender su causa al final del juicio.
Una vida en completo silencio
“Usted se mantiene completamente ensimismado. No ha pedido disculpas ni ha aceptado públicamente el daño que ha causado. No hay muchos indicios de que sus alegatos denoten un profundo sentimiento de remordimiento ante sus víctimas o de que esté particularmente afligido por haber causado tan terrible dolor”, le dijo a B.T. el juez Mander, antes de acabar el juicio.
Tras darse a conocer el fallo, la primera ministra neozelandesa, Jacinda Ardern, manifestó que B.T. “merece toda una vida en completo y absoluto silencio”.
*NOTA DE LA REDACCIÓN: Utilizamos las iniciales del asesino serial por no dar notoriedad alguna –cosa que buscaba—de las mezquitas de Christchurch. En marzo de 2019, la propia primer ministro de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, así lo pidió.