El tacto ocupa un lugar central en nuestra vida. En tiempos de pandemia el desafío es no perder esta capacidad.Sabemos que el tacto es el primer sentido que desarrollamos mucho desde nuestra primera infancia. Para los bebés prematuros, por ejemplo, el contacto piel con piel es vital para estabilizar su frecuencia cardíaca, aumentar de peso y reducir el tiempo de hospitalización.
Al tocar a otras personas el cerebro procesa la información con diferentes mecanismos. Si quieres saber qué siente otro por ti, deja que te toque. ¡Cuántas veces hemos experimentado que un abrazo vale más que mil palabras!
Ese contacto nos permite alimentar los vínculos afectivos. De hecho, la famosa terapia de abrazos, al incluir caricias y apretones, ha demostrado que el tacto mejora el bienestar e incluso puede actuar como un analgésico.
En cambio, el no tocarnos nos debilita y nos hace menos saludables, y afectivamente más pobres, a largo plazo. La Universidad Goldsmiths realizó de enero a marzo de este año una encuesta a casi 40,000 personas en más de 110 países. Más de la mitad dijo que no tenía suficiente contacto con otras personas en su vida. Esto enlaza directamente con la otra pandemia que sufre el mundo de hoy, la de la soledad.
Te puede interesar:
La soledad: ¿una nueva pandemia?
Esta preocupación por la falta de contacto físico entre personas aumenta en estos tiempos de pandemia. Para evitar contagio, nos han prohibido los besos, los abrazos y la proximidad física con los personas con las que normalmente nos relacionábamos. Esto no significa que nuestras relaciones personales se vayan a derrumbar pero nuestro sentimiento de conexión, de empatía y de confianza corren el riesgo de degradarse lentamente.
En la actualidad está cambiando el concepto social del contacto físico. La gente está aprendiendo a no tocar y ya lo está internariorizando. Mientras no podamos tocarnos como antes, se nos están ocurriendo diferentes actuaciones para mantener vivos los vínculos con nuestros familiares, amigos, vecinos o compañeros de trabajo.
¿Qué hacer para mantener vivo ese contacto tan imprescindible para el ser humano? Sabemos que el afecto, el cuidado y el cariño pueden expresarse de muchas maneras e, incluso, somos capaces de tocar a los demás con las palabras. Hay una dimensión espiritual en la comunicación que es muy poderosa y tal vez este sea el mejor momento para desarrollarla.
Podemos reforzar nuestra comunicación para sentir menos el desequilibrio por la falta de la dimensión física incrementando los mensajes cariñosos, las oportunidades de contacto y saber localizarlos. En suma, volvernos expertos de la palabra, recuperar algunas expresiones y crear otras si hacen falta nos ayudarán a hacernos presentes y permanecer unidos en este tiempo marcado por el coronavirus.
Con la palabra podemos
Agradecer
Escuchar un simple “gracias” puede tener un gran impacto. Cuántas cosas los demás pueden estar haciendo por nosotros, cosas que nos permiten que podamos estar haciendo otras y lo hemos normalizado. Sé específico y expresa lo que te pone contento, cómo esa ayuda que recibes impacta en tu vida, valora algo bueno que ves en el otro y díselo. Cuando somos detallistas para agradecer podemos tocar al otro de manera especial.
Dar aliento
Presta atención a los objetivos que se han trazado las personas que te rodean, qué es lo que pretenden lograr y hacia dónde se dirigen sus esfuerzos. Escucha las quejas, los dolores, las limitaciones que expresan. En esos momentos de lucha o de agotamiento una palabra de aliento puede hacer una diferencia. Dile por qué crees que lo alcanzará, lo que admiras de su personalidad o lo que hace. Recuérdale algo concreto cuando sienta que no puede avanzar.
Comprendernos
Todos queremos sentirnos comprendidos, pero muchas veces no somos capaces de entender a los demás y cómo se sienten. Puede ser muy reconfortante compartirlo y hacerles saber que no están solos, que estamos juntos atravesando el momento. Ponerse en el lugar del otro no es fácil, pero inténtalo y sé sincero diciendo que no puedes imaginar cómo se siente o lo duro que parece. Al parafrasear lo que dice puedes mostrar empatía. No critiques, mas bien haz preguntas y ofrécete para hablar.
Reconciliarnos
Muchas veces dejamos pasar algo que hacemos mal, cosas que dejamos de hacer u otras que lamentamos al final del día aunque el otro no se haya dado cuenta. Cuando reconoces tus errores a los que pueden haberles impactado, te abres a la oportunidad de quitar molestias. Usa las palabras para sanar heridas con el perdón verbal o escrito, reconoce que podrías haberlo hecho mejor y piensa cómo el otro pudo haberse sentido con tus acciones.
Respetarnos
Todos necesitamos recibir respeto. Piensa cuáles son las cosas que respetas de los demás y díselas con notas escritas que puedan encontrarlas entre sus cosas. Una de las formas en que podemos mostrar que respetamos a alguien es a través de palabras que pronunciamos cuando nos referimos a ellas estando en presencia de otros o en espacios comunitarios como las redes sociales. Se cortés y haz cumplidos sinceros que afirmen o edifiquen al otro.
Dar Fortaleza
Algo que puede ayudar mucho a las personas con quienes tenías trato o conoces bien, es recordarles con detalles aquellas cosas que solían hacer juntos o que hacías por ellos cuando no había aislamiento físico: abrazos, lavarle el cabello, pintarle las uñas. Nuestro cuerpo tiene memoria y con una palabra podemos transportar a esa persona a la experiencia de aquello que reconfortaba, aliviaba o era agradable. Esos sentimientos internos pueden generar un buen clima que permite que sea más fácil procesar o enfrentar las dificultades.
Vivir la Fe
Si hay algo que ha mantenido unidas a las personas en las situaciones más adversas, ha sido la oración. La oración está compuesta por palabras de amor que pueden trascender y llegar al corazón de los demás de manera efectiva; un medio por el que Dios nos invita a permanecer juntos en el amor. Compartir palabras de esperanza y fe, pueden hacer brotar un impulso interior, tocar fibras profundas, iluminar la mente y cambiar el día de una persona.