El coronavirus ha afectado negativamente a los más pequeños de múltiples formas. La adicción a las pantallas es uno de los problemas más preocupantesLa clave para incorporar hábitos saludables ante el consumo abusivo de las pantallas es implementar recursos de la educación offline que protegen sus cerebros.
Las pantallas se convirtieron en un aliado contra el virus durante el confinamiento. Han permitido que nuestros hijos se conecten con el mundo exterior, se comuniquen con amigos y familiares, puedan acceder a la educación y participar de actividades de entretenimiento.
Nueve horas más
De hecho, el consumo digital se ha acelerado y es indiscutible que así será por un tiempo.
Según un estudio reciente realizado por el Observatorio Social de la Caixa, el uso de la tecnología se ha incrementado a raíz de la pandemia unas nueve horas diarias, especialmente en la población más joven.
Pantallas a todas horas, ¿la nueva realidad?
El problema es el exceso en el uso de las pantallas que han copado todos los espacios de la vida de nuestros hijos: los deberes, los juegos, las conversaciones en familia. Al final los dispositivos pueden generar un vicio, comportamientos adictivos, contribuir al aislamiento y bajar los niveles de concentración y atención.
Nuestros hijos son más vulnerables a la hora de afrontar estos peligros, ya que hay zonas de sus cerebros que aún están inmaduras y necesitan de los adultos para que les guiemos en su gestión. Es necesario tener un plan con normas claras, pero no solo limitarse a restringirlos sino que es fundamental dar alternativas y crear un entorno atractivo para ellos.
Siempre puede haber excepciones a las reglas, pero es importante marcar horarios y pautas de uso según el contexto. Cuanto más concretas sean, será mejor y para que sean cumplidas también nos tienen que incluir a los padres, ya que la mejor manera de enseñarles a nuestros hijos es con el ejemplo de los que somos sus modelos.
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Acompañarlos en las diferentes etapas
No te obsesiones con mantener a tus hijos al margen de todo. Al involucrarte en lo que buscan, tienes la oportunidad de conocerlos más descubriendo sus intereses y lo que más les atrae. Al mismo tiempo, desde sus preferencias, puedes guiarlos para que vayan aprendiendo que son ellos los dueños de sus pantallas y no al revés.
Algo importante es aprender a introducirles los dispositivos de forma escalonada. La Sociedad Americana de Pediatría recomienda que no haya contacto digital en niños de 2 a los 6 años, y si se hace que no sea más de una hora diaria al día, con contenido adecuado para sus edades y nunca estando solos.
Priorizar la alimentación y el descanso
Comer bien y tener un buen descanso son prioritarios para mantenerse sanos. Evitar las interrupciones, es esencial. Dormir con el móvil favorece cogerlo por la noche o estar pendientes de los mensajes que llegan. Es bueno que nuestros hijos dejen aparcado su móvil fuera de su habitación en un sitio común y asegurarse el descanso.
Si cada uno está pendiente del móvil durante las comidas no sólo desaprovecha la oportunidad de conversar, sino que tampoco se está pendiente de lo que se come. Según los nutricionistas uno de los principales factores de obesidad es comer delante de una pantalla, ya que distrae la atención y la sensación de saciedad llega más tarde.
Fortalecer sus vínculos afectivos
Una de las cosas que activan las sustancias positivas del organismo y evita enfermedades es mantener vínculos afectivos. Según los expertos las personas más felices son las que tienen buenas relaciones con quienes les rodean y no se sienten solas. No se trata del número de relaciones como tener 1000 amigos en Facebook, sino de la calidad de las mismas.
Construir relaciones profundas
El uso de las pantallas las hace más superficiales. Es importante animarles a que puedan construir relaciones profundas y tangibles con amigos y familiares con planes que les ilusionen y transmitiendo que el otro es importante. Las pantallas nos hacen sentir el impulso de mirar si nos ha llegado algo quitando la atención de la persona que tenemos enfrente.
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Educarlos en el asombro
El asombro es el deseo por conocer, aprender y explorar. El uso excesivo de las pantallas los pone ante el peligro de una sobreestimulación de sus sentidos que muchas veces minimiza o anula ese mecanismo innato de asombro que tienen los niños y los hace buscar entretenimiento y sensaciones cada vez más intensas que les motiven.
El juego libre es la actividad por excelencia a través de la cual aprenden los niños movidos por el asombro. Lo importante es que sean los niños quienes se pongan en marcha a través del juego. Algunos países han empezado a implementar lo que se conoce como un slow day para frenar la hiperestimulación que es perjudicial para la mente.
Ponerlos en contacto con la naturaleza
Las pantallas suelen dar gratificaciones instantáneas de todo lo que les rodea, algo que puede ser peligroso porque la felicidad y lo que llena al ser humano no son las cosas inmediatas, sino las que requieren tiempo y esfuerzo como las relaciones y la satisfacción en el trabajo profesional, cosas que pueden aprender observando la naturaleza.
Los niños suelen estar acostumbrados a tener de todo. No solo cuando lo piden, sino antes de desearlo. La naturaleza les recuerda que hay que ser pacientes y valorar el esfuerzo. Una planta crece lentamente y la lluvia llega de forma inesperada. En contacto con la naturaleza, el niño se templa y se deja llevar por la realidad.
Mostrarles el valor del silencio
Los grandes descubrimientos de la historia se han hecho en momentos de silencio. Las pantallas son luces y sonidos constantes que mantienen nuestra mirada en algo externo. Aprender a detenerse, a reflexionar y a desconectar les permite escuchar los latidos del corazón, conectarse con ellos mismos y conocerse mejor.
Escuchar la voz interior es uno de los primeros pasos para conocerse y ser la mejor versión de sí mismos. Esa voz no es posible escucharla ante el frenético ruido de la vida. Todas las terapias actuales incorporan la meditación, los retiros espirituales, el mindfulness o la relajación precisamente para desconectar del bullicio exterior.
Trabajar la inteligencia emocional
La mayor parte de las decisiones de la vida tienen que ver con las emociones. Educar no solo se trata de impartir conocimientos, sino de hacer crecer su educación emocional. La comunicación a través de las pantallas suelen reducir esta capacidad de expresión, generar aislamiento y hacer que conecten mejor con una pantalla que con otro ser humano.
Podemos formarnos con recursos en internet sobre modos de inculcarles un mayor entendimiento y expresión de sus emociones y las de los demás según las edades, para que sean capaces de generar empatía y puedan ponerse en el lugar del otro. Está comprobado que el conocimiento intelectual no alcanza para un desarrollo integral de la persona.
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